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El pasado martes, 23 de noviembre, los vecinos de Haro se despidieron de las Siervas de Jesús. Las monjas de esta congregación llevaban asentadas en la capital del vino desde el 2 de mayo del año 1888. Quedaban siete. La más joven tiene 73 años y la mayor anda por los noventa. «Hay que preparar el futuro», decía con resignación la madre María Jesús. «Dentro de poco van a necesitar cuidados más adaptados a su salud -explicaba- y la casa no reúne condiciones adecuadas para que puedan ser atendidas».
El cierre del convento jarrero de las Siervas de Jesús es un muesca más en un camino que parece inexorable: cada vez cuesta más encontrar nuevas vocaciones y el envejecimiento de muchas comunidades las aboca a la desaparición o, al menos, al reagrupamiento. Según los datos de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, a fecha de 31 de diciembre del año 2020, había en La Rioja 65 casas religiosas, 13 de vida contemplativa y el resto, 52, de vida activa. La diferencia entre ambas reside en el compromiso que adquieren monjes y monjas. Los contemplativos (172 en La Rioja) enfocan toda su existencia a la oración mientras que los segundos salen con frecuencia del monasterio y participan activamente de la vida cotidiana de los lugares en los que viven. Eso sucede, por ejemplo, con los agustinos recoletos de San Millán de la Cogolla, algunos de los cuales incluso atienden las parroquias de los pueblos de su entorno.
De los trece monasterios de vida contemplativa que quedan en La Rioja solo hay uno masculino, el de Valvanera, sobre el que hace unos años se cernió la sombra del cierre definitivo. Los benedictinos habían decidido abandonar la abadía después de más de mil años, lo que causó un notable revuelo social. Finalmente, tras espinosas y larga negociaciones se encontró una solución: la orden benedictina cedió el convento a la diócesis y una nueva congregación, el Instituto del Verbo Encarnado, ocupó la casa. No tuvo tanta suerte otro de los grandes monasterios de La Rioja, Santa María la Real de Nájera, que quedó despoblado -más allá del habitual tráfico de turistas- tras la marcha de los franciscanos en 2017.
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«Nos preocupa el descenso porque hacen un bien a la sociedad», admite Vicente Robredo, que ejerce de administrador diocesano hasta el nombramiento de un nuevo obispo. «Lo que pasa -añade- es que el envejecimiento no hay quien lo frene y resulta difícil que surjan vocaciones». Desde el año 2003, han cerrado once conventos en La Rioja, que cuenta con 134 religiosos menos. Durante algún tiempo, a principios del siglo, los periódicos se llenaron de imágenes pintorescas de monjas llegadas de países exóticos, aunque ahora se ha limitado su entrada. «El propio papa advirtió que había que tener cuidado porque lo que aparenta ser una vocación tal vez pudiera ser un sistema para entrar en el país. Ahora el escrutinio es mucho mayor, pero sigue habiendo ese flujo», indica Robredo.
Pese a todo, el administrador diocesano se muestra esperanzado. Dice que ve cómo, aunque sea con cuentagotas, hay jóvenes que llegan buscando el silencio. «Ese silencio -añade- es casi un privilegio y nos vendría bien a todos..., incluso a quienes no sentimos la llamada de la vida contemplativa».
Desde el punto de vista arquitectónico, no todos los conventos son iguales. Algunos ocupan edificios modernos y sin adornos, mientras que otros acumulan siglos de historia bajo sus imponentes ojivas. Cuando una congregación los abandona, se abre una nueva vida para los inmuebles, aunque no siempre resulta fácil encontrarles otro uso y muchos de ellos, como el monasterio de las clarisas en Entrena (siglo XVI), se ven abocados a una lenta agonía. Mejor suerte ha corrido el convento de la Concepción, en Alfaro. El edificio, que suma más de 400 años, quedó desacralizado en 2016 tras la marcha a Logroño de las monjas. El Ayuntamiento alfareño acordó su adquisición por 1,48 millones de euros. Tras haber sido declarado Bien de Interés Cultural en 2019, el antiguo convento ha recibido una subvención ministerial de casi un millón de euros, con cargo al 1,5% Cultural, para su rehabilitación como espacio de usos culturales. El monto total del proyecto supera los 1,5 millones de euros.
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