'Alegoría del tiempo', obra de Samuel van Hoogstraten.

Andreu pide el VAR

Línea de puntos ·

«Qué insensato el hombre que deja transcurrir el tiempo estérilmente»

Jorge Alacid

Logroño

Domingo, 8 de septiembre 2019, 13:49

Una de las ventajas de que Concha Andreu dispone recién llegada al Palacete, frente a la trayectoria seguida por su predecesor en esa misma coyuntura, tiene que ver con un elemento central de la gestión pública: el tiempo. Andreu ha tenido el tiempo ... que le faltó a José Ignacio Ceniceros, quien prácticamente pasó en un parpadeo de la mesa de aquella bodega donde se zanjó la sucesión de Pedro Sanz a firmar el pacto con Ciudadanos que le invistió como presidente. La líder socialista ha ido por el contrario madurando su acercamiento al poder para que fuera más o menos un movimiento natural. Un proceso de decantación, por recurrir al campo semántico del vino que ella tan bien domina. De manera que fue preparando a su equipo en la sombra, actualizando su programa y completando el rompecabezas del organigrama gubernamental. Que es otro territorio donde se observan anchas diferencias respecto al acceso de Ceniceros al Palacete, más bien improvisado. Su primer Gobierno repartió las competencias según un criterio mejorable, con pinta de ocurrencia de última hora. Alguna Consejería arrancó su andadura sin secretaría técnica. Decidida a sortear viejos errores, Andreu ha organizado su gabinete en un sentido radicalmente distinto. Pensó primero en cómo planificar su Gobierno y luego (o simultáneamente en algún caso: Francisco Ocón, Ana Santos) señaló a los titulares de cada departamento. Sin olvidarse de otra parte central de su encargo, oscura pero vital: rodearse de buenos conocedores de la Administración.

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No le ha importado que alguno de sus colaboradores provengan de fuera de La Rioja (el consejero Celso González) o que hubieran militado en el PP o trabajado para la Administración de Sanz y Ceniceros. Para estupefacción de propios y extraños, Andreu parece dispuesta a cumplir el mandato fundamental de todo dirigente recién aterrizado en su cargo: aprovechar el impulso inicial. De nuevo, como elemento central, surge la eficaz gestión del tiempo político: beneficiándose del idilio que un líder sostiene con su opinión pública mientras le rodea todavía la aureola de la novedad y tiene a su público ensimismado, pisa el acelerador en esos primeros tramos de la legislatura y para cuando sus rivales quieren replicar ha pasado medio mandato y hay que pensar ya en las próximas elecciones. Ceniceros dedicó ese tiempo vital a cuestiones internas del PP. A alejarse de la herencia de Sanz y cercenar la llegada al poder de Cuca Gamarra. Andreu, por el contrario, quiere emplearlo en asfixiar a sus principales rivales en el Parlamento. Imprimir un ritmo imposible de seguir para quien no tutela la baza fundamental de cada gobernante: el BOR.

Exprimiendo los efectos positivos para su figura de esa fase inaugural de su mandato con pinta de luna de miel, Andreu se permite incluso algún desliz (por ejemplo, la bodega elegida para el almuerzo de celebración de su nombramiento o la escasa generosidad con que resume la trayectoria del Gobierno saliente) porque sabe tal vez que se encuentra en esa etapa de su Presidencia donde todo se perdona y donde a la oposición le cuesta coger el paso. Hasta el punto de que una de las primeras decisiones del PP ha sido preguntar por el coste de los actos de acceso de Andreu al Palacete: se deduce que los derroches anteriores que cometieron sus propios líderes entraban dentro de la normalidad democrática. Porque rodeándose de personalidades llegadas de ese territorio tan cursi llamado sociedad civil o de colaboradores procedentes de la derecha, Andreu se construye un parapeto. Una especie de himno a la moderación que debería sosegar a quienes todavía (si es que existen) piensan que con el PSOE llega al poder poco menos que Stalin. Y permitiendo que se materialice ante la sociedad riojana desde el primer minuto quién forma su equipo de colaboradores evita pecados como esa tendencia tan acusada en su predecesor de rodearse de asesores que desempeñaban su trabajo en la opacidad. Adiós a las negras tinieblas. Que la luz invada el Palacete.

En auxilio de su estrategia, Andreu cuenta además con un elemento también favorable. El uso del VAR se ha extendido desde los estadios de fútbol a la vida cotidiana. El revisionismo invade también la política. Permite a sus protagonistas plantear una especie de enmienda a la totalidad de la historia. Gestionada esta tendencia de modo inteligente, ayuda a esquivar los errores cometidos por quienes nos precedieron, anticiparse a las crisis que vendrán y concederse en consecuencia una segunda oportunidad. El anterior Gobierno cometió equivocaciones graves; entre ellas, administrar de manera calamitosa la comunicación de algunas de sus medidas con mayor calado público. Andreu viaja en la dirección distinta, para negar ese falso axioma de que nunca se escarmienta en cabeza ajena, aunque esta estrategia no carece de riesgos. Una excesiva propensión a arbitrar el pasado o a gobernar desde el revisionismo suele penalizar la acción de todo Gobierno. Dedicar los primeros meses a dar la murga con la herencia recibida o mirando por el retrovisor alejaría al Gobierno entrante de su declarado propósito de imprimir un ritmo superior al habitual. Y haría poco creíble la novedad central de su equipo: la autonomía que regala a sus miembros. Una audaz selección de colaboradores que alumbra el primer chiste de su mandato. Esa broma según la cual en el nuevo Gobierno del PSOE también figuran consejeros del PSOE.

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