Septiembre de 1929. Muchos años antes del éxodo rural, en La Rioja, la inmensa mayoría de la población vivía en los pueblos. En uno de ellos, Matute, en el seno de una familia de agricultores nació el día 3 de aquel mes Antonio García Hernáez, ... el tercero de seis hermanos. 24 días más tarde, a menos de dos kilómetros de distancia, en Tobía, vino a este mundo Beatriz Vázquez Gómez, hija de molineros y la segunda de tres hermanos. 27 años después, uno y otra se unirían para toda la vida en sagrado matrimonio. Trágica y sorprendentemente, ambos murieron el mismo día, el pasado 29 de enero, a los 94 años y tras casi siete décadas juntos.
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Antonio 'Toño' García es el único descendiente que tuvo la pareja, un hijo entregado a sus progenitores, de los que heredó el oficio de molinero y a los que acompañó hasta el fin de sus días. «Ellos se conocieron de jóvenes en uno de los bailes que otrora se organizaban en Matute; al tiempo se casaron y un año después me tuvieron a mí, en 1957», cuenta García. «Durante los primeros años de matrimonio vivieron en el pueblo de mi padre, donde yo nací», apostilla.
Sin embargo, su estancia en el municipio matutino no duraría mucho. «Mi abuelo materno era molinero en Tobía, pero la humedad le empezó a causar bronquitis, un mal recurrente en los de su sangre, así que las familias plantearon un intercambio: mi familia materna se trasladaría a la casa de Matute a labrar el campo y mi familia paterna a la de Tobía, para ocuparse de la molienda de la mies». explica el hijo del matrimonio.
Antonio 'Toño' García
Único hijo del matrimonio
Como el molino y la vivienda de Tobía formaban parte del mismo edificio, Antonio García aprendió desde pequeño la profesión. «Recuerdo una infancia feliz en el pueblo; ir a la escuela, jugar con amigos... Pero en cuanto tuve edad, empecé a trabajar con ellos, luego pasé por otros empleos y tras la jubilación de mi padre, heredé el negocio familiar, que en aquel momento daba servicio a toda la comarca y que continuó en funcionamiento hasta el año 2020», comenta García.
Tras el retiro, Antonio y Beatriz disfrutaron de una vida plácida, marcada por el amor, el cariño y el respeto mutuo. «Siempre iban a todos lados juntos, no se separaban, además eran unas personas bondadosas, muy queridas por todos», afirma su hijo. Los cónyuges residieron en la casa-molino de Tobía hasta hace cuatro años, cuando la bronquitis genética comenzó a hacer mella en la matriarca. Esta situación les llevó a alquilar un piso en Nájera, donde compartieron el fin de sus días, acompañados por su hijo y una cuidadora.
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El pasado 6 de enero Beatriz sufrió un ictus que la mantuvo ingresada hasta el momento de la muerte, el lunes 29, a primera hora de la mañana. Esa misma noche, su viudo, Antonio, también falleció, según su hijo «de pena». Los dos fueron enterrados juntos, el miércoles 31, en su querida Tobía. Tras toda una vida en compañía, ahora el vástago de ambos sufre por la ausencia de sus padres. «El primer día que entré a casa y no les vi se me abrió un vacío muy grande, pero tengo que acostumbrarme a que no estén», relata García.
«De mi madre me quedo con su positividad, incluso al final se mostraba optimista a pesar de que el ictus la había dejado ciega; y de mi padre, con su cercanía y cariño hacia ella, fue amor hasta el último aliento», finaliza.
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Hasta que Antonio García cerró el negocio en 2020, la familia Vázquez, la de su madre, se había dedicado durante más de cien años a la molienda del grano, principalmente orientada a la elaboración de pan y alimento para los numerosos ganaderos del entorno, que acudían al pueblo tobiano a abastecerse.
«Mi bisabuelo no construyó el molino de Tobía, si no que se lo compró a una tal Mónica Puelles en los últimos compases del siglo XIX, ahí fue cuando los Vázquez comenzaron a dedicarse a este oficio», explica García, el último continuador de la tradición familiar. «Como el molino incorporaba vivienda, se convirtió en el hogar familiar; por debajo, pasaba una corriente hídrica muy caudalosa en invierno y algo escasa en verano. Debido a esto, mi abuelo decidió construir un estanque en 1921 que almacenara el agua para la estación más seca», añade.
Tras experimentar en otros campos profesionales, García se consagró al negocio familiar hasta su jubilación. Ahora tiene 67 años y, a pesar de vivir en Nájera, no se plantea vender un lugar que le trae tantos recuerdos. «Me gusta subir allí, especialmente en verano, porque además es un sitio muy agradable para reunirse toda la familia», sentencia sobre la casa-molino.
Reconversión turística
Desde su clausura hace cuatro años, el molino de Tobía se ha convertido en un lugar de interés educativo. Antonio García ha abierto sus puertas para que acudan grupos de escolares de excursión procedentes de distintas localidades de la comarca. El tobiano se suma a otros antiguos molinos de la zona reconvertidos al sector terciario, como la fábrica de harinas 'La Gloria', de San Millán, que hoy en día es museo, restaurante y casa rural.
Y es que, hasta el cambio de siglo, la comarca de Nájera era un área con numerosos negocios dedicados a la molienda del trigo. Aquí se encontraban bastantes de las 14 fábricas de harina que hace 25 años existían en toda La Rioja. Hoy en día, esos antiguos complejos se debaten entre el abandono y la reconversión.
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