Protocolo y gracias
José Antonio Del Río
Jueves, 18 de mayo 2017, 17:05
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José Antonio Del Río
Jueves, 18 de mayo 2017, 17:05
La visita del ministro Íñigo de La Serna a Logroño fue breve, diríase que fugaz; una visita de médico, un toco marro y salgo, un visto y no visto que se saldó como se saldan estas presencias ministeriales: unas cuantas fotos, unos cuantos apretones de ... manos más y, recién llegado de China, adiós que me voy Fermina con un par de tuits a modo de despedida en la cuenta oficial (uno: «El nuevo enlace de Recajo mejorará la movilidad de los ciudadanos y contribuirá al desarrollo económico de la región #LaRioja»; y dos: «El protocolo suscrito con @larioja.org busca reducir la siniestralidad en la N-232 y continuar trabajando en las infraestructuras de #La Rioja»). Análisis prospectivo en 140 caracteres de un viaje efímero con alforjas en forma y fondo de protocolo. ¡Ah! el protocolo!, ese invento para que los políticos puedan hacer promesas electorales fuera de campaña electoral. O para que los mismos políticos puedan regatear para no dejar a otros políticos (de los suyos) con el culo al aire. Como fue el caso. Un protocolo salvífico éste que permitió cerrar con no demasiada mala cara de las gentes del Gobierno de aquí y el plácet de los de allí la programación para que el ministro cortase la cinta del enlace múltiple de Recajo, causa y razón primera (y única hasta sólo unas horas antes) de su desplazamiento a esta tierra. Solo luego de mucho tajo se apañó con esa componenda de rosario de compromisos nada novedosos cuyo mayor envite es una obra que, en el mejor de los casos, verán con la mayoría de edad superada (o casi) los niños que este mes andan con la Primera Comunión.
En efecto, como ya sospechará el lector, no ha sido plato de gusto para el Ejecutivo regional el del viaje de De la Serna. Algunos de sus miembros se debatían ayer entre el «muy decepcionado» y el más descafeinado «contento, no», que son dos formas de decir lo mismo, de llorar que el ministro pudo ahorrarse los kilómetros y que para semejante viaje no hacían falta alforjas. Ni protocolo.
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