Arriba, la plaza del Mercado, abarrotada en plena pandemia; junto a una intervención en Suite. Abajo, dos vecinos de la calle Portillejo de la plaza de Calahorra y la discoteca The Hangar, cerrada desde el pasado miércoles. S.T./I.Á.
Zonas conflictivas.

Cuando la calle se vuelve una pesadilla

Riojanos que residen en las calles del ocio nocturno describen el calvario que afrontan cada noche y los actos incívicos y de 'okupación' que se producen en otras vías

Domingo, 7 de abril 2024, 08:31

Una auténtica pesadilla. Los vecinos que residen muy próximos a los bares, pubs y discotecas soportan un calvario constante. Son ellos los que, durante el transcurso de cada fiesta, se ven abocados a escuchar un murmullo constante, estruendos, gritos o peleas que cuando parece que ... han terminado, dan paso a las labores nocturnas de los servicios de limpieza. Detrás de cada jornada quedan los malos olores, cristales rotos, suciedad y el incivismo de unos usuarios que han imposibilitado el descanso.

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Pero hay otras zonas, como la calle Duquesa de la Victoria de Logroño o el Casco Antiguo de Calahorra, que también llegan a ser conflictivas para la convivencia y el descanso, donde sus vecinos tienen que lidiar con problemas de suciedad, de incivismo o incluso de 'okupación'.

Adela Mercaderes/plaza del Mercado

«Te tienes que enfrentar a borrachos para entrar en casa»

Adela –nombre ficticio (en un principio esta vecina próxima a la plaza del Mercado proporcionó hasta su apellido, pero después prefirió mantenerse en el anonimato para evitar cualquier posible contratiempo)– reside desde hace dos décadas en un edificio antiguo de la calle Mercaderes. De día puede pasear por las vías más emblemáticas del Casco Antiguo de Logroño, pero en cuanto se acerca la noche y abren los locales de ocio nocturno colindantes se sumerge en una auténtica pesadilla.

«Nos enfrentamos a un problema de ruido, de todo lo que implica una hostelería abusiva e invasiva, de peleas y gritos por la calle, que es lo que más molesta, de suciedad, por una nula gestión de las basuras y porque todos los contenedores se utilizan para orinar, y de no poder acceder a nuestras viviendas con nuestros vehículos o con un coche de alquiler», afirma. En su caso, después de acometer «una reforma integral» y de insonorizar la pared que da a Mercaderes, «no escucho la música, pero sí la vibración del ruido en el patio cada vez que se abre la puerta del bar o la dejan abierta».

Lo peor, en cualquier caso, es el bullicio. «Aparte de la música, es la gente que está bebiendo fuera, con un murmullo constante. Hay peleas, gritos, y en cuanto cierran los bares, se quedan otra hora, hay discusiones o se tiran los botellines fuertes contra el suelo. Es meterte a la cama y que tu hijo de ocho años tenga que ponerse unos cascos porque no puede dormir».

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Una situación que, asegura, «es muy difícil, porque los horarios de la hostelería no se reducen, sino que cada vez hay más días especiales». Todo ello, asegura, hace que «te encuentres con un montón de gente borracha a la que te tienes que enfrentar para que te dejen entrar o salir de casa, que te miran mal al decirles que no te tiren un botellín de cerveza o 200 vasos de plástico al portal».

María Calle Siervas de Jesús

«Es un infierno total: oyes las conversaciones, hay peleas...»

María –prefiere no proporcionar su nombre real– reside desde hace 19 años en la calle Siervas de Jesús, justo enfrente de la discoteca Suite, y desde entonces, sufre un tormento nocturno que en ningún momento le permite conciliar el sueño. «Es un infierno total, porque antes cuando íbamos a las discotecas nos quedábamos dentro, pero ahora ya ni entran: se quedan hablando fuera, en grupo, y oyes las conversaciones, hay riñas, peleas, ruidos, sacan vasos... La Policía ha venido 50 veces».

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En este sentido, reitera que «vivir aquí es tremendo, porque ha habido cuchilladas, peleas..., pero no me queda otra, porque soy propietaria, y no puedo tirar el piso por el balcón; no me puedo marchar a otro lado». Por ello, lamenta que sea «una zona muy ruidosa», porque en cuanto cierra la discoteca le llega el turno «a los camiones de la basura y a los barrenderos» que acuden a limpiar los desperfectos. «En algunas fiestas, como en Carnavales, dejan todos los disfraces tirados, es un auténtico caos», denuncia molesta.

De ahí que cuando bajas a la calle por la mañana «te encuentras todo sucio: bebidas, vasos tirados, botellas... de todo». «Vivir aquí es duro. Hay días que lo llevo peor, pero ya me he acostumbrado», afirma esta vecina que se plantea «poner una contraventana para tratar de amainar el ruido, porque cuando viene mi hija con su bebé tampoco duermen, porque el ruido es tremendo», concluye desesperada.

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Paula Barrero Calle Los Baños

«Esta discoteca me está quitando la vida, no estoy bien»

Paula Barrero soporta desde hace años una auténtica pesadilla. «Estoy tabique con tabique con la discoteca y cuando ponen esa música electrónica, hacen mucho ruido», asegura esta vecina de 82 años dese el balcón de su casa, situado en la calle Los Baños, justo al lado de The Hangar. El bullicio es descomunal. «Tienen el volumen muy alto», denuncia Barrero mientras apunta que «ha venido la Policía a hacer mediciones en varias ocasiones y ha salido positivo, ya han visto los agentes que era mucho ruido y que no me quejo de vicio».

«Cuando no hay nada estoy tranquila, pero en cuanto abre no duermo, me sube la tensión y no puedo estar bien, porque me acuesto cuando terminan de medir, a las cuatro o cinco de la mañana, pero si no me duermo me quedo en el sofá... ¿sabes lo que es perder las noches así?», lamenta mientras añade que hay veces que «no tienen hora». Por ello, «tomo pastillas para dormir, pero tampoco lo hago. Esta discoteca me está quitando la vida, tengo la música metida en la cabeza». Sin embargo, desde que se decretó el miércoles la clausura durante tres meses (hasta el 3 de julio) de esta sala por superar el ruido permitido, respira más aliviada. «Estoy tranquila, pero hasta que vuelvan a abrir».

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Carmen Zorzano Calle Bretón

«Se escucha todo, no duermes, fuman en el portal...»

Cuando Carmen Zorzano decidió comprarse hace ocho años un piso en la calle Bretón de los Herreros, nunca se imaginó el tormento nocturno que iba a tener que soportar. «Antes vivía en avenida de Portugal, pero aquí no sabía lo que me iba a corresponder», asegura esta vecina que critica que «estos pisos ya no los puedes vender, porque a ver quién te los compra cuando se escucha tanto ruido». En su caso, a pesar de que reside en un sexto piso y de que cambió las ventanas, «oigo todo incluso con doble y triple cristal». El «gran problema –asegura– no viene de dentro de los bares, sino del ruido de la calle de las terrazas y de la gran cantidad de gente que hay».

El bullicio no termina ahí. De madrugada, cuando cierran estos establecimientos, «se escucha cómo mueven las sillas, mesas, etc., y cuando han terminado, sobre las 2.30 o 3.00 horas, salen los de la calle Siervas de Jesús y vuelven gritando. Ya cuando consigues conciliar el sueño, empiezan a echar agua los barrenderos y vienen a buscar la basura, por lo que no duermes», afirma mientras apunta que esta situación «cada vez es peor y peor». No solo por eso, sino porque tiene que «andar pidiendo paso» para entrar a casa «cada vez que hay espectáculos» y porque «como en los bares y en las terrazas no se puede fumar, vienen a hacerlo al portal y en cuanto les dices que quieres entrar, te gritan, es algo terrible».

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José Carlos Duquesa de la Victoria

«Te dan pocas ganas de hacer vida en esta zona; buscas otras»

A José Carlos, que reside en Duquesa de la Victoria desde hace 14 años, le afecta más «el incivismo general que hay en la zona» que los ruidos derivados de las dos discotecas. Lo peor, en su caso, «es la suciedad y la falta de higiene que provocan aquellos grupos marginales que no tienen ni hogar ni trabajo, que están en la Glorieta desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche, que compran cervezas en el supermercado y hacen aquí todas sus necesidades».

Una coyuntura que, en su caso, ya ha podido comprobar en diversas ocasiones. «Ya te acostumbras a que esta zona se convierta en el mayor urinario de Logroño, porque por la noche mean contra la pared del IES Sagasta y durante el día lo hacen en cualquier lugar de la Glorieta», afirma mientras añade que «lo mismo defecan en mitad de la acera que te toca verlos con tus hijos pequeños meando en un árbol; no es agradable».

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Por no hablar de la suciedad y de los malos olores que se acrecientan en verano. En esta época, asegura, es «imposible pasar por la Glorieta, porque el olor es insoportable, pero tanto los ciudadanos como el Ayuntamiento han normalizado la situación». Todo ello, asevera, ha propiciado que «te den pocas ganas de hacer vida en esta zona y te alejes, busques otras, porque da rabia que salgas y tengas una meada en la otra esquina del portal; es una pena». 

Leire 'La Zona' (calle Vitoria)

«Al final te acostumbras a dormir con ese trasfondo»

Leire –prefiere no desvelar su nombre real– vive en 'La Zona' (en la calle Vitoria, en el tramo comprendido entre Lardero y Chile) desde el año 2004. Durante el día disfruta de su ubicación, «es muy cómoda y muy céntrica», pero a ciertas horas de la noche tiene que soportar todo tipo de alborotos. «Mi portal está al lado de un bar. Es un problema de ruido que, en invierno, se suele circunscribir más al fin de semana, aunque en verano hay jaleo todos los días», recuerda.

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En este sentido, explica que durante la época estival «es muy habitual verles bebiendo fuera. Salen a hablar, se quedan ahí, y ya cuando van bebidos por la noche, hay broncas, cantan alto y te cuesta dormir, pero al final te acostumbras y desarrollas una capacidad para dormir aunque haya ese trasfondo». Para ello, no obstante, el pasado año «cambié las ventanas y puse mayor protección para que absorbiera el ruido, porque sino es muy difícil conciliar el sueño».

Santiago Saturnino Ulargui 

«Cuando abro las ventanas, se escucha algo de jaleo»

Santiago, que en junio hará 39 años como vecino en Saturnino Ulargui, apenas escucha el bullicio de la discoteca Suite -su casa da a avenida de Portugal-. «Teniendo las ventanas cerradas, que llevan doble cristal, no se oye apenas», explica este residente mientras apunta que «me suelo levantar temprano y cuando abro, sí que se escucha algo de jaleo».

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En todo este tiempo, sin embargo, ha visto «meadas, vómitos, de todo... Todos hemos sido jóvenes, pero no creo que hayamos hecho barbaridades como esas». A pesar de ello, no se imagina su residencia sin la presencia de esta discoteca. «Es de toda la vida, solo ha ido cambiando el nombre, pero antes tenías que llegar a casa a las 22.00 y ahora a las 5.00 horas, por eso hay días que ha ido la Policía y ha habido voces».

Carlos Calle Mayor del Casco Antiguo de Calahorra

«No entiendo que se alquilen casas que se van a derrumbar»

Carlos, residente en el Casco Antiguo de Calahorra desde hace 25 años, lamenta tener que vivir con «suciedad», «trapicheos» y 'okupación' en el entorno de la calle Mayor y la plaza de la Verdura donde conviven vecinos de toda la vida, inmigrantes y personas de colectivos conflictivos, informa Isabel Álvarez. «Lo peor de todo es ver cómo se chulean hasta de la Policía», asegura este residente después de relatar un caso de 'okupación' ilegal de una vivienda vacía en la calle del Olivo, del que tuvo que advertir a las fuerzas de seguridad.

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«Les ves cómo tiran la puerta, entran y cuando llega la Policía, porque les avisas, resulta que les dicen que no se van a identificar, que quien tiene que venir es la Guardia Civil y que sólo se habían metido allí para fumar porros». Para él uno de los principales problemas de la zona es el de las malas condiciones que presentan muchas viviendas y que a pesar de ello «se están alquilando». «No entiendo que se permita alquilar casas que están a punto de derrumbarse y que seguro que no tienen ni cédula de habitabilidad» dice este vecino, que precisa que la problemática no es de ahora, sino que lleva arrastrándose durante muchos años.

Otra vecina de la calle Cavas, que prefiere hablar desde el anonimato, pone el foco en la seguridad ciudadana. Aunque las condiciones de la zona en la que vive en el Casco Antiguo son mucho mejores, ella asegura sentirse «insegura» por haber sido «perseguida en cuatro ocasiones» hasta su casa». «Ahora llevo siempre una alarma por si me vuelve a pasar».

Varios vecinos Calle Teatro de Calahorra

«El sábado de Mercafórum vibró la casa 14 horas seguidas»

También desde el anonimato, como informa Isabel Álvarez, vecinos de la calle Teatro se quejan de las molestias y de la difícil conciliación de su derecho al descanso con la actividad de un pub de ocio nocturno. «Seguimos sin dormir. El sábado de Mercafórum (23 de marzo) tuvimos la casa vibrando 14 horas seguidas. Llamamos varias veces a la Policía y una de las veces dieron positivo en el límite de ruido», afirma una de las afectadas, quien asegura que «no siempre se consigue demostrar que están con la música a todo volumen porque cuando ven que llega la Policía, la bajan».

Además, asegura, «se saltan el horario de cierre, la calle se llena de porquería los fines de semana y hay muchas peleas». «El fin de semana de Mercafórum estuvimos todos los vecinos en pie de guerra. La Policía ya nos ha dicho que tenemos las mediciones suficientes para que cierren el bar», sostiene esta vecina, que por otro lado cuestiona la «dejación que hace el Ayuntamiento». «Le prohíben poner la música y al día siguiente se la vuelven a dar».

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Otra de las afectadas incide también en esta queja: «Nos hemos reunido mil veces con el Ayuntamiento y les da igual», dice, para por otro lado destacar la labor que se realiza desde la Policía Local. «Son los únicos que nos amparan. Vienen siempre que les llamamos, pero quien tiene que actuar es el Ayuntamiento», añade.Los vecinos piden que se dé prioridad a su derecho al descanso y «se impida que se abran bares de copas debajo de una casa de vecinos», porque «está visto que no se quiere solucionar el problema». «Se han prometido muchas cosas, como que se iba a poner unos limitadores (de sonido) conectados con la Policía, pero no se hace nada», critican.

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