Profesionales del proyecto de recuperación revisan uno de los buitres negros asentados en La Rioja. G. L. R.
Proyecto Monachus

El buitre negro renace en los montes riojanos

Con dos polluelos a punto de echar a volar y seis parejas asentadas en el Alto Najerilla, esta rapaz regresa al que fue su hogar hace décadas

Sergio Martínez

Logroño

Miércoles, 26 de junio 2024, 07:16

La presencia del buitre negro en el cielo es poderosa. De largo plumaje oscuro, uniforme, rectilíneo y con casi tres metros de punta a punta. Solo otras grandes aves como el cóndor andino o el albatros viajero superan su envergadura. Ninguna otra en Europa. Posado, ... se adivinan otros detalles en su figura, como su cabeza pelada de plumón grisáceo y el collar de plumas claras que le dan ese aspecto de monje que le bautiza –Aegypius monachus– o un contundente pico diseñado para alimentarse de las partes duras de la carroña. Su fisonomía y su rol en la cadena trófica le convierten en un ave singular que los montes riojanos vuelven a disfrutar gracias a un proyecto de reintroducción impulsado por la asociación Grefa en colaboración con el Gobierno de La Rioja que este mismo año ha visto nacer a dos polluelos en el Alto Najerilla.

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El buitre negro desapareció de la región a mediados del pasado siglo, condenado por la persecución humana que aún hoy en día sufre, y a nivel nacional llegó a reducir su presencia a doscientas parejas en sus principales refugios de Extremadura y alrededores. Tras las alertas, los movimientos conservacionistas impulsaron su protección y la recuperación de territorios perdidos, entre los que estaba la sierra riojana. El Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa) desarrolló el proyecto 'Monachus' para devolver al buitre negro a los Pirineos y al Sistema Ibérico, con las primeras liberaciones en la sierra de la Demanda –burgalesa y riojana– en 2017.

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El éxito de esta iniciativa se materializó hace dos años en el primer polluelo que nació y echó a volar en La Rioja, concretamente en Villavelayo, tras la desaparición del buitre negro. Frodo, hijo de Zoroastro y Clara, fue el pionero, y desde entonces ha recorrido el norte de España retornando recurrentemente a casa. Un año más tarde nació su hermana Gaia, más aventurera, que ha visitado la península de los Pirineos a Extremadura (Monfragüe, las Villuercas, los Ibores...).

La reconquista de los montes riojanos por el buitre negro se siente ahora con cinco o seis parejas fijadas, de las que han nacido esta primavera dos polluelos. Uno ya tiene 75 días de vida y es hermano de Frodo y Gaia, el otro nació un mes después. Las perspectivas sobre su supervivencia son buenas. «Cuando los padres son primerizos cuesta más que salgan adelante, pero en este caso, las dos parejas tienen experiencia y eso ayuda», señala Ana Sáez, ganadera de la localidad burgalesa de Huerta de Arriba y responsable de Grefa en la zona, que cada día sube a los puntos de observación a comprobar que tanto el pollo como uno de los adultos se encuentre en el nido. Un detalle curioso es que ambas parejas están formadas por un macho reintroducido por Grefa en la zona y una hembra exógena, que, por el efecto llamada, se ha venido desde el sur del país, cumpliendo con uno de los objetivos buscados dentro del proyecto 'Monachus', el flujo e intercambio de aves.

Pronto, desde Grefa, acompañados por personal del Gobierno de La Rioja, se acercarán a marcar a los pequeños buitres, antes de que echen a volar. «Viene personal de trabajos en altura, un especialista en colocación de emisores, veterinarios... A pie de nido se le hace una revisión y analíticas al pollo y se le colocan dos anillas, una metálica oficial del Ministerio y otra de PVC que permite la identificación a distancia, además de un emisor. Se le deja también algo de comida en el nido por si, en un primer momento, los padres son algo reacios a volver por nuestra presencia», explica Ana Sáez.

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Ernesto Álvarez, presidente de Grefa, se congratula por su parte de que «este año han sobrevivido 12 pollos en toda la Demanda, lo que supone un número altísimo» y detalla que uno de los propósitos del marcaje de estas jóvenes rapaces es el de «obtener todos los datos posibles: cuánto tiempo pasan con los padres, cuando se dispersan, recibir aviso si les ocurre algo, su tasa de retorno...». Y es que la intención es fijar a los buitres a la zona donde han nacido, que terminen regresando, algo habitual entre muchos ejemplares, incluso aquellos que de jóvenes, como Gaia, son más exploradores.

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Para facilitar su instalación, especialmente de los más inexpertos, el Gobierno de La Rioja preparó el terreno desde el inicio con plataformas, nidos artificiales y puntos de alimento. Ignacio Sáenz de Urturi, dirección general de Medio Natural y Paisaje, anuncia además la intención de «conseguir extender la población hacia el este de la región, pasando del Najerilla al valle del Iregua con la construcción de cuatro nuevos nidos artificiales y de un muladar en Brieva».

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El nacimiento de los polluelos es el reflejo de que nuestra sierra recupera parte de su biodiversidad perdida, pero el instrumento principal para alcanzar esta meta ha sido la liberación de buitres negros, algunos criados en cautividad y otros cedidos al proyecto por otras comunidades. Desde 2017 se han liberado en la Demanda 102 ejemplares, acción que se repetirá también este año, «aunque podrían pararse pronto, están funcionando muy bien», apunta Ana Sáez. Antes, los buitres pasan cerca de 9 meses en una jaula de aclimatación en Huerta de Arriba –a tres kilómetros de la frontera de Burgos con La Rioja– el centro neurálgico de 'Monachus'.

«El resultado está siendo sumamente satisfactorio», resume el dirección general de Medio Natural y Paisaje, que subraya que «la importancia del buitre negro es vital en los procesos ecológicos y ecosistémicos como un limpiador natural de cadáveres. Un ave fundamental para nuestra biodiversidad y plenamente integrada». El buitre negro regresa a una región que puede presumir ahora de contar –sumando al alimoche, el quebrantahuesos y el buitre leonado– con las cuatro rapaces carroñeras que habitan el continente.

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Cuatro grandes carroñeras que apreciar y cuidar

Buitre leonado, buitre negro, alimoche y quebrantahuesos. Los montes riojanos acogen a las cuatro rapaces carroñeras, aves que comparten muchas características, como su dieta necrófaga o la vulnerabilidad ante las mismas amenazas. Los cebos envenenados representan una de las principales agresiones, si bien otras acciones de los humanos también ponen en peligro su supervivencia por la invasión de sus hábitats o por instalaciones de alta tensión y parques eólicos.

El que goza de una mejor salud es el buitre leonado, presente en toda la región, el más habitual de ver, con especial difusión en los valles del Cidacos y el Alhama, si bien en los últimos tiempos se observa un repliegue. Hace una década se estimaba su población riojana por encima del millar de parejas. Por su parte, el alimoche, rapaz de plumas blancas y un pico fino y largo, se considera un ave vulnerable, de la cual en La Rioja existen en torno a una veintena de parejas en diferentes entornos de media montaña. El quebrantahuesos está incluido en el catálogo de especies en peligro de extinción en La Rioja, donde suele estar de paso. No es habitual que se reproduzca en la región, salvo un caso sin éxito en 2022.

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