Tráfico en el puerto de La Pedraja, con el habitual trasiego de camiones. JUSTO RODRÍGUEZ

Logroño-Burgos

A-12, la autovía de nunca acabar

Veinticuatro años después del inicio de las obras, los proyectos de los tramos burgaleses deben rehacerse y ni siquiera hay fecha prevista para su licitación

Pío García

Logroño

Domingo, 12 de noviembre 2023, 08:29

Viajar de Logroño a Burgos no es fácil. En tren es casi imposible y por carretera hay que tomar dos decisiones, ninguna buena: o se va en línea recta, por una carretera atestada de camiones y con travesías urbanas imposibles, o se da un rodeo ... de cuarenta kilómetros por la autopista. Hay todavía otra opción, que es la recomendada por Google Maps y que, al menos sobre el papel, resulta ser la más rápida (1 hora y 27 minutos): uno coge la AP-68 hasta Haro, luego sigue hacia Pancorbo por la N-232 y finalmente se incorpora a la antigua Nacional 1 a setenta kilómetros de la capital castellana. Estos dos últimos itinerarios tienen dos inconvenientes: hay que pagar peajes (6,25 euros en el primer caso y 4,25 en el segundo) y además, por mucho que diga el GPS, durante un buen tramo el conductor no puede desprenderse de la inquietante sensación de que cada vez se aleja más de su destino. Todo ello explica que, pese a la reciente liberación de la AP-1, la vieja carretera de Burgos, medio convertida en vía de doble carril, siga siendo el camino preferido por turismos, furgonetas y camiones.

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La A-12, flamantemente titulada 'Autovía del Camino', dio sus primeros pasos en 1999. El 21 de mayo de aquel año, el Consejo de Ministros autorizó la contratación de las obras de la variante de Navarrete, con una longitud de seis kilómetros y un precio de licitación que ascendía a 2.643 millones de pesetas. Reinaba Juan Carlos I, gobernaba José María Aznar, el Club Deportivo Logroñés estaba en Segunda División y todavía no se utilizaban los euros. Unos meses antes, en febrero de 1999, el ministro de Fomento, Rafael Arias Salgado, había anunciado que aquel era el comienzo de la autovía Agoncillo-Logroño-Burgos, una infraestructura muy esperada que, según el ministro, iba a estar construida y disponible en el año 2010. También dijo Arias –la hemeroteca es dolorosa– que para ese año La Rioja ya disfrutaría de una conexión férrea «de velocidad alta» con el AVE.

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Trece años más tarde de aquel horizonte mítico, la autovíaA-12 solo está medio hecha. Resulta confortable coger el coche en Logroño y avanzar sin contratiempos a 120 kilómetros por hora por una vía de doble carril..., hasta que se deja a un lado Santo Domingo de la Calzada, se cruza el nuevo puente sobre el Oja y las señales anuncian con gran estrépito de colores el estrechamiento súbito de la calzada.Los turismos aprovechan para adelantar a todos los camiones posibles antes de que se acabe la barra libre y las maniobras se vuelvan inciertas y peligrosas.

Desde ahí a Burgos quedan 67 kilómetros de penitencia. Hasta Villamayor del Río las obras de la autovía son una presencia constante. Durante casi cuatro kilómetros se percibe una calzada paralela perfectamente asfaltada, aunque todavía sin las líneas pintadas. Más adelante hay operarios trabajando, movimientos de tierras y camiones que entran y salen cargados de piedras. Las obras avanzan, aunque no al ritmo deseado. Este tramo debería estar en funcionamiento desde marzo de este año, pero ya ha sufrido bastantes retrasos. Pese a que las obras son visibles y el ajetreo continuo, no parece posible que se abra al tráfico hasta el año 2025. «Esperemos que se agilice y que se concluya lo antes posible porque esto solo es cuestión de voluntad política», señala Daniel Osés, consejero de Infraestructuras.

Después de Villamayor no hay nada. Solo camiones, curvas y travesías urbanas.

Parálisis en Burgos

Los siguientes dos tramos burgaleses están en el limbo. En el Ministerio de Transportes llevan años colgados los expedientes, aunque todos ellos han quedado ya obsoletos porque durante más de un lustro no se ha movido un papel. Son, además, los trechos más costosos y difíciles. El proyecto de la autovía entre Villamayor del Río y Villafranca Montes de Oca (16,6 kilómetros) fue aprobado en julio de 2015 y pronosticaba un coste de 111,6 millones de euros. El diseño del siguiente tramo, que llega hasta Ibeas de Juarros (24,3 kilómetros) y sortea el puerto de La Pedraja, principal escollo la ruta, contempla una vía de doble carril totalmente nueva. Fue ratificado en noviembre de 2017 y preveía una inversión de 191,3 millones de euros.

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Desde entonces no se ha hecho nada. En una contestación parlamentaria a los senadores Cristina Ayala y Francisco Lacalle (PP), el Gobierno reconocía que, antes de proceder a la licitación de las obras, había que revisar los proyectos «para actualizarlos a precios de mercado», aunque se cuidaba mucho de dar fechas:«Se llevarán a cabo de acuerdo con las disponibilidades presupuestarias y la priorización que se establezca».

En siete años, sin embargo, no ha habido disponibilidades presupuestarias y las prioridades siempre estaban en otros lugares de la península. «Todos los años se asignaban en los presupuestos cantidades testimoniales que luego nunca se ejecutaban. He hablado con Carreteras, pero el problema acaba siendo que el que tiene el expediente en el Ministerio no lo saca nunca del montón. Siempre hay otros más urgentes. La única explicación que le veo es que nuestros territorios, en términos de aritmética parlamentaria, pintan poco», lamenta el alcalde de Belorado, Álvaro Eguíluz, que se presentó a las elecciones al frente de una candidatura local (Vecinos por Belorado).

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Los regidores de los municipios burgaleses por los que atraviesa la N-120 plantean incluso movilizaciones para que esos expedientes dejen de acumular polvo en las estanterías del Ministerio y la autovía A-12 pueda continuar cuanto antes su viaje hacia la capital castellana: «Los criterios objetivos para hacerlo son apabullantes; el problema son los criterios subjetivos», resume Eguíluz. Esos «criterios objetivos» que aduce el alcalde de Belorado son fácilmente demostrables: el tráfico es intenso (unos 7.000 vehículos al día, entre ellos más de 1.500 camiones), la siniestralidad ha crecido mucho (siete muertos en 2022) y la carretera incluye varias travesías urbanas, dos de las cuales son estrechas y peligrosas: la de Belorado, con el puente sobre el río Tirón, y la de Villafranca Montes de Oca.

El consejero de Infraestructuras de La Rioja, Daniel Osés, se reunió en octubre con el secretario de Estado de Transportes en funciones, David Lucas, para reclamarle, entre otras cosas, la «urgencia» de terminar ya el tramo riojano de la autovía y de completarla cuanto antes. «Para nosotros es una conexión fundamental no solo con Burgos, sino también con Madrid», concluyeOsés.

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Incluso el llamado «primer tramo» de la A-12, el que enlaza la capital castellana con Ibeas de Juarros, está aún lejos de entrar en servicio. Las obras se adjudicaron en 2018 por un precio mucho menor al presupuestado a la UTE formada por las empresas Joca y Ocide. Meses después, cuando apenas se había removido un poco la tierra, las adjudicatarias solicitaron más dinero al Ministerio, que se negó a revisar las condiciones. Después de muchos dimes y diretes, en 2021, cuando las obras ya deberían haberse concluido, se rescindió el contrato con la UTE y hubo que volver a la casilla de salida. El 7 de noviembre de 2022, el Ministerio de Transportes encargó por 860.000 euros una nueva redacción del proyecto que mejore la conexión con la AP-1, libre de peaje.

Así las cosas, en 2025, y salvo que el Gobierno central se decida a exhumar de una vez los expedientes olvidados de la A-12, Logroño podrá al menos presumir de tener una insólita autovía a Villamayor del Río, bonito pueblo de 32 habitantes situado a cinco kilómetros de Belorado y a 51 de Burgos.

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