Javier Albo
Viernes, 10 de marzo 2017, 21:16
Afganistán, 21 de febrero del 2007. Un convoy de las tropas españolas formado por cinco ambulancias blindadas regresa a la base tras finalizar una misión de apoyo a efectivos italianos encargados de instruir al ejército afgano. De repente se escucha una fuerte explosión. Uno de ... los vehículos ha pisado una mina, que ocasiona la muerte de la cabo Idoia Rodríguez, de 23 años, y heridas a dos militares, entre los que se encuentra la entonces teniente médico -hoy comandante- María Dolores Muñoz, natural del municipio de Bañares.
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Diez años después, la militar riojana recuerda aquel suceso con tristeza, por la pérdida de una compañera, y alegría, por los momentos compartidos con ella. «Lo intentas superar en el día a día, pero no se olvida», dice de aquella aciaga jornada. Como militar encaja el atentado como un pésimo gaje del oficio que, lejos de arredrarla, reafirmó aún más las convicciones sobre su profesión, una vocación que despertó en ella muy joven y que inició en la Brigada paracaidista, a la que llegó como primera mujer oficial.
Volvió a Afganistán después del atentado, para enfrentarse no a sus recuerdos ni a sus miedos, palabra que no existe en su vocabulario, sino para cumplir con su deber. «Miedo no», responde a si el atentado contribuyó a que lo tuviera. «Nos preparamos en el día a día para afrontar este tipo de hechos. El riesgo de atentado, cada vez que vas a estos países, está presente. La instrucción que hacemos va encaminada a eso; a recrear posibles escenarios que nos podemos encontrar y saber cómo enfrentarnos a ellos. Además, sé que voy muy bien protegida por el resto de compañeros», confiesa.
Pero, obviamente, una experiencia como la vivida inevitablemente deja un poso de algo que, en su caso, como en cada misión, impregna o engrosa su equipaje personal de perspectivas diferentes sobre la vida. «Las misiones ya en sí te cambian», reconoce. «En este caso, Afganistán es un país en el que no solo hay pobreza sino miseria y ahí es cuando te das cuenta de lo materialistas e inconformistas que somos. Aquella misión me hizo aferrarme más a los míos; darme cuenta de que hoy estás aquí pero no sabes dónde puedes estar mañana; en poner por delante lo personal a lo material». Y a continuación deja claro: «Pero nunca cambiaría mi profesión».
En diciembre fue condecorada con la Real Orden de Reconocimiento Civil a las víctimas del Terrorismo. «Es un orgullo saber que la sociedad civil nos tiene presentes y que reconocen nuestro trabajo», indica, antes de ensalzar su trabajo frente a quienes critican el papel del Ejército. «Los militares somos 'Marca España' y tanto dentro como fuera representamos a nuestro país. La seguridad y la defensa de España está por encima de todo. Creo que muchas veces la gente no defiende al Ejército porque desconoce nuestra labor, no sabe lo que hacemos, que es entregar nuestra vida para la defensa de España y de ellos mismos. No pedimos nada a cambio porque es nuestro trabajo», indica, no sin después añadir: «el Ejército hace falta».
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Kosovo, Afganistán... Pronto Gabón. Su trabajo también le llevó a la Antártida, como apoyo al personal científico. «Fue una experiencia única, porque muy poca gente ha pisado aquella zona. Fue un premio ir», comenta.
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