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martin torres gaviria
Sábado, 21 de enero 2017, 09:51
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martin torres gaviria
Sábado, 21 de enero 2017, 09:51
Dos prostitutas dormían en la misma habitación con sus niños recién nacidos prácticamente a la vez. Una de ellas se despertó y vio con estupor cómo sin querer había asfixiado a su hijo con su cuerpo. Sigilosamente cambió el niño fallecido por el de su ... compañera de estancia. Ésta al ir a amamantar a su criatura descubrió que era un cuerpo inerte. Con gritos desgarradores y desesperanza abrazaba a la criatura hasta que su sentido materno le hizo percatarse de que aquél no era su hijo. Ambas mujeres acudieron al Templo de Jerusalén a que el caso fuera juzgado por su joven rey Salomón. Ante la falta de acuerdo y la obstinada reclamación de las dos mujeres por el niño vivo el rey sentenció ordenando a un soldado: ¡Desenvaina tu espada, parte en dos a la criatura y dale una mitad a cada una!
Los juicios tienen esto, que las sentencias son impredecibles. A veces disparatadas, otras inimaginables, algunas razonables y en ciertos casos, como el de Salomón, drásticas. Hay cuatro sentencias que me gustaría comentar porque confluyen en ellas los adjetivos que acabo de describir y alguno más. 1) Sentencia Tribunal Supremo, resolución 244/2013: Preferentes. Los clientes tienen derecho a recuperar la inversión realizada en la compra de preferentes. Se justifica la sentencia por realizar las ventas a un perfil ahorrador inapropiado o porque la información que aparecía en la orden de compra no era la adecuada. 2) Sentencia Tribunal Supremo, resolución: 541/2015: Acciones Bankia. Anula la suscripción de acciones de Bankia. Se basa la sentencia en las graves inexactitudes en el folleto de la oferta pública. 3) Sentencia Tribunal Supremo, resolución 241/2013: Cláusula suelo. Se declara abusiva la cláusula suelo por falta de trasparencia. 4) Sentencia Tribunal Supremo, resolución 705/2015: Gastos hipotecarios. Se declaran nulas las cláusulas que imponen al consumidor los costes derivados del contrato porque no se acredita que la cláusula se discutiera con el consumidor. Todas estas sentencias hay que acatarlas, pero no hay por qué compartirlas. Se me vienen preguntas sin respuestas. Si las acciones de Bankia hubieran subido diez, veinte, treinta veces el precio de adquisición, haciendo ganar mucho dinero a los accionistas, ¿se hubiera anulado la suscripción? Si la información del folleto era inexacta y es un documento que pasa por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, ¿por qué no tienen estos organismos su responsabilidad? Si las preferentes hubieran seguido dando buenos dividendos con un mercado secundario dinámico, ¿también se hubieran retrocedido las adquisiciones? Si los intereses en vez de bajar hubieran subido y los intereses de los préstamos hipotecarios hubieran quedado limitados en un techo ¿también hubiera sido declarada abusiva la cláusula techo? ¿Cuántos años llevamos en España haciendo préstamos hipotecarios? Y resulta que de buenas a primeras nos damos cuenta que no se acredita que se discuta la cláusula de los gastos. Si todas estas circunstancias se han dado ha sido con la aquiescencia del Banco de España que es quien tiene que velar y defender a los consumidores. La sociedad española está cansada de una tasa de paro altísima, sobre todo en los jóvenes, de diez años de crisis, de corrupción y de una clase política, que salvo honrosas excepciones, piensan más en sus privilegios que en el bienestar de los españoles. Estas sentencias crean inseguridad jurídica y lo vamos a pagar muy caro porque se van a encarecer muchísimo las próximas operaciones de financiación. Pero eso sí, el oportunismo de las mismas viene a calmar a la población. Como en Roma, pan y circo.
La sentencia de Salomón de partir en dos al niño hizo que la verdadera madre le suplicara: ¡Por favor, Majestad. No lo mate. Dele el niño a ella! Mientras la otra exclamó: ¡Ni para ti, ni para mí! ¡Que lo partan! Ante evidentes declaraciones, Salomón detuvo al soldado y ordenó que dieran el niño a su verdadera madre. La que veló por su vida. ¡Esto sí es una sentencia justa!
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