Secciones
Servicios
Destacamos
Pablo Álvarez
Domingo, 26 de febrero 2017, 23:47
Imagínese por un momento el siguiente escenario. Un día, un ladrón entra a robar en su banco. Pistola en mano, el facineroso se hace con una buena bolsa de dinero (con el signo del dólar, como en los tebeos). Pero al día siguiente, su banco ... de usted le envía una carta a sus clientes: «Ayer nos robaron», les cuenta. «Así que procedemos a cargar en su cuenta su parte proporcional del robo para que sean ustedes quienes paguen por lo que nos quitaron. Sin otro particular, atentamente, su banco».
finanzas
No tiene mucho sentido, ¿verdad? Pues eso es básicamente lo que ocurre cada mes en su factura de la luz. Porque, entre ese maremágnum de conceptos que componen el tan polémico recibo eléctrico en nuestro país, hay uno dedicado a cubrir las pérdidas en el sistema eléctrico, es decir, la diferencia entre la electricidad que sale de las centrales eléctricas y la que realmente se ha facturado a los consumidores.
Esa diferencia se debe por un lado a problemas técnicos o pérdidas en la distribución; pero también al llamado 'fraude eléctrico', aunque 'robo eléctrico' sería sin duda un término más ajustado a la realidad. Básicamente, se refiere a los usuarios que toman electricidad en la red general de manera fraudulenta. Así, en contra de lo que se piensa generalmente, esas personas no están robando a las empresas, sino al resto de los consumidores, que lo pagamos cada mes.
Puede ser mediante un enganche directo ('enchufándose' a la red por sus propios medios y sin contrato) o mediante una derivación, es decir, desviando corriente a una instalación que no estaba prevista en el contrato con la suministradora.
También hay un tipo de fraude habitual que es el que afecta a los contadores, que se manipulan para que detecten menos consumo del que realmente se ha realizado o para que, por ejemplo, contabilicen la energía como si se hubiera gastado siempre en el periodo más barato.
Pues bien, todos esos consumos nos salen caros al resto de los consumidores. No a las empresas, repitamos: el fraude eléctrico no se nota en las cuentas de las suministradoras, sino en el bolsillo de los clientes. Lo cual hace, evidentemente, que las empresas no tengan tanto incentivo para reforzarse contra los fraudes o para detectar esas 'pérdidas' de los enemigos de lo ajeno.
Y no se piensen que es poca cosa; la Comisión Nacional de Mercados y Competencia, la CNMV, estimó hace cinco meses que el fraude nos cuesta a los españoles anualmente unos 150 millones de euros en encarecimiento de nuestra tarifa. Para hacerse una idea, baste un cálculo de Endesa, que estimaba que la energía defraudada equivale cada año al consumo de Sevilla y toda su área metropolitana.
¿Quién defrauda? Las propias compañías eléctricas desmontan un tópico bastante extendido, el del consumo fraudulento de barriadas marginales o de hogares pobres. Algo de eso habrá, pero es el chocolate del loro. El 80% del fraude viene de empresas y, del 20% restante, otro 80% se va en hogares de gran consumo eléctrico. Así, resulta que el 96% del fraude eléctrico se debe a grandes consumidores, que son quienes más incentivos tienen para 'aligerar' su factura... a nuestro coste.
La CNMV ya pidió en el citado informe del septiembre del 2016 que se cambiara la regulación y que fueran las eléctricas quienes tuvieran que pagar por lo que se les roba. Sin duda, así tendrían más incentivos para perseguir el fraude, y dejaría de darse la dolorosa paradoja actual de que quienes pagamos nuestra factura religiosamente tengamos que pagar además por la de quienes defraudan.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Cinco trucos para ahorrar en el supermercado
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.