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Hace 15 años el olivo en La Rioja solo era reconocible en las rotondas como elemento decorativo y en algunas fincas utilizado como mero producto de autoconsumo. Pero todo cambió en el otoño de 2004, cuando se aprobó la Denominación de Origen Protegida Aceite de La Rioja. El comienzo de siglo significó un cambio drástico de la producción de aceite. Se multiplicaron las hectáreas, con lo que se dio la vuelta a la dinámica tan negativa en la había entrado el sector, tocando en 1993, su mínimo histórico con tan solo 2.373 hectáreas. Se pasó del autoconsumo a la profesionalización evidenciado un proceso productivo mucho más sofisticado. Riego adaptado, plantaciones súper intensivas, una mejora de las almazaras, la transformación de los antiguos sistemas de prensas por sistemas de centrifugación, son ejemplos claros de un cambio profundo y total de un sector que ya es una alternativa al vino.
Cerca de 1.400 hectáreas de olivo están inscritas en la Denominación, entre los que destacan tres principales variedades: la Redondilla (autóctona de La Rioja), la Royuela y la Arbequina (variedad autóctona de Cataluña pero muy extendida en el norte de España). Desde la DOP, se está impulsando el cultivo de las dos primeras, ya que son variedades que aportan aromas diferentes. «Nuestro objetivo, nuestra premisa, lo que buscamos desde el Consejo Regulador es producir aceites diferentes al resto, únicos. Es lo que caracteriza a los aceites de La Rioja, sus aromas tan peculiares», reseña Elvira Cantabrana, responsable de comunicación y secretaria de la DOP de La Rioja. Aceites que presentan un picor, un amargor que les hace diferentes, propio de la variedad y del tipo de suelo de la región. Un aceite virgen extra de gran calidad que tiene infinidad de usos. En crudo, en frituras o para amasar postres. Como aperitivo o desayuno. Un alimento muy completo, que ha sido objeto de innumerables investigaciones, en definitiva, un producto muy versátil, aromático y agradable.
Y que se encuentra ahora en su proceso primario, la recolección. Tardía en su tiempo debido a las lluvias que han caído sobre La Rioja este mes de noviembre. «La campaña empezó tímidamente debido al tiempo, las lluvias han impedido que los agricultores puedan entrar a las plantaciones a recoger la oliva», manifiesta Cantabrana. Ahora mismo se encuentra parada, esperando a una mejora de la climatología que llegará esta semana. «No nos queda mucho que recoger, en tres o cuatro días, acabaremos», asegura un recolector de las hectáreas de olivo que tiene el Gobierno de La Rioja en La Grajera. El año pasado se recolectaron cuatro millones de kilos de aceituna con denominación de origen. Cantidad que se es espera igualar este año. «La cifra puede ir un poco a la baja, por las condiciones atmosféricas, esperamos que ahora con la mejora del tiempo, haya más afluencia en las almazaras. Nuestro objetivo es igualar lo recogido el año pasado», sentencia Elvira.
Esta semana se espera una gran afluencia en las almazaras. La de Albelda ya está en pleno rendimiento. Desde finales de octubre hasta mediados de diciembre, las diferentes máquinas que componen la almazara convierten -en aproximadamente tres meses- las olivas en aceite. «La gente descarga con los remolques la oliva en la torba. Una vez que lo descargan pasa por una cinta donde pasan por la máquina donde lo despalilla, deshojan y las limpian», afirma Mamen Martínez Herreros, maestra almazara de Albelda . Posteriormente las olivas son llevadas a una torba de pesaje, para dividirse en dos torbas dependiendo de la variedad. «La oliva se separa según su madurez para producir diferentes tipos de aceites», asegura Martínez Herreros. Una vez que se divide en las torbas pasan a las máquinas de monturación, donde se machaca a la oliva, se hace un batido de entre 20-30 minutos. El batido se destina a una centrifugadora que separa el aceite, del hueso y de la pulpa. Y se consigue por fin el aceite, que debe dejarse reposar en los depósitos. «A la semana se hacen los sangrados, al mes se secan los barros y se hacen los trasiegos (una decantación natural). A los tres meses es cuando ya se puede envasar el aceite», confirma Mamen.
Cuando el aceite ya está producido, llega el turno de los análisis e investigaciones, entre otras cosas para conocer si la calidad es tal como para denominarlo Virgen Extra. «Se realizan dos tipos de análisis: el físico-químico (relacionado con la salud) y el organoléptico (realizado por un panel de cata oficial que valora el aceite al paladar y al olfato)», comenta Elvira Cantabrana.
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