La era de la armonía agradable
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«Abril es el mes más cruel: engendra/lilas de la tierra muerta, mezcla/ recuerdos y anhelos, despierta/inertes raíces con lluvias primaverales» (T.S. Elliot)Secciones
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«Abril es el mes más cruel: engendra/lilas de la tierra muerta, mezcla/ recuerdos y anhelos, despierta/inertes raíces con lluvias primaverales» (T.S. Elliot)Mientras en España amanecerá mayo con las urnas recién abiertas y un sinfín de incógnitas pendientes de ser despejadas, con un partido ganador (el que luego forme gobierno, según avisaba Churchill: todos los demás son perdedores) y con un infinito bucle de interpretaciones de ... los resultados electorales, por Japón son más ambiciosos. No se conforman con estrenar un nuevo tiempo político. Prefieren inaugurar desde el mismo día 1 una nueva era. Cuyo nombre recién divulgado alguna semejanza guarda sin embargo con el desenlace de nuestra campaña electoral todavía nonata: será para los nipones «la era de la armonía agradable». El grandilocuente nombre que el nuevo emperador quiere otorgar a su mandato, una vez aposentado en esa cúspide tan poética llamada trono del crisantemos. En España, el crisantemo se asocia por el contrario con el olor que despiden las flores típicas del día de difuntos. Lo cual también parece muy apropiado entre nosotros: algún candidato estará por entonces cavando su tumba (política). Tal vez dos, si decide seguir el consejo de Francisco Granados, en su frase célebre dirigida a otra caída en desgracia, Cristina Cifuentes: «Si buscas venganza, cava dos tumbas».
Porque desde luego habrá venganzas, aunque quedarán un tiempo en barbecho. Quien caiga derrotado en esta primera cita con el electorado rumiará sin duda su despecho pero tendrá que aguantarse las ganas de visualizarlo, porque espera otra entrega con las urnas en mayo y toca disimular. Cualquier asomo de cisma interno dejaría a quienes se avinagren en abril en evidencia ante el potencial votante de mayo, lejos de la agradable armonía que debería imperar en esta hora de pedir el voto. Aunque cueste fingir amor por los compañeros de partido a quienes en privado se evita, como pudo probarse esta semana, cuando los candidatos del PP a Cortes no consideraron necesaria la presencia de su líder regional (nada menos) en el acto que trajo a Logroño a la exministra Tejerina, al que José Ignacio Ceniceros asistió medio de tapadillo. Debe descartarse que su cabeza de lista al Congreso le pagara con la misma moneda esa misma tarde, cuando eludió acompañar a quienes recibían a otro invitado de postín en un acto preelectoral de naturaleza educativa: Cuca Gamarra tenía como coartada que a esa hora ejercía su responsabilidad municipal en el pleno del Ayuntamiento. Como Merino.
En realidad, unos y otros, las dos almas del PP emparejadas de nuevo sólo por conveniencia en esta doble convocatoria electoral, tenían ese día una excusa común que justificara la sensación de noqueados que despedían. Todavía estaba reciente el efecto que generó entre ellos el mitin de Vox en Riojafórum, ante 1.200 personas. Es decir, 1.200 antiguos seguidores del PP que hoy tienen puestas sus complacencias fuera de las siglas populares.
La armonía por lo tanto resulta imposible. Y las comparaciones, odiosas. El día anterior al advenimiento de Santiago Abascal, Ciudadanos había convocado a sus simpatizantes a un mitin al aire libre de desangelado aspecto junto a La Redonda, hacia el que caminaba con brío Inés Arrimadas, ignorante de que le aguardaban apenas unos puñados de fieles. Lo cual explicaba (además del cansancio propio de cada día de precampaña) el aire abatido con que se sentó en la furgoneta donde se marchó de Logroño. Ciudadanos alardea de contar con más votantes que seguidores, pero debe darse prisa: las fotos del mitin de Vox donde aparecían antiguos votantes naranjas reflejan que el trasvase de apoyos en la derecha no afecta sólo a la pérdida que sufre el PP. También Ciudadanos padece una afección semejante, aunque más menguada.
Tiene en consecuencia sentido el vaticinio que un experto demoscópico traslada en privado. Resumido en los mismos titulares que arrojó la encuesta recién publicada por Diario LA RIOJA: que ganará el PSOE, así en el Congreso como en el Senado. Que el reparto más posible de diputados apunta hacia el empate a dos «pero no es improbable que el PP pierda uno en beneficio de Ciudadanos». Y que Vox amenaza con desbancar a Podemos del cuarto puesto y aspira incluso a beneficiarse de ese peculiar e hipotético escenario de cuatro escaños repartidos entre otras tantas fuerzas «aunque para que eso suceda Vox debería evitar que el PSOE le duplicara en votos», avisa el citado experto, «y yo creo sin embargo que el PSOE le va a doblar».
Así que en mayo deberá buscarse la armonía agradable más bien allá en Martínez Zaporta, cuyos candidatos parecen haber captado el mensaje que viene de Extremo Oriente: un mensaje optimista. La nueva era que nacerá el 1 de mayo simboliza que la primavera llega inevitable y a veces fatalmente tras un invierno a menudo duro y encierra un mensaje de esperanza, el propio de cuando florece el campo. Y las urnas, habrá que añadir. Porque anuncian un horizonte que en algo recordará a otro momento histórico también datado en Japón: aquellos soldados que, olvidados en perdidas islas del Pacífico, siguieron combatiendo contra enemigos invisibles cuando la II Guerra Mundial había terminado. Ignorantes de que sus jefes habían firmado el armisticio y reconocido su derrota. Aquellos guerreros medio groguis disparaban con aire sonámbulo contra un enemigo fantasma, la peor manera de perder. Como esos candidatos zombis para quienes abril será de verdad el mes más cruel.
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