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Incertidumbre, indefensión, déficit de información y de apoyo, vulnerabilidad frente a una decisión consciente pero dolorosa y traumática... Irene no se ha arrepentido de su decisión, pero las huellas de lo vivido hace ya nueve meses perduran aún frescas en su memoria.
«Yo ... tenía claro que es una cuestión de derechos fundamentales que exista el aborto legal, libre, seguro y gratuito, pero siempre había dicho que yo no iba a abortar porque tengo 27 años y por mi educación no lo concebía. Sin embargo, desde que me enteré, con todo el dolor de mi corazón, lo tuve claro porque en ese momento no podía ni tenía recursos para traer a una criatura al mundo», arranca su testimonio esta joven riojana.
«Fue a finales de abril del año pasado. Me encontré con una falta de información brutal, solo sabía que en La Rioja no se podía, pero desconocía el procedimiento que tenía que seguir, me encontré con una incertidumbre y una indefensión terribles en un momento en el que, además, estás en shock emocional. Me sentí muy vulnerable porque ignoraba a qué puerta tocar», se lamenta. Su primera opción fue su médico de cabecera en el pueblo, pero la cita se posponía una semana. «Eran demasiados días para la situación en la que me encontraba. Sabía que me iba a remitir a Ginecología y de ahí, a Pamplona, a Vitoria o vete tú a saber».
Por eso se decidió por acudir a un centro privado riojano de ingrato recuerdo. «Me sentí fatal, llorando a lágrima viva desde que entré hasta que salí, me hicieron una exploración que luego supe que no debían haber hecho, apenas me informaron o apoyaron y me aconsejaron ir directamente a un centro de Zaragoza», recuerda, para denunciar que «me dieron dos pastillas a granel metidas en un guante de látex para que me las pusiera vía vaginal 'a ver si había suerte'. Me pareció flipante y todavía las tengo guardadas en el guante porque me planteé incluso denunciarles».
Su única salida fue desplazarse a Zaragoza, donde se produjo la interrupción del embarazo por vía farmacológica, «Fue un dineral, más de 400 euros, además de los traslados y el día de trabajo que perdí», critica, para denunciar que «es una vergüenza y una injusticia que sigamos así después de 13 años desde que la ley entró en vigor. Sientes indefensión en un momento de vulnerabilidad máxima porque la decisión es muy dura y el proceso es muy traumático, sobre todo el posterior porque nadie se acuerda de qué pasa después. Yo después no he tenido ningún tipo de revisión y sé que debiera yo haber ido a un ginecólogo, pero le cogí tanto trauma que no he sido capaz».
Tras reclamar mayores facilidades de información y un acompañamiento, «no sé si social, sanitario y, desde luego, psicológico porque este proceso no es nada fácil», Irene confiesa que al final tuvo que pedir «la baja laboral por depresión, me gasté un dineral en el psicólogo... Es muy heavy todo esto».
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