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MARÍA CASADO
Lunes, 22 de mayo 2017, 11:08
Para algunas generaciones pensar que hubo un tiempo, no muy lejano, en el que no había una universidad propia en La Rioja puede sonar a historieta de abuelo; de esas que los mayores cuentan con entusiasmo y los jóvenes escuchan como si les hablaran del precámbrico. De hecho, los estudiantes que pueblan las aulas de la Universidad de La Rioja (UR) quizás no se planteen que su vida transcurre por una institución coetánea, una academia en «en la flor de la vida», que cumple 25 años de historia.
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Corría un 14 de mayo de 1992 cuando el Congreso de los Diputados aprobó la Ley de Creación de la Universidad de La Rioja, con Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario de Estado de Educación y días después ministro del ramo. Hasta aquel momento había estudios universitarios en Logroño, en el llamado Colegio Universitario y las escuelas de Magisterio, Politécnica o Empresariales, entre otras, pero dependían de la Universidad de Zaragoza. «Es el acontecimiento profesional más importante en mi vida. Para un universitario, llegar a poner en marcha una universidad es lo más grande», reconoce Pedro José Campos (Zaragoza, 1951) que presidió la comisión gestora, un cargo equivalente a rector, entre 1992 y 1994. «Fue una enorme responsabilidad y un trabajo absorbente y estresante, admite hoy, «pero no me arrepiento de haberlo aceptado».
Alumnos en la primera promoción como UR, en 1992; en la actualidad hay 4.406 matriculados.
Número de titulados por la Universidad de La Rioja desde su constitución en 1992 hasta hoy.
Los inicios no fueron un camino de rosas, tal como explica Campos, catedrático en activo de Química Orgánica. «Hubo muchas cosas complicadas, pero destacaría el trabajar con la pretensión del Ministerio de Educación de que se pusiera en marcha a coste cero. Es decir, detrayendo el 10% del presupuesto de la Universidad de Zaragoza, que es lo que suponía el Campus Rioja». A eso se añadió la complicación de «convencer a sectores importantes de la sociedad riojana y particularmente a un grupo de profesores universitarios de que la Universidad de La Rioja debía de ponerse en marcha así» y también «enfrentamiento con políticos». Después, «algunos me reconocieron lo injustos que fueron en esos días cruciales».
Hoy, subraya Campos, «la UR ha crecido y se ha consolidado. Y lo que es más importante: es vista como algo propio por la sociedad riojana. Sigue teniendo problemas con su tamaño y los temidos descensos demográficos, pero mientras la UR cuente con la sociedad riojana, tiene asegurada su existencia».
Se mantiene el alumnado
Haciendo balance de cifras, prácticamente hay los mismos alumnos hoy que hace 25 años (a pesar de la caída demográfica). En 1992 se matricularon 4.267 personas y este curso, 4.406. En este cuarto de siglo, la UR suma 22.630 titulados y más de 500 doctores. La oferta académica se compone de 19 títulos de grado, 12 másteres y diez programas de doctorado oficiales.
En 1994, tras las primeras elecciones, llegó Urbano Espinosa (El Rasillo, 1945) que había formado parte de la comisión gestora. «Fue apasionante, un desafío; de esos proyectos a los merece la pena dedicar parte de tu vida. Todas las horas eran pocas, la falta de medios obligaba a aportar más esfuerzos», admite el catedrático de Historia Antigua, que acaba de jubilarse, y fue rector hasta 2001. «Es una satisfacción ver hoy que la UR es una universidad de primera», apunta. Si tiene que destacar algo de su época, «de lo que más orgulloso estoy es de los equipos humanos que trabajaron conmigo en la universidad, de la sociedad, las empresas...». «Porque frente a la división inicial por falta de financiación, se logró consenso social y político».
Entre los hitos de su gestión está por ejemplo la puesta en marcha en 1996 de la Licenciatura de Enología, siendo la primera universidad española en hacerlo. «En mi época hubo estabilidad legislativa y ese aspecto también favoreció al desarrollo; luego ha habido excesivas modificaciones, adaptación al espacio europeo...»
En el 2001, tras la renuncia al cargo de Espinosa, accedió al rectorado Carmen Ortiz (con la que este diario ha tratado de contactar, sin éxito). Catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Ortiz es ahora magistrada de la Sala de lo Civil y Penal del TSJ de La Rioja.
Poco tiempo después, en el 2004, se convertiría en rector José María Martínez de Pisón (Zaragoza, 1959), catedrático de Filosofía del Derecho y a la postre quien más tiempo ha ocupado el cargo, ocho años. «Viví con expectación la creación de la UR, pues tenía interés en un posible traslado», dice Martínez de Pisón. Y así fue, en el curso 92-93 ya ejerció la docencia en tierras riojanas, actividad a la que se dedica hoy.
En su mandato llegó la obligada adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior. «Y se hizo no siempre con el suficiente apoyo económico», apunta. De ese periodo es también la puesta en marcha de la Universidad de la Experiencia, los Cursos de Verano, los Cursos de Lengua y Cultura Española, la creación del Instituto de las Ciencias de la Vid y el Vino, el fomento de los grupos y de los centros de investigación... «Mención aparte merece el Campus de Excelencia Iberus, con las universidades de Zaragoza, Pública de Navarra y Lleida. Fui uno de sus inspiradores», precisa.
Esa fase de 2004-2012 implicó también reformas internas del funcionamiento de la propia UR y de edificios (escuela de Ingeniería) e inicio de la IV Fase del Complejo Científico Tecnológico (CCT). Además, se constituyó como fundación Dialnet, Mario Vargas Llosa recibió el Doctorado Honoris Causa... Asimismo, Martínez de Pisón reconoce también algún déficit como, en otros, «el no haber logrado la vinculación del Cilengua a la UR, como un instituto universitario adscrito».
En el 2012 tomó posesión como rector José Arnáez (Haro 1957), catedrático de Geografía Física, y en la actualidad director de la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación). «Sería impensable comprender los últimos 25 años de nuestra Comunidad sin la aportación de la Universidad de La Rioja: se han formado muchos jóvenes, se ha investigado y transferido conocimiento a las empresas y, desde luego, ha ayudado a dinamizar la actividad cultural de la región», asegura en una reflexión compartida por el resto de rectores. De su tarea destaca la nueva oferta de másteres, la creación de la Escuela de Máster y Doctorado, la finalización de la IV fase del CCT o la incorporación de un buen número de contratos pre-doctorales.
Un futuro lleno de retos
Julio Rubio (Tarazona, 1963), catedrático de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial, acaba de cumplir un año como rector. En él recae el futuro próximo que a su juicio debe ir por «potenciar la investigación, continuando con colaboraciones internacionales», así como adaptarse a los perfiles que demanda la sociedad, entre otros aspectos. A eso debería añadirse, según sus predecesores, el buscar la excelencia, la especialización, fortalecer las enseñanzas online y lograr estabilidad financiera.
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