Aquellos días de julio
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«Toda belleza alguna vez declina, / ajada por la suerte o por el tiempo. / Pero eterno será el verano tuyo» WILLIAM SHAKESPEARE ('A UN DÍA DE VERANO COMPARARTE')Secciones
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«Toda belleza alguna vez declina, / ajada por la suerte o por el tiempo. / Pero eterno será el verano tuyo» WILLIAM SHAKESPEARE ('A UN DÍA DE VERANO COMPARARTE')Según la Agencia Estatal de Meteorología, julio del 2019 fue un mes muy cálido en La Rioja, donde la media de temperaturas superó los valores del conjunto de España. En resumen, se trató del séptimo julio más sofocante desde el año 1965, dictamen que puede ... hacer suyo quien durante aquel mes de hace un año (un año que parece un siglo) aplicara sus propios sensores tras los muros del Parlamento: en vez de la gelidez conventual propia de anteriores usos del edificio, sus ocupantes sufrieron una oleada tras otra de bochorno, cortesía de la delegación riojano-manchega de Podemos, cuyos miembros solían refrescarse en un chalé de la carretera de Soria luego de asfixiar a a sus potenciales aliados y ahora socios de Gobierno. Los sofocos no iban con la cohorte de Raquel Romero, que caminó durante ese verano sobre las aguas y acabó abonando por entonces lo que vino después, lo que hoy sabemos: aquel julio pasó a la historia de La Rioja por la puerta de atrás. Una puerta muy pequeña., por donde se cuela lo infame, como nos avisó Borges.
Mediado el mes, cuando tropezó en el segundo intento de convertirse en presidenta y la sombra de Alicia Izaguirre parecía perseguir a Concha Andreu (la dirigente socialista que también ganó en las urnas pero luego fracasó en las negociaciones para su investidura), la actual presidenta saboreaba un atardecer de Logroño en vísperas de buscar al sur de España refugio para sus penas y oxígeno para refrescar sus ideas. Lo necesitaba. Era una Andreu exhausta, entre cuyas palabras se filtraba una doble frustración. Malestar, por supuesto, con la conducta infantil de Romero y el resto de la menguada tropa de Podemos, pero también una indefinible inquietud que en algún momento de la canícula pareció desasosegarle. La idea de si aceptar esa imposición de la formación morada, lindante con el chantaje, merecía la pena. Una reflexión que compartían otros dirigentes socialistas en este tiempo impreciso, cuando su partido estuvo tan cerca de volver al poder como de la convocatoria de nuevas elecciones.
Los aires andaluces revivieron a Andreu. A su regreso, convencida ya de la pertinencia de iniciar una maniobra de cortejo del voto de Romero que olvidara los agravios de julio, avanzaron las conversaciones decisivas, ignorando la brecha que se abría bajo los pies de Podemos, el baile de candidatos morados al sillón del Gobierno, las lágrimas de la hoy consejera en aquel pleno decisivo que invitaron durante unos minutos a presagiar otro número de circo. No hubo tal. Romero retorció sus propias promesas, ignoró el código interno de su partido y despreció las esperanzas de quienes le votaron de buena fe. Firmó el pacto de Gobierno y salió de la tercera (y triunfal para Andreu) votación de agosto con ese aire tan desenfadado que le distingue.
Ignorar la realidad puede dar buenos resultados en el tiempo inmediato, pero la terquedad de los hechos acaba reapareciendo. Romero, monitorizada desde el Palacete por el equipo de confianza de la presidenta, no ha desairado a su jefa, lo cual puede interpretarse como un primer éxito. Inesperado incluso. Pero mientras tutela una Consejería de escaso fuste y misteriosa necesidad, ha dejado que se mutile no solo cierta aureola de representatividad del conjunto del Gobierno al que sirve, sino su propia figura. En julio del 2020 acaba de ser derrotada por las bases de Podemos, que han esperado un año para evaluar su cometido en aquel infausto mes. La realidad, de nuevo tan tozuda, se guía por su propia inercia: vencida en las elecciones internas, Romero ya no puede asegurar al PSOE el voto de Podemos porque la cambiante mayoría de su partido acaba de derrotar a su candidata. Y este agosto del 2020 significará para sus aspiraciones justo lo contrario de aquel triunfante agosto del año pasado.
Un año en política es suficiente tiempo para que todo salte por los aires. Durante el enojoso julio del 2019 nadie en el PSOE podía presagiar este turbulento julio del 2020, con Andreu entronizada en el Palacete pero sometida a los vaivenes de una crisis (la del virus) aciaga para sus fines. Claro que todo puede empeorar. Y tal vez el socialismo riojano piense con nostalgia, en julio del año próximo, en este turbulento julio del 2020. Porque añorará la perdida (y exitosa) unidad de julio del 2019.
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