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Martes, 21 de febrero 2023, 20:05
Alfonso Sáenz es de Arnedo, es cura y tiene una afición que puede no pegar mucho a alguien de su profesión, pero que es algo con lo que disfruta mucho en su tiempo libre: la escalada. Hace cinco años que este hombre se ordenó sacerdote y le toca recorrer localidades como Villoslada, Pradillo, Lumbreras, San Andrés... donde ya se ha ganado a los vecinos.
«Llevaba desde los 30 años intentado centrarme y hacer bien las cosas y a los 33 años llegó un momento de claridad, de iluminación... me di cuenta de que nada de lo que me había pasado en la vida había sido casualidad, había tenido un porqué. Si yo estaba así era por las malas decisiones que había tomado, también a nivel interior», explica.
Alfonso reconoce que siempre ha dicho que sí a los retos que le ha puesto la vida, y uno de ellos fue el seminario. «Dije que sí, con mucho miedo, porque no quería ser sacerdote. Pero gracias a ello pude recuperarme y trabajarme a mí mismo. Tras cinco años me vi preparado para dar el paso», explica.
La experiencia no ha sido solo una sorpresa para sí mismo, sino también para sus familiares y amigos. Los primeros notaban que pasaba algo y cuando Alfonso les confesó qué era, se sintieron aliviados al saber que era «algo bueno». En el caso de los amigos, no solo no confiaban en que fuera capaz de terminar el seminario, sino que apostaron a que no acabaría siendo cura. «Y perdieron todos la apuesta», se ríe.
Durante esa época en la que tenía «malos hábitos» y estaba algo perdido, una buena opción era buscarse una afición. Y esta afición fue la escalada, que llegó después de probar con la bicicleta, que no le gustaba. «Lo que sí me gustaba era la sensación de haber conseguido un reto», añade. Y la escalada le propuso muchos de esos retos.
El día que toca escalar, las primeras sensaciones llegan ya en el bar. «Ahí ya noto si estoy nervioso o ansioso», reconoce «y en el coche empiezo a trabajar para en el pie de vía tener claro a qué reto me voy a enfrentar, no solo en cuanto a la escalada, sino mentalmente».
Entre risas, asegura que la escalada le ha «enseñado a predicar porque cuando me pongo delante de la gente, los miedos son los mismos. Si no tienes una afición que te haga sentir bien contigo mismo haces las cosas enfadado». Y él va tan contento tanto a dar misa como a escalar, que ya se ha ganado incluso el mote de los más jóvenes, que le llaman 'pater'.
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