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Cuando los menores llegan al programa Apóyame de APIR, la Asociación Pro-Infancia Riojana, «muchos no han verbalizado la violencia que han sufrido y ni han hablado de ello con sus madres. Todo ha sido tácito», expone Antonio Carballo, psicólogo del programa en el que se «prima el respeto al menor y la comprensión de sus ritmos y necesidades».
Sobre todo, porque abordar esta lacra no suele resultar sencillo. «Varía de unos a otros. Hay quienes hablan abiertamente de ello, e incluso han tratado de convencer a la madre de que rompa la relación con el agresor, quienes se muestran reticentes e incluso temerosos, hasta quienes lo niegan o dicen no saber, no haber visto ni oído nada», asegura. «Todo se respeta; no se puede eliminar una defensa cuando esta tiene una función, porque el objetivo es que no haga falta esa protección». Más aún cuando el punto de partida consiste en «establecer un vínculo terapéutico y de confianza».
A partir de aquí, «hay técnicas, pero lo importante es la forma de entender el sufrimiento, la angustia, miedo e incertidumbre del menor» y, después, «acompañarle en el proceso psicoterapéutico y, de forma paralela, con acciones socioeducativas y grupales». Así, por medio de «metáforas y juegos, expresan de manera directa o simbólica lo que les ha pasado y cómo están, sin que se aborde ni se juzgue al progenitor. Esto es algo que el niño tiene que elaborar, aunque se le acompaña en la comprensión de sus sentimientos y en la construcción de una narrativa que le exima de toda culpa y le dé algo de sentido a lo vivido». Más tarde, en sesiones familiares o grupales, se abordan temas como la resolución de conflictos o los roles de género. En todos ellos, los cambios más visibles son «la mejora de la relación con la madre, que en muchos casos ha sido menoscabada por el agresor, la capacitación para constituirse en una base segura para su hijo o hija, la comprensión de los mecanismos que operan en una relación con violencia de género, experimentar que existe para ellos la posibilidad de una vida sin miedo y el control sobre sus propias vidas». Una vez finaliza la intervención, se lleva a cabo un seguimiento.
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