Un asesinato en la carretera tras una noche de vino y juerga

A esa hora, Pepe Alesanco y Jesús Llorente se dirigieron de nuevo a San Millán a pie por la carretera, según relata la sentencia que en marzo de 1975 dictó el Tribunal Supremo como respuesta al recurso del fallo anterior de la Audiencia Provincial de Logroño, que había condenado a Llorente. La narrativa judicial que recoge Nueva Rioja en su edición del 19 de marzo de 1975, no entra al detalle de sus criminales razones, pero considera probado que este agredió a Alesanco y luego lo estranguló hasta causarle la muerte. Y lo abandonó allí, donde horas más tarde lo encontrarían el taxista y las jóvenes de Lugar del Río que viajaban con él. Y donde lo pudo ver minutos después Jesús Baltanás, el chófer del autobús más tarde siniestrado cuando pasó por ese mismo lugar.

Se especuló entonces no poco con que esta macabra circunstancia hubiera podido alterar el pulso de Baltanás, que de alguna manera le hubiera puesto nervioso, que hubiera afectado a sus normales facultades y a su concentración tanto como distraerle al tomar la Revuelta de Badarán.

Lo desmienten aún hoy las ocupantes de las butacas más cercanas al volante de Baltanás. Una de ellas insiste incluso en que apenas si le pudo dar lugar a ver el cadáver dada su posición semioculta en la cuneta.

Lo cierto es que quienes recuerdan a Jesús Baltanás lo definen como un conductor joven, pero con acreditada experiencia. Y más en un itinerario que cubría cada día, ida y vuelta, desde hacía ya algunos años con el mismo autocar de la empresa Julio Jiménez. Baltanás tenía 33 años y una hija de corta edad.