El alumnado extranjero representa el 17,1% en las aulas riojanas, su máximo histórico

Las aulas son el reflejo de la propia demografía riojana y han experimentado el auge de la inmigración ligado a la bonanza económica de comienzos de siglo, el regreso de muchos a sus países de origen después de la crisis económica y el estallido de la burbuja inmobiliaria y el actual repunte de la población extranjera, que sigue impulsando el censo regional. En el curso 2000/01, La Rioja solo contaba con 836 alumnos extranjeros, un 2% del total, diez años después alcanzaba su ratio máximo (16,53%) con 8.230 estudiantes foráneos. Fue una época en la que esta nueva diversidad cultural cogió al sistema educativo desprevenido. Colegios e institutos están más preparados para acoger, acompañar y vivir su multiculturalidad ahora.

Según datos de la Consejería de Educación, este curso comenzó con 10.059 alumnos extranjeros en la enseñanza no universitaria de la región, el dato histórico más elevado. Por continentes, África, Europa y América (que ha duplicado su presencia en tres años) aportan casi por igual a las aulas riojanas, en torno a tres mil estudiantes, mientras que algo menos de un millar son asiáticos. En cuanto al país de procedencia, Marruecos es mayoritario (24,7%), por delante de Rumanía (19,4%), Colombia (13,4%), Pakistán (5,3%) y Venezuela (3%).

En la comparativa nacional –según datos del Ministerio de Educación relativos al curso pasado– La Rioja es la segunda comunidad con mayor población estudiantil foránea (17,1%), solo tras Islas Baleares (18,3%) y superando a Cataluña (16,4%), Aragón (16,2%) y Murcia (15%). Las autonomías que se encuentran más alejadas del 12,2% de media nacional son Extremadura (4%), Galicia (5,9%) y Asturias (7%).

La Rioja es, además, la segunda comunidad con mayor segregación en la matriculación de alumnado extranjero entre centros públicos y concertados. Frente al 20% que representa en la red pública de la región, la proporción se reduce a casi a la mitad (11%) en la concertada.

En cuanto a la formación universitaria, los datos son diferentes con una tendencia al cambio mucho más pausada y repartida. El 91% del estudiantado de la UR es español, apareciendo como otras nacionalidades principales la rumana (1,8%), colombiana (1%), italiana (1%), marroquí (0,7%) y china (0,4%).

Estas dinámicas migratorias llevan a los colegios a vivir una realidad culturalmente diversa y a tener que realizar una labor de recibimiento e integración que, en función del centro, es cotidiana. «Manejar esta acogida forma parte del trabajo diario y el resto del alumnado lo tiene muy asumido, es algo que fluye», señalan desde el equipo de Orientación de Logroño Este (Elena Díaz, Víctor Fuertes, Antonio Barreno y Raquel Garde), que integra a catorce centros, algunos de ellos con una altísima parte de su alumnado extranjero. «Este curso, en uno de los colegios hemos acogido ya a treinta estudiantes de nueva incorporación», apuntan.

El plan de acogida es la base de esa entrada al sistema no solo para los niños sino también para sus familias, en una función en la que cobran especial relevancia tanto los orientadores, en la vertiente más académica, como los profesores de servicio a la comunidad, «puente entre el sistema educativo y otras Administraciones». «En las primeras tomas de contacto no solo nos centramos en el alumno y la vertiente educativa, sino también en su familia: qué necesidades sociales pueden tener de medios, vivienda, sanidad... El contexto es fundamental», señala el equipo de Orientación de Logroño Este.

En caso de necesidad se abren numerosos recursos al estudiante, por ejemplo, aulas de inversión de castellano, durante la jornada lectiva pero nunca superando las diez horas semanales «para no perder el grupo de referencia, deben integrarse en el centro, vivir dinámicas, experiencias y conocer a sus compañeros». A este respecto, el equipo de Orientación alude también a alumnos de referencia con los que compartan el idioma y que sean vínculo, medidas de atención personalizadas, ajustes competenciales, actividades con asociaciones del entorno que promuevan la inclusión...

«Se puede pensar que la mayor dificultad es que el niño se adapte al colegio, pero es la parte más fácil, no ponen limitaciones. Donde más esfuerzo hay que hacer es en implicar e incluir a las familias en el sistema educativo», comentan desde el equipo de Orientación de Logroño Este, en referencia al 'choque cultural' que en ocasiones se produce en aspectos educativos, de rutinas o valores. «Pero el enfoque no es el enfrentamiento, es el acompañamiento, caminar a su lado», añaden.

A este respecto, Sergio Andrés Cabello –sociólogo, profesor e investigador de la UR y que participa en el proyecto nacional 'Familias de origen extranjero y escuela'– explica que «existe el prejuicio de que muchas de estas familias no le dan valor a la educación, pero los estudios demuestran lo contrario. La cuestión es que muchas veces vienen de sistemas muy diferentes, tienen dificultades de conciliación, de horarios, no cuentan con una red familiar... Nuestro sistema educativo hace esfuerzos muy importantes para trabajar en su implicación pero hay barreras difíciles de superar». Andrés Cabello incide en que «no hay una varita mágica» a la hora de determinar qué estrategias funcionan, si bien habla de «un claustro motivado en una labor diaria e insistente, trabajar con el entorno, el barrio y asociaciones ligadas a los colectivos u ofrecer actividades de tiempo libre poniendo en valor sus culturas».

La multiculturalidad se vive «con normalidad» en los centros con alta proporción de alumnado extranjero, señalan los orientadores, más allá de «carteles en diferentes idiomas o jornadas en las que puedan hablar de sus culturas, religiones... Pero el resto de asuntos, el trasfondo, se trata de forma general: el respeto, la asertividad, la tolerancia... Es lo bonito, tener esa base y aprovechar la multiculturalidad para hacer interculturalidad».

Con todo ello, Sergio Andrés Cabello señala que «en líneas generales, los desafíos con respecto a la diversidad cultural son los mismos que en el año 2000 –barreras idiomáticas y socioeconómicas, aspectos culturales...–, pero el sistema educativo está mucho más preparado». Además, el sociólogo alude a «un escenario diferente» con la segunda generación, aquellos que ya completaron su formación en nuestro país y que ahora son padres: «Recuerdan que vivieron un choque duro que sus hijos no tienen. Cuentan con un conocimiento del sistema y empiezan a funcionar ciertas estrategias ya conocidas».

Uno de los grandes retos sigue siendo el desigual reparto de alumnado extranjero entre centros, en el que inciden cuestiones como la concentración en ciertos barrios y lugares de la población migrante o la oferta de religión con la que cuentan pero en el que, por encima de todo, se sitúa la libertad de elección de las familias. «Es un tema muy difícil de solucionar, se propone desde un reparto del alumnado vulnerable –como ocurre en Cataluña– a un refuerzo de recursos y medios a los centros de difícil desempeño. Lo que sí sería interesante es que todos los centros dispusiesen de matrícula abierta todo el año», concluye Andrés Cabello.