«Alguien que está bien consigo mismo no necesita hacer daño ni quedar por encima de otros»

En este sentido, además de promover conductas prosociales, basadas en el buen trato y respeto, también resulta esencial atender las necesidades psicoeducativas que están detrás. «Hay que ser conscientes de todo el recorrido y trabajar la regulación emocional desde pequeños, porque alguien que está bien consigo mismo no necesita hacer daño a otras personas ni utilizar el poder para quedar por encima de alguien».

La comunicación también resulta esencial, sobre todo porque es una lacra en la que el silencio es la ley predominante. «Las personas agresoras saben qué hacer y decir para tener controlada a la víctima y que no se comunique». De ahí la clave de «saber observar los indicadores, las actitudes y todo lo que conlleva el acoso en su propio cuerpo, porque las emociones se manifiestan en el cuerpo como escenario. Hay que estar atentos y conseguir que haya una buena comunicación entre el profesorado y el alumnado, pero también en la familia, para que cuando tengan un mal momento se comuniquen porque les hemos generado confianza». Lo que no se debe hacer, apunta, es trasladar a la víctima de centro, a no ser que esta lo estime conveniente. «Ha de experimentar el apoyo del centro y de los compañeros, sentir que ha habido unas personas con unas conductas que le han hecho daño, pero que no es la responsable ni debe sentirse culpable por estos hechos». No obstante, faltan muchos recursos, «como los psicólogos educativos en los centros, para trabajar las emociones, las conductas y las relaciones interpersonales de manera integral».