Un año bisiesto y olímpico con impronta riojana

Al acabar el año, los augurios nunca son buenos. Las malas noticias parecen superar a las buenas en todos los balances y las hachas de la guerra vuelven a brillar, ahora en Tierra Santa. Hay en el mundo –también en España– un estado de excitación volátil, una peligrosa tensión eléctrica, un cielo oscuro que amenaza con descargar una tormenta pavorosa. Y, sin embargo, doblar la primera hoja de un calendario siempre tiene algo de mágico, un soplo de optimismo, una infantil promesa de risas, de abrazos, de cariño, de paz.

Un calendario no deja de ser una convención humana, una forma de trocear el tiempo –ese misterio inaprensible– para medir de algún modo nuestra vida. Pero, asumida esa convención, los cambios de año no dejan de ser bonitas estaciones en el camino y ocasiones –por qué no– de cambio vital e incluso de mejora. 2024 se abre ya ante nosotros con esa curiosidad extra que aportan los años bisiestos, con un día más (ese escurridizo 29 de febrero) y alguna cita de postín: los Juegos Olímpicos de París quizá no traigan la paz al mundo, pero al menos sí una tregua deportiva y algunos momentos vibrantes que quedarán grabados en nuestras retinas.

Para ir pasando los días con una mirada risueña, Diario LA RIOJA ofrecerá el próximo viernes, día 22 –gratis con su ejemplar– el calendario de 2024, con el patrocinio de Hyundai. Todos los meses, las fotografías de Justo Rodríguez irán siguiendo el paso de las estaciones por alguno de los monumentos riojanos más importantes o más escondidos de la comunidad autónoma. Nevadas, lloviznas, ventoleras y calores saharianos se derraman sobre una región amable, de castillos más legendarios que fieros (Clavijo) y de largos caminos que acaban en Santiago o en Soria y que, a veces, se ven asaltados por vacas pacíficas o vigorosos caballos.