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Diego Marín A.
Domingo, 11 de junio 2017, 23:03
Para la mayoría de los celíacos, paradójicamente, el diagnóstico supone una liberación. Todavía es una enfermedad desconocida y, antes de descubrir que lo son, los celíacos sufren mareos, vómitos, diarreas, problemas estomacales... un malestar general que se acaba cuando saben que su problema es ... el gluten, lo eliminan de su dieta y, entonces, comienza una nueva vida, no exenta de inconvenientes pero que, al menos, les permite encontrarse bien, fuertes y motivados.
M.ª Ángeles Espila es la presidenta de la Asociación de Celíacos de La Rioja (ACERI), que celebró el Día del Celíaco con una jornada en el Centro Cultural Ibercaja de Logroño en la que reconocieron su esfuerzo en favor de la enfermedad a Embutidos Alejandro («todos sus productos son sin gluten, por política de empresa»), Pastelería Sacher y La Taberna de Baco, mientras Jon Zabala recibió el galardón de honor.
En el caso de M.ª Ángeles, logroñesa de 55 años, le diagnosticaron celiaquía con 33 años, cuando pesaba 32 kilos. «Había pasado por infinidad de médicos, situaciones, operaciones, problemas bucales, abortos... Problemas que se encuentra cualquier celíaco antes de ser diagnosticado», afirma. Ella habla de «liberación» porque, asegura, «estaba más allí que aquí». Tenía ya dos hijos y confiesa: «Era un pellejo, no podía sostener una botella de agua con una sola mano».
Pensaba que tenía una enfermedad terminal que la consumía, una enfermedad rara: era celíaca. Aquello, de pronto, tenía nombre. «Luego descubres que es complicado y costoso seguir la dieta pero...», reflexiona. Su problema se solucionó con una dieta: «Es la única enfermedad que te la diagnostica el médico pero te la tratas tú mismo. Te vas con la copla de que eres celíaco y somos los celíacos los que nos pasamos la información que vamos adquiriendo». De hecho, entidades como ACERI, que nació con menos de 50 socios y ahora son casi medio millar, son esenciales porque no dejan solos a los enfermos en el mar de dudas que se les abre cuando descubren su enfermedad. Forman a establecimientos hosteleros para cocinar sin gluten y analizan productos para elaborar recetarios.
Al principio los celíacos pensaban que no podían beber whisky, hasta que se dieron cuenta de que es un destilado y, por tanto, sí pueden consumirlo sin problemas. En cambio, la cerveza no es recomendable. En el caso de Álvaro Manzanos, de 32 años y de Viguera, fue diagnosticado hace cuatro años: «Tenía muchos problemas digestivos, malestar general... y hasta que no te diagnostican no te das cuenta de en cuántos alimentos está presente el gluten. Pero fue retirarlo de la dieta y, al poco tiempo, volver a una vida normal: fuera dolores, descomposición, mareos, vómitos...». Para él, como para la mayoría de los celíacos, la vida en casa está controlada, pero fuera... todo se complica. «Nosotros nos pagamos nuestra medicina, que son los alimentos sin gluten, y si no seguimos esa dieta podemos sufrir múltiples enfermedades asociadas, incluso cáncer», afirma Manzanos.
En el caso de M.ª Inmaculada Fernández, extremeña de 36 años residente en Logroño, se une una intolerancia a la lactosa, cuyo diagnóstico le condujo a saber que era celíaca hace sólo tres años. «Fue un 'shock', aunque no soy la única en la familia, a mi madre le han diagnosticado ahora, a los 60 años», explica Inmaculada. Para ella la primera duda fue qué desayunar. Y alaba el trabajo de la asociación, gracias a la cual «en La Rioja es mucho más fácil salir a comer fuera que en otros muchos sitios de España, yo voy a los establecimientos que sé que han recibido la formación de ACERI».
Álvaro Jadraque, logroñés de 33 años, descubrió que era celíaco por su hija de tres años: «Le diagnosticaron hace dos años y a mí hace apenas dos meses, así que soy nuevo». Aunque los diagnósticos no resultaron positivos, sí lo fue la gastroscopia. «Parece una tontada pero desde hace dos meses no sufro dolor de cabeza, físicamente me encuentro mejor, estoy más animado...», describe Jadraque. Para él la adaptación a la dieta sin gluten fue más cómoda en casa porque ya tenían esa precaución con su hija. Ahora la madre, la única que no es celíaca en el núcleo familiar, prácticamente sigue la misma dieta sin gluten. Pero fuera, de nuevo, alimentarse es más complicado: «Aquí hay muchos sitios concienciados donde comer, pero, si preguntas, parece que incordias».
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