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Última sesión del juicio por el crimen de Lardero y turno de las conclusiones definitivas de las partes. Como el resto de jornadas, desde que el pasado lunes 20 de marzo se iniciara el proceso penal por el asesinato y agresión sexual al pequeño ... Álex, no ha sido un día fácil.
El fiscal Enrique Stern ha iniciado su intervención reafirmando las conclusiones provisionales que ya expuso en la jornada inicial del juicio. y luego ha ido repasando casi paso a paso cómo se desarrolló la aciaga tarde noche que acabó con la vida del pequeño Álex. No ha dudado Stern en ningún momento en asumir «indubitativamente» la autoría de Almeida en el crimen de Lardero: «Almeida no mató a Álex, Almeida asesinó a Álex».
Stern ha ido desgranando las principales pruebas y los testimonios más significativos de los especialistas y científicos que «han permitido llegar a un nivel de certeza difícilmente alcanzable en Derecho». En un tono inapelable, el fiscal ha recordado los antecedentes de Almeida (condenado en 1991 por violar a una niña y en 1998 por asesinar a María del Carmen López en el crimen de la inmobiliaria) para atestiguar el carácter de depredador del acusado y su sangre fría. «Lo que esta vez ha intentando es buscar una víctima fácil, violarla, matarla y esconderla, pero fue pillado antes. Si llega a conseguir su propósito, posiblemente no sabríamos ahora qué ha pasado con Álex», ha indicado Stern.
Respecto del procesado, la acusación pública le ha descrito como un «hombre de una extremada sangre fría, que en el momento de la detención se mostró igual de impasible que durante el juicio». «Almeida no ha mostrado la menor empatía con el padre cuando declaró», ha apuntado. Pero no por eso padecería trastorno psicopatológico alguno, como así lo certificaron los psiquiatras forenses que le exploraron en el Instituto de Medicina Legal de Segovia y que testificaron como peritos en la vista oral.
En su informe, al que este martes se ha remitido Stern, los doctores concluyeron que «Almeida es una persona totalmente sana», «sabe que hace daño, le satisface hacerlo y lo va a hacer», señalaron. «Almeida siempre ha estado perfectamente de salud mental», ha abundado.
El fiscal, que se ha reafirmado en su petición de prisión permanente revisable por el delito de asesinato, más 15 años por agresión sexual, también ha insistido en que el acusado «no tiene ninguna laguna mental, estaba atemorizado por lo que le podían hacer en el centro penitenciario y ese era su único temor».
Sobre si el tiempo transcurrido en prisión, más de 25 años, habría podido afectarle en su comportamiento como trató de insinuar la defensa, ha indicado: «Les puede dar agorafobia, pero no que vuelvan a violar y asesinar». También se ha remitido a las pruebas periciales que descartaron que el acusado presentara síntomas de embriaguez y de abstinencia. De hecho, el médico que le atendió cuatro horas y media después del crimen «no reflejó nada en este sentido en su informe. Sólo le dijo que le dolía la espalda porque le habían pegado una patada de la que no tenía ni una señal».
El fiscal también se ha referido a que durante su declaración en el primer día de juicio, Almeida reconoció que le había metido el pene en la boca al pequeño, de hecho, había restos del acusado.
Y pese a que Almeida dijo que Álex lo hizo voluntariamente, Stern ha explicado que «todo Occidente protege las relaciones sexuales con menores de 16 años, y Álex tenía 9 años, por lo que constituye un delito violación, aún cuando hubiese aceptado». «¿Existió violencia? Si le quitó los zapatos y tuvo que arrancarle los pantalones, ya hubo violencia. También tenía un arañazo brutal por un tirón, ya tenemos otra forma de violencia», ha detallado.
En un momento, ha recordado los moratones que presentaba Álex por la «enorme» presión que ejerció Almeida y «¿no les parece que esto es también una forma de violencia contra el niño?», ha preguntado a los miembros del jurado.
También ha recordado la existencia de la carta que Almeida remitió al capellán de la cárcel en la que se identificó como el que mató al niño de Lardero. Una instancia abierta y escrita a mano que no negó el propio Almeida. «¿Es una confesión? Considérenlo como quieran, pero está claro que hemos visto a Álex entrar, estar con Almeida, morir asfixiado y bajar a Almeida con el niño muerto en los brazos. No hubo nadie más. Almeida no mató a Álex, Almeida asesinó a Álex«, ha insistido.
Se trata, a su juicio de un asesinato «alevoso» porque «cuando Almeida cerró la puertas las posibilidad de sobrevivir se pulverizaron». «¿Qué posibilidades tenía Álex de defenderse? Las técnicas que empleó son alevosas porque impiden la capacidad de defenderse», ha insistido.
Por su parte, las acusaciones particular y popular, representadas por la abogada Alicia Redondo, ha añadido en su petición la agravante de reincidencia. Sus primeras palabras dirigidas a los miembros del jurado han sido: «Estamos, sin lugar a dudas, ante la personificación de la más vil de las maldades, estamos ante un depredador que cada vez que ha salido a la calle ha violado y asesinado».
A su juicio, «los hechos se llevaron a cabo de manera premeditada, estuvo varias semanas intentándolo con varios niños hasta que desgraciadamente consiguió». Se desconoce cómo convenció a Álex, pero «no hay dudas de que se lo llevó a su vivienda». Una vez en el interior, cerró la puerta «eliminando cualquier posibilidad de defensa, hablamos de 29 kilos frente a 89». «El propio acusado reconoció que le agredió y sólo la introducción del pene ya es una agresión sexual», ha precisado.
Del relato desgranado por los testigos que han declarado a lo largo de las seis jornadas de juicio, ha quedado claro que el mecanismo de la muerte fue asfíctico, «el acusado comprimió con el antebrazo el cuello durante 4 o 5 minutos. Apretó, apretó y apretó, pese a que a los pocos segundos ya había perdido el conocimiento, no podía ofrecer resistencia y si sigue apretando sí o sí se provoca la muerte, no solo quería taparle la boca».
Todo ello mostraría, en su opinión, que «Almeida tenía clarísimo que quería matar a Álex que presentaba lesiones mucho más graves que las que se pueden encontrar en un ahorcamiento».
Una vez consumada la agresión sexual, ha añadido Redondo, el acusado oyó el telefonillo, vistió al pequeño, «pero con las prisas de no ser descubierto se le olvidó ponerle los leggins y subirse la bragueta». Pese a que Almeida contó que salió a pedir ayuda, «¿quien sale a pedir ayuda y se para a vestir a un niño? ¿Quién sale a pedir ayuda y coge unos zapatos y le pone una peluca? Es más, si quieres pedir ayuda llamas por teléfono, coges el móvil…», ha precisado.
Al igual que Stern, Redondo se ha referido a la memoria selectiva del acusado, pero los peritos certificaron que no presentaba alteración amnésica ni alteración psicopatológica. «Sólo le preocupa lo que los demás presos le puedan hacer en la cárcel».
Sobre el supuesto consumo de alcohol, la acusación particular ha recordado que los forenses que elaboraron el informe mental de Segovia certificaron que no había tenido síndrome de abstinencia. Tampoco los testigos que han pasado por la sala detectaron que el procesado oliera a alcohol.
«La forma de atacar a Álex, la violencia empleada, las lesiones, todo hace que no se encontrara con la capacidad disminuida. Quiso satisfacer sus más asquerosos deseos, quiso hacer lo que hizo, es un depredador sexual, quiso matar a Álex y lo mató», ha enfatizado.
Antes de concluir, la abogada de la familia del pequeño Álex, ha resumido el relato de aquella tarde: «El acusado arrancó al niño del parque, desplegó toda su fuerza contra Álex y acabó con su vida de una forma tan atroz que estoy segura de que a nadie que haya pasado por esta sala le va a dejar indiferente para el resto de sus vidas».
Finalmente, Alicia Redondo ha rogado el jurado que emita un veredicto de culpabilidad «sin titubeos». «Piensen en Álex, de tan solo 9 años, que un día jugaba tranquilamente en el parque y se cruzó con este desalmado. Por Álex les pido ese veredicto de culpabilidad».
La defensa de Francisco Javier Almeida, César Martínez, ha comenzado su exposición diciendo que «ha sido un juicio difícil para él» en el que, a su juicio, por las supuestas filtraciones a la prensa, se ha llegado a contaminar el relato de los hechos«. De ahí que, ya en ese momento ha anunciado que el acusado haría uso de su último turno de palabra.
Martínez ha reconocido que «no cabe duda de que el niño fue a casa de Almeida, que sube por las escaleras, mientras el acusado lo hace por el ascensor», pero «¿Cuál era el plan de Almeida? ¿pensaba matar al niño? Es cierto que tras mostrarle el pájaro se despierta el deseo sexual y que se realiza sin violencia porque no hay muebles rotos ni signos de violencia en el piso», ha indicado.
El abogado, que mantiene la libre absolución y de forma subsidiaria que se le apliquen las atenuantes de confesión y de reparación del daño, ha alegado que cuando Almeida admitió que agredió sexualmente al pequeño ya confesó los hechos, de ahí la atenuante que solicita
De acuerdo con su versión, una vez que acaba la agresión sexual, se empiezan a oír ruidos y «el niño se quiere marchar, el niño trata de huir, quiere gritar, le tapa la boca mientras con el brazo le sujeta por el cuello, el niño se mueve, tenía holgura para moverse y esto es la clave de si estamos ante un asesinato o un homicidio».
Ha asegura que Almeida no fue consciente de que el niño había perdido el conocimiento y como tiene miedo a ser descubierto, «sin subirse la cremallera, coge las llaves, baja con el cuerpo descubierto, no lo tapa con una manta o lo mete en una bolsa de deporte». La voluntad, por tanto, de salir con el cuerpo del pequeño para pedir ayuda cualificaría, a su juicio el arrepentimiento espontáneo. Luego bajó por las escaleras sabiendo que iba a ser grabado porque lo que quería era «arrepentido, salvar al niño».
Al igual que las acusaciones, César Martínez ha recurrido a la instancia que remitió al capellán, aunque en este caso para justificar con la misiva la concurrencia en este caso de las dos atenuantes que solicita de forma subsidiaria: arrepentimiento y reparación del daño.
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