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Marlyn Castañeda y Fredy Arango son dos de los rostros del nuevo mercado laboral riojano. Este matrimonio venezolano desembocó en Logroño en su tránsito hacia una nueva vida para su familia, que creció un poco más a los pocos meses de llegar, con una riojana ... nacida en el San Pedro que cumplirá pronto seis años, la cuarta de sus hijos. Reconocen sentirse «bendecidos y afortunados» por todo lo que les ha ocurrido en esta tierra, entre otras cosas, por haber podido encontrar rápido acomodo en el mercado de trabajo aunque asumen por experiencias cercanas que su caso no es generalizado entre la población migrante que frecuentemente sufre mayores dificultades de acceso y precariedad.
Su viaje comenzó mucho antes de tomar el avión en 2018. La decisión de dejar Venezuela «por la situación tan difícil que se vivía allí», explican, la tomaron tiempo atrás. En principio, iban a mudarse a Colombia, país en el que nació Fredy, después, valoraron Estados Unidos y, finalmente, se decidieron por España. Marlyn había visitado previamente a una familiar en Bilbao y ese acabó siendo su primer destino. Un mes después, terminaron en un albergue claretiano, donde conocieron a otras familias en su misma situación y contactaron con la asociación Rioja Acoge «donde nos recibieron, orientaron y asesoraron en todo el proceso», recuerdan con agradecimiento.
Asentados en la capital riojana, comenzó la fase de capacitación laboral. Ella, con una formación en hostelería; él, en electricidad. Apenas tuvieron que esperar, su primer empleo llegó pronto. «En mi caso, el primero y el único desde que estoy aquí», expone Fredy, que comenzó a trabajar en una empresa de fabricación de ventanas al momento de recibir el permiso para extranjeros. Marlyn estuvo un par de meses en la hostelería y después, ha pasado por la línea de producción de dos empresas de alimentación, encadenando hasta el momento contratos temporales.
Se dedican a la industria, actividad que aglutina un mayor número de trabajadores extranjeros, algo que corroboran según su experiencia en las fábricas. «Bastante más de la mitad somos de fuera, especialmente entre los operarios», coinciden ambos. Marlyn también recuerda que «cuando trabajé en los bares solo dos o tres eran españoles, la mayoría colombianos, bolivianos, rumanos...». De hecho, sus tres hijos mayores trabajan actualmente como camareros, otro ejemplo más de la presencia migrante en este sector.
«Cualquier persona busca una estabilidad laboral y hasta ahora a nosotros todo nos ha ido bien, no hemos tenido tropiezos ni inconvenientes», subraya Fredy con ilusión por esta nueva vida que han construido en La Rioja. Sin embargo, saben de otras experiencias que poco tienen que ver con la suya. «Conocemos también a familias han tenido que abandonar y regresar a su país, porque no han encontrado trabajo, no se han conseguido adaptar...», señala Marlyn. «Muchos van rotando de una empresa a otra con contratos de quince días, encuentran puertas cerradas, pasan malos ratos...», comenta por su parte Fredy.
Ellos sí que comparten un denominador común en muchos trabajadores migrantes, y es que no se dedican aquí a lo que se dedicaban en Venezuela. Fredy era administrativo en una clínica médica. Marlyn, profesora de educación física. Ella reconoce que le gustaría volver a dedicarse a la docencia: «Es para lo que estudié y lo que me gusta». Sin embargo, mientras siguen desarrollándose en sus actuales empleos, en su cabeza, en su hogar, crece un futuro sueño, un proyecto más personal, de carácter familiar. Pero esa será otra historia que también esperan contar.
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