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Jorge León, en el ventanal de su casa de Valladolid. :: H. Sastre
De la 'mano amiga'
al boyante turismo funerario de Suiza

De la 'mano amiga' al boyante turismo funerario de Suiza

L. J. R.

Sábado, 29 de abril 2017, 21:33

logroño. 15 gramos de barbitúricos (pentobarbital de sodio) en un vaso de agua o en un zumo para mitigar su sabor. Ese suele ser el último trago para quienes han conseguido llevar a término su decisión de poner punto y final a su vida. De quienes han apostado por la eutanasia y han vencido al artículo 143 del Código Penal, que prevé penas de hasta 10 años de prisión para quienes ayuden a morir a otra persona.

José Antonio Arrabal, enfermo de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), es uno de los que logró su objetivo. Murió el pasado 2 de abril en su casa de Alcobendas. Lo hizo solo. Su familia abandonó la vivienda para evitar problemas legales. Pero grabó el proceso: «Si estás viendo este vídeo es que he conseguido ser libre», explica Arrabal que lamenta y denuncia su situación: «Voy a hacer un suicidio asistido. Si fuera medicamente aquí habría un doctor que me habría recetado la medicación, me la tomaría y moriría dignamente. De esta forma lo tengo que hacer por mi cuenta. Me parece indignante que tenga que morir solo y en la clandestinidad».

La imagen se funde a negro, suena música de fondo y se escucha como, con gran esfuerzo, Arrabal traga un brebaje adquirido a través de Internet. Poco después se queda profundamente dormido y sufre una parada cardiorespiratoria. Es libre.

El de Arrabal es el último caso conocido de suicidio asistido. No el único. El del gallego Ramón Sampedro es el más conocido. Desde que se partió la espalda en la playa de As Furnas combatió para que alguien le ayudara a morir y abrió en España el debate sobre la eutanasia. Murió el 12 de enero de 1998 por envenenamiento de cianuro potásico. Alguien le acercó una pajita a la boca. Antes otras nueve personas fueron completando los pasos para que el brebaje llegara a sus labios: el primero compró cianuro; el segundo lo analizó; el tercero calculó la dosis; el cuarto lo trasladó de lugar; el quinto lo recogió; el sexto preparó la mezcla; el séptimo lo echó en el vaso; y el octavo lo puso a distancia de una pajita de Sampedro.

Jorge León (pentapléjico) también tuvo una mano amiga. La suya abrió la puerta de su casa hacia las 22 horas del 3 de mayo del 2006, aprovechando que su cuidadora había adelantado ese día su salida. Puso a su alcance un vaso y una pajita con un sedante y desconectó el respirador que le mantenía con vida. Por la mañana otra cuidadora encontró su cadáver.

En ninguno de los tres casos ha habido consecuencias penales. No se supo quién fue la 'mano amiga' de Arrabal, Sampedro y León. En Suiza las manos amigas tienen nombre y apellidos. En el país helvético 'triunfa' el turismo de la muerte. Es el único estado en el que es legal la eutanasia para extranjeros, hay una amplia red de organizaciones que ayudan en esos trámites (Exit, Dignitas y Eternal Spirit son las más conocidas y completan el 'proceso' por entre 800 y 10.000 euros) y más de una veintena de españoles han optado por esa vía. Todos con una dolencia incurable o en situación de sufrimiento extremo.

En el 2011 lo hizo Jordi, un abuelo barcelonés de 80 años cuya historia publicaba El Periódico. «Se quedó dormido y en 10 minutos se murió», recordaba su hija. Ella y su hermana agarraron las manos de su padre, que reiteró su voluntad de morir. Bebió la medicina que le habían preparado los profesionales de Dignitas y cerró los ojos.

En España hubiera muerto solo.

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