Josefa Armas tiene 91 años, una mente clara y una memoria prodigiosa. Oriunda de Santurdejo, pasó toda su vida trabajando como asistente de hogar en Madrid. Siempre tuvo claro que viviría en una residencia de mayores. «Cuando mis amigas decían que ahorraban para dar la ... entrada de un piso yo pensaba que mi entrada sería la de una residencia», recuerda. Así que cuando se jubiló, solicitó plaza en un centro de Madrid. Pero no se la concedieron y desde los Servicios Sociales de esa comunidad le propusieron trasladarse a «mi tierra, La Rioja». Lleva 28 años en la Residencia de Mayores de Lardero. «Estoy muy contenta aquí. Por la mañana, me levanto y me aseo, bajo a desayunar, leo todos los días el periódico, hago sopas de letras y escucho misa. Después de comer doy un paseo o paso la tarde en mi cuarto».
Publicidad
Una rutina que pocas veces se ve alterada, pero hay días que se son más duros que otros para Josefa. Padece depresión desde hace muchos años, casi desde niña, algo que le ha dificultado la vida. «En ocasiones me siento muy triste, muy agobiada. Pero cuando pienso que voy a hablar con la psicóloga, me animo. Ella es mis pies y mis manos; charlar con ella me alivia muchísimo», asegura. «Si hubiera tenido esta ayuda con 20 años mi vida habría sido mucho más fácil porque en mis tiempos las personas con depresión eran excluidas de la sociedad». La terapia se lleva a cabo cada quince días. Para Josefa, ese día es muy especial: «Lo espero con mucha ilusión».
El perfil de Agustín es muy diferente al de Josefa. Tiene 72 años, es de Logroño y lleva menos de un año en la residencia de Lardero. Agustín Verdú quería salir del aislamiento que le provocaba vivir solo en su piso, así que lo pensó y tomó una decisión tras meditarlo mucho: solicitar plaza en un centro para mayores . «Tenía problemas de movilidad y pensé: me voy a una residencia o al cementerio», recuerda. «Después de cumplir con los trámites y esperar, por fin se quedó una plaza libre y pude venir».
Noticia Relacionada
Pese a la buena noticia, los primeros días en el centro no fueron fáciles para Agustín. Una de las olas de la pandemia sacudía de nuevo a las residencias riojanas. «Me dio un bajón muy grande, me sentí muy débil de ánimo así que me ofrecieron la posibilidad de recibir terapia psicológica y la acepté», recuerda. «Gracias a ello he salido de una situación mental muy debilitada, de la fase de negación». Agustín asegura que se siente como en un hotel. En la residencia puede desarrollar sus grandes aficiones. «Me gusta leer, pintar y hablar con la gente. La atención psicológica me permite expresarme de forma sincera y el trabajo de la psicóloga consigue ponerme en órbita para encontrarme bien», explica. Agustín recomienda este programa sin dudarlo pero advierte que «hay que ir a la terapia con actitud sincera. Cuando veo la bondad de la persona que tengo delante, consigo abrirme, hablar y recuperar el equilibrio».
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.