Hace una década, cuando los teléfonos móviles ya eran una realidad generalizada, la humanidad vivía en un lío de cables. Básicamente, cada marca de teléfonos tenía su modelo de cargador, o casi. O, aún peor, esos modelos iban evolucionando de teléfono en teléfono, de ... modo que el poseedor de, digamos, un Nokia del 2008 podía tener que tirar el cable y su enchufe si el año siguiente adquiría otro Motorola.
Aquel mar de cables se hizo, con los años, algo más razonable. La industria evolucionó por sí misma hacia una simplificación. Ahora mismo, la mayoría tienen MicroUSB y USB Tipo C. Los primeros llevan ya unos años con nosotros: aquellos en los que la clavija tiene una parte plana con dos pequeños ganchos, y que por tanto tienen una posición determinada de inserción. Los segundos, más recientes pero que parecen ir imponiéndose, son iguales por los dos lados, así que la posición es indiferente. Son, digamos, reversibles.
Pero habíamos dicho tres, porque el tercero es el tipo Lightning, que solo sirve para una marca determinada: Apple. El fabricante de la manzana se juega toda su estrategia comercial en ser diferente (y más caro) y en mantener un ecosistema cerrado para sus equipos. Es decir, equipos propios, software propio (incluyendo todos los periféricos) e incluso puntos de reparación propios: fue muy sonada la amenaza, más o menos velada, de bloquear los dispositivos de usuarios que sustituyeran las baterías o las pantallas de los teléfonos por su cuenta.
Apple afirma que la regulación contribuiría a «congelar la innovación antes que a impulsarla»
No es de extrañar que la empresa de Cupertino haya mostrado siempre la mayor resistencia a los intentos de homogeneización que hace la UE. Que es, en realidad, el único organismo internacional con capacidad para imponer sus regulaciones sobre los grandes fabricantes: un aviso para euroescépticos.
Voto del Parlamento
El pasado día 30, el Parlamento Europeo volvió a la carga con la homogeneización de cargadores: por abrumadora mayoría (582 votos a favor, 40 en contra y 37 abstenciones) aprobó un texto que exige a la Comisión que incluya la obligación del cargador único en la normativa existente (que data de 2014) o que, en caso de no ser posible, adopte una nueva legislación antes del verano.
En el texto adoptado, se pide que se asegure la «interoperabilidad», es decir, que un cargador de una marca sirva para otra, y que se asegure que un comprador ya no necesite un cable nuevo con cada teléfono. Cosa que, además, podrá servir para abaratar los dispositivos, si ya no tuvieran que venir obligatoriamente con un cargador. Aunque ésa es otra regulación distinta que habrá que contar en otra ocasión.
También quiere la UE abordar otro problema, la abusiva contaminación que estos periféricos provocan cada año. Porque la cifra es de las que asustan: los europeos, según cálculos comunitarios del año 2018, generamos al año 51.000 toneladas de residuos relacionados con los cargadores de los móviles. La nueva norma, además, permitiría reducir los 13 millones de toneladas de gases contaminantes relacionados.
La medida no ha sido acogida con desagrado por la industria... excepto por Apple. Y es que la firma que dirige Tim Cook (que curiosamente, sí adopta el USB-C para otros productos) emitía esta semana un comunicado en el que criticaba las intenciones del Parlamento, diciendo que la normativa contribuiría a «congelar la innovación antes que a impulsarla». Claro que a Apple parece habérsele olvidado que en realidad ya existe un estándar muy mayoritario (el USB-C) y que en su desarrollo trabajan todos los fabricantes... menos Apple.
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