El hombre que pasaba por allí

nuevo presidente del PP riojano

Jorge Alacid

Lunes, 3 de abril 2017, 12:00

Cuenta la leyenda que cuando John Major tomó posesión de su cargo como nuevo primer ministro británico, elegido para el cargo tras la crisis que llevó a la dimisión a Margaret Thatcher, y reunió en el número diez de Downing Street a sus colaboradores, entre ... quienes se situaban dirigentes que parecían destinados más cabalmente a ocupar el puesto que él inauguraba esa mañana, estrenó su mandato con una de esas frases para la (pequeña) historia. «Bueno, quién lo iba decir, ¿no?». Que curiosamente fue la misma frase que pronunciaba el sábado en Riojafórum un favorito de José Ignacio Ceniceros, de confidencias entre pasillos y con esa sonrisa que desde entonces nadie les borra de la cara a los afines al nuevo presidente del PP riojano. «Quién lo iba a decir, ¿eh?». «Porque ha sido una victoria contra todo y contra todos», añadía, dibujando la adecuada dimensión del 'cenicerazo' que acababa de vivir su partido. Contra los pronósticos, contra el aparato regional y contra el nacional. Contra una candidatura rival que se acompañaba de poderosos aliados, José Ignacio Ceniceros se acababa de convertir en una suerte de John Major a la riojana.

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Sí, quién lo iba a decir. Pero es que Ceniceros despista. Bajo su aire inofensivo, el nuevo líder del PP oculta a un implacable dirigente que entre bambalinas se mueve como el buen conocedor que es de las entrañas de su partido. Ayudado en ese cometido por quienes también se saben de memoria el decálogo del buen militante (por ejemplo, sus consejeros Carlos Cuevas y Conrado Escobar), se fue desembarazando de quienes podían opositar con parecidos méritos al cargo de presidente del Gobierno, un encargo que aceptó hace dos años como quien no quiere la cosa. Como quien pasaba por allí. Como quien hubiera preferido, según confesión propia, retirarse a ejercer de alcalde en su Villoslada natal.

Y con idéntico sigilo, fue luego dando pasos hacia la cúspide del poder en La Rioja: compaginar la presidencia del Palacete con el liderazgo del partido. Lo cual parecía una hazaña fuera de sus posibilidades, vistas las resistencias que semejante empeño generaba en su predecesor, Pedro Sanz, y entre quienes rodeaban al anterior presidente. Los primeros sorprendidos suelen ser los primeros en caer derrotados. Porque, en realidad, Ceniceros se mueve con extrema destreza para que su mano derecha nunca sepa lo que hace la izquierda. Algo se parece en eso a Sanz, lo cual parece coherente recordando cómo, hasta convertirse hace cosa de dos años en su antítesis, Ceniceros fue el brazo ejecutor del rodillo gubernamental en el Parlamento mientras ejerció como presidente, implantando en la Cámara riojana el mismo sello Sanz: no hacer prisioneros.

Lo saben bien los diputados más díscolos, aquellos que ponían de peor humor a Sanz, expulsados de sus escaños en más de una ocasión por el imperturbable Ceniceros, el mismo dirigente que hoy se postula como bandera de la nueva política. Ese Ceniceros capaz de sortear la realidad para que acabe encajando con la imagen que prefiere de sí mismo: estos días de campaña reiteraba que siempre había estado dispuesto a sacrificarse por su partido, pero si tal sacrificio ha ocurrido alguna vez sólo lo recordarán los más veteranos. Para anchas capas del PP, Ceniceros seguía siendo ese señor acomodado en una magna zona de confort: la Presidencia del Parlamento en la larga etapa de las mayorías absolutas. Un político habilidoso, atributo que tendrá que exprimir en lo que resta de legislatura. Porque quien piense que se trata de un dirigente convencional, tenderá a confundirse. Olvidará que a Ceniceros sólo le conocen de verdad quienes le han seguido estos años muy de cerca, sus asesores más próximos y desde luego su familia: su mujer y su hija, convertidas en valiosos activos en las vísperas del congreso. Así que el hijo de Siro, aquel patriarca del PP camerano, ha acabado haciendo valer los rasgos que distinguen a los habitantes de la sierra: callados, perseverantes, calculadores. Las herramientas con que ha tallado su liderazgo para apartar de sus ambiciones a los Gamarra, Del Río y compañía. El líder de apariencia inofensiva capaz de sepultar en dos tardes el legado de Pedro Sanz.

Como quien pasaba por allí.

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