A medida que el curso político avanza hacia las próximas elecciones autonómicas y municipales, que se celebrarán el 28 de mayo, uno tiene la impresión de estar viendo una película de aventuras en la selva, con los protagonistas navegando por un río cada vez más ... impetuoso. Las cataratas se acercan, el humillo de la cascada se adivina en el horizonte y ellos, nuestros políticos, van angustiosamente agarrados a sus lanchas, que de pronto parecen embarcaciones muy frágiles, a merced de todas las corrientes. La visión edulcorada de la realidad que propalan los respectivos gabinetes de prensa podría hacernos creer que todos los partidos han resuelto de modo impecable sus disputas internas y que se dirigen tan orondos a las elecciones, fraternalmente unidos y convencidos de la victoria. Sin embargo, cuando uno aplica la lupa descubre que esas lanchas están en realidad llenas de roturas, grietas y remiendos provisionales. Entra agua por todas partes.
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Si la crudelísima guerra intestina en el PSOE concluyó en octubre de 2021 con la victoria aplastante (en sentido literal) de Concha Andreu, al PP le ha costado más de un año encontrar su cartel electoral. El culebrón turco que se vivió en Génova, con el abrupto descabalgamiento de Pablo Casado y la posterior entronización de Alberto Núñez Feijóo, ha tenido consecuencias directas en La Rioja. El congreso que debía decidir la sucesión de José Ignacio Ceniceros al frente del partido se fue demorando y demorando hasta que alguien, en las alturas, decidió que se les había hecho de noche y ya era tarde para andar votando.
A Casado lo desahuciaron brutalmente de Génova en un turbulento fin de semana de febrero. Cuca Gamarra, que había sido la número tres del dirigente palentino, se las apañó de algún modo para convertirse en la número dos de Feijóo, que la ratificó como portavoz en el Congreso y la ascendió a secretaria general. Criando polvo en la carpeta de asuntos pendientes, la nueva dirección del PP encontró el humilde expediente de La Rioja.
Para entonces dos dirigentes habían formulado ya su deseo de relevar a José Ignacio Ceniceros: Alberto Bretón y Alfonso Domínguez. El primero llevaba casi un año moviéndose y recabando apoyos entre afiliados y cargos del partido. Génova les dejó hacer hasta finales del verano. Fue entonces cuando comenzaron las visitas a Logroño del fontanero mayor del PP, Miguel Tellado, con la idea de lograr un congreso de unidad. No hubo milagro. Tras muchos dimes y diretes, Feijóo tomó una decisión expeditiva: escogió a Gonzalo Capellán como candidato. Alfonso Domínguez renunció a sus pretensiones, pero no Bretón, que siguió reclamando un congreso asambleario.
El 13 de octubre, Capellán fue ratificado como cartel electoral por el comité ejecutivo regional. Se enfrentará en las urnas a Concha Andreu, presidenta de La Rioja y candidata del PSOE. Con el partido por completo en sus manos y una Ejecutiva cortada a su medida, Andreu se disponía a vivir un año de relativa tranquilidad..., si no hubiera sido por las pintorescas andanzas de su socia y consejera Raquel Romero. A Romero la expulsaron de Podemos en abril por no pagar la cuota. Según el tenor literal del pacto antitransfuguismo firmado por el PSOE, eso la convertía en una tránsfuga.
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En el año 2010, un psicólogo argentino, Bernardo Stamateas, se hizo de oro escribiendo un ensayo titulado 'Gente tóxica' cuyo subtítulo rezaba: «Las personas que nos complican la vida, y cómo evitar que sigan haciéndolo». Podría ser un buen regalo navideño para doña Concha, que a cambio de un voto manso en el Parlamento ha decidido afrontar el sostenido daño reputacional que le supone apoyarse en una tránsfuga que, para colmo, no sale nada barata. La Consejería de Igualdad, Participación y Agenda 2030, de brumosa actividad y generoso plantel de altos cargos, cuesta trece millones de euros.
Aunque el Gobierno prefirió no darse por enterado, la expulsión de la consejera sí ha condicionado la vida parlamentaria en la región. Raquel Romero fue desterrada del Grupo Mixto y quedó como diputada no adscrita. Eso le ha complicado la vida al PSOE en la Junta de Portavoces, al perder la mayoría de la que gozaba, un obstáculo que el Gobierno ha tratado de sortear recurriendo al atajo de las tramitaciones por vía de urgencia. La torpeza u osadía de la consejera Romero, que utilizó el membrete del Gobierno de La Rioja para cargar contra la decisión del Parlamento, también levantó el enojo de la diputada de IU Henar Moreno, que en un primer momento votó en contra la Ley de Medidas Fiscales y Administrativas que acompaña a los Presupuestos.
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Tambores de guerra, en fin, que anticipan un año electoral sin un pronóstico claro. Nadie tiene excesivos motivos para sonreír. El PSOE y el PP tratan de ocultar sus desperfectos mientras los partidos pequeños ponen velitas a sus respectivos santos para superar la barrera del cinco por ciento. Ciudadanos ha implosionado, los de Podemos siguen metidos en su confuso laberinto y en Vox se van sucediendo los liderazgos «provinciales» (sic) sin que nadie explique cómo ni por qué. En IU al menos pueden exhibir solidez y mostrar el trabajo parlamentario de Henar Moreno, aunque falta por ver cómo se articulará la unión electoral con un partido tan casquivano como Podemos. En el PR+ confían en que su coalición con España Vaciada, ratificada en diciembre, pueda facilitarles el acceso al Parlamento, aunque el movimiento ha despertado el enojo de varios afiliados, que salieron en rueda de prensa para denunciar «la falta de transparencia» en el acuerdo.
El año político en La Rioja ha ido dejando cientos de páginas y miles de titulares que tal vez pueden resumirse en una sensación: las elecciones se acercan y en las sedes de los partidos empieza a respirarse, sobre todo, miedo.
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