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La capital de La Rioja ha sido históricamente una ciudad con una nutrida presencia de armerías. En la comunidad, tanto en Logroño como en comarcas, ha existido una vinculación con el mundo rural que tenía en la caza uno de sus numerosos tentáculos. Pero el presente y el futuro no se presenta demasiado halagüeño para un sector que busca reinventarse. Algunos apuestan por el tiro deportivo, otros por las armas cortas, por la customización, por complementos… «Pero la caza se ha demonizado. También existen problemas burocráticos desde Bruselas, contamos con un Reglamento de Armas que acepta interpretaciones… No es un buen momento», explica José Javier Merino, responsable de la Armería Merino Rioja, en la calle San Millán.
Desde la Armería Marcos se sintetiza ese cambio con una anécdota: «Hasta hace no demasiados años, uno de los regalos de la Primera Comunión podía ser una carabina de aire comprimido. Hace poco vino un cliente que le había regalado una a su nieto. Les llamó el tutor y se lo recriminó de una manera áspera. Es el ejemplo de que las armas o la caza están muy mal vistas».
Este establecimiento del polígono La Portalada ha apostado por el sector de la seguridad porque «la caza habrá podido caer un 80% y cada vez quedamos menos», explica Arturo Latorre. «No veo a nadie de entre 20 y 30 años», añade. En la Armería Merino Rioja han volcado sus esfuerzos en el tiro dinámico de larga distancia (incluso han creado su propio club) y por la customización de armas para afrontar un día a día incierto.
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