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Las percepciones compartidas en ocasiones necesitan un respaldo científico que las confirme y refuerce. Las triviales conversaciones de ascensor o café se llenan durante semanas ... de lugares comunes como que cada vez hace menos frío, que al invierno le cuesta cada vez más imponerse a un otoño que se alarga o, en jornadas de gorro y guantes, escuchar aquello de que ya era hora.
La organización internacional Climate Central ha puesto números a esas sensaciones. Un exhaustivo análisis climático de más de 900 ciudades y regiones de los cinco continentes deja claro que el calentamiento global impacta en todo el mundo, aunque con zonas más afectadas en este caso por la pérdida de fuerza del invierno.
El estudio analiza un único dato, pero muy significativo, a lo largo de la última década: en cuántas de las 90 jornadas invernales el termómetro ha caído por debajo de los cero grados. En el cómputo de La Rioja, desde 2014 hasta 2023, se han perdido de media 14 días de heladas y se han registrado 65 jornadas por encima de cero. Es decir, solo en 25 el mercurio no pasó del listón marcado por el cero.
Con temperaturas por encima de cero grados
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Con temperaturas por debajo de cero grados
Esta reducción no es homogénea, sino que varía anualmente. Y, por ejemplo, con los datos de Climate Central, los dos años de esta última década en los que más se notó esa variación fueron 2019, cuando se perdieron 18 jornadas de hielo y el pasado año, cuando fueron 17.
Este calentamiento global que afecta tanto al verano (con olas de calor cada vez más extremas y largas) como al invierno, se hace especialmente perceptible en el hemisferio norte y, por extensión, en las zonas frías. Zonas habitualmente gélidas durante diciembre, enero o febrero son las que más sufren esta variación. Así, la medida de días escamoteados al invierno en España es de 8. La Rioja, con 14, está muy por encima de esta cifra al nivel de zonas como Soria o Palencia, y solo por detrás de León, que se deja 17 heladas en cada invierno de la última década.
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La situación, que podría parecer poco más que una anécdota, sin embargo acarrea consecuencias muy graves. La falta de frío, por ejemplo, adelanta las floraciones (las heladas primaverales seguirán existiendo) incluso cuando todavía no se han desarrollado las especies polinizadoras, estimula el crecimiento vegetal, no logra eliminar insectos, impide la vernalización (un período de frío necesario para que algunas plantas, especialmente herbáceas florezcan), reduce la estacionalidad y el espesor de las nevadas… Un cúmulo de efectos que van mucho más allá de una mera sensación térmica y cuya tendencia es a acortar aún más unos inviernos meteorológicos que en poco más de 75 años, según los datos de la Aemet, se han visto menguados casi treinta días en el centro de la Península.
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