M. GARU/M.A.COLOMA
Martes, 24 de enero 2017, 14:09
Los traficantes acostumbran a camuflar la droga de las maneras más sorprendentes e insospechadas. Cualquier apariencia es buena si logra burlar los rigurosos controles policiales. De hecho, con frecuencia, a los puertos españoles y polígonos industriales de las ciudades del interior llegan cargamentos de piñas, ... cocos, plátanos, muebles, ladrillos, cuadros o incluso artículos de santería que no son tales, sino meros contenedores de cocaína.
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Sin llegar a tal sofisticación de medios, a un camello de Zaragoza no se le ocurrió mejor modo de ocultar su mercancía para pasársela disimuladamente al comprador que meterla en una caja grande de Nesquik de un supermercado y volver a colocarla con el resto. Con lo que no contó el ocurrente traficante es que pasara lo más previsible. Es decir, que un comprador cualquiera del establecimiento la cogiera tomándola por un bote normal y corriente y se lo llevara a su casa.
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