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SOFÍA FERNÁNDEZ
Jueves, 8 de diciembre 2022, 13:45
En el mismo día en que Jesús María Angulo cumplía 82 años (este 6 de diciembre) el jesuita de la Comunidad Sagrado Corazón decía adiós a este mundo de madrugada, de forma discreta y afrontando la muerte con serenidad. 'Josu', como todos le conocían, no ... ha podido superar el cáncer de páncreas que le diagnosticaron hace apenas un mes y que provocó su ingreso en el Clínico.
Jesús María Angulo nació en 1940 en el pequeño pueblo riojano de Anguciana que por entonces contaba con 837 vecinos (hoy con poco más de 400). Al cumplir la mayoría de edad ingresó en 1958 como novicio en el Monasterio de Veruela para formarse durante cinco años como sacerdote.
Resulta curioso que en la casa de los Angulo García parece que la vocación venía de serie, ya que sus tres hermanos se entregaron en cuerpo y alma a la vida religiosa.
Las ganas de Jesús María por conocer, por saber más y su espíritu curioso le llevaron a estudiar Filosofía en Comillas, también Magisterio en Miranda de Ebro y, después, Teología en Madrid, estos estudios le mantuvieron ocupado desde el año 63 hasta el 72.
Haciendo uso de su buen humor, de su carácter afable 'Josu' hablaba con humildad incluso del momento de su muerte. «El encargado de hacer mi necrológica no tendrá mucho que escribir. Son 40 años en Logroño y 10 en Valladolid». Pero medio siglo de entrega y vocación a los demás no pueden resumirse en esas 20 palabras.
'Josu' ha dejado profunda huella en la comunidad de jesuitas de Valladolid, también en la de Logroño y, sobre todo, guió en el camino espiritual a cientos de jóvenes estudiantes de esas dos ciudades a los que impartió clase y Eucaristía «con sermones que adaptaba a los más pequeños haciendo muestra de esa predisposición de hacer más fácil la vida de los demás», señalan desde su círculo cercano.
Tras dar cientos de misas, este miércoles el discurso de la Eucaristía celebrada en la Iglesia del Sagrado Corazón de la Residencia de los Jesuitas iba dirigida expresamente a él, para retratar a una persona «con cuatro pasiones principales», así lo ha manifestado el delegado de los Jesuitas en Castilla y León, Gerardo Villar.
Uno de los cuatro pilares que alimentaban su vida era la familia. De hecho, hace un par de semanas Jesús María había ido a La Rioja, a ver a varios familiares, «para despedirse de forma discreta como era él y con esa serenidad y esa sonrisa de agradecimiento a la vida que tanto le caracterizaban», cuentan desde su entorno.
Su dedicación a los demás alimentaban su espíritu cada día, «siempre estaba pensando cómo hacer la vida más fácil de todo el mundo, cómo ayudar al máximo número de personas y le frustraba ese no poder llegar a todo, tenía ese ansia de mejorar el mundo», dicen quienes compartieron momentos con el riojano.
Desde que llegó a Valladolid en 2012 para asentarse en la Residencia de los Jesuitas del Sagrado Corazón, trabajó a diario en la gratificante tarea de ayudar a los mas necesitados y, por eso, fue uno más de la Red Íncola durante seis años. Durante esta etapa colaboró, además de atender a los huéspedes de la congregación, en la Iglesia de las Esclavas y en la Parroquia de San Andrés hasta este mismo año.
La enseñanza y la vocación son las otras dos pasiones que completaron la vida del residente de los Jesuitas de Ruiz Hernández. «Ha sido un ejemplo y un guía para cientos de alumnos en sus distintas etapas académicas», subrayan desde su círculo cercano.
Por mucho que Jesús María quisiera resumir de forma humilde su necrológica en 20 palabras, 50 años de vida como jesuita dan para mucho más. «Ha sido todo un ejemplo», finalizan sus allegados.
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