La alcaldesa de Logroño posa antes de la entrevista. :: j. marín
LA CRÓNICA

Cuca dos veces

JORGE ALACID

Domingo, 8 de enero 2017, 12:28

Según coinciden los manuales de ornitología, el cuco es un pájaro singular. Por variadas razones. ¿La más sorprendente? Que las hembras de cuco ponen sus huevos en los nidos de otras especies de aves, aprovechando alguna ausencia de sus dueños. De ahí tal vez que ... esa voz se haya incorporado al idioma con otra acepción: como sinónimo de astuto. Una condición que se ejerce mediante una predisposición, espontánea o adquirida, al arte de la finta verbal. Al regate en corto. Atributos propios de los jugadores de naipes: no enseñar nunca las cartas. Sobre todo, cuando son buenas. Y si son malas, disimular. Siempre aparentar: engañar al otro. Para lo cual, el requisito indispensable es la fe. Seguridad inquebrantable en las propias fuerzas. Confianza apabullante.

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Como la que exhibe la alcaldesa de Logroño en su cita con la prensa. Llega unos minutos tarde, se somete al ritual del fotógrafo, toma asiento y acompaña cada frase con abundante aparato gestual: habla con la boca y también con las manos. Mientras mira fijamente a sus interlocutores (a quienes a veces apunta con el índice de la mano izquierda), va construyendo su discurso como una perfecta opositora. Se sabe de memoria el temario, que recita convencida. Los capítulos dedicados a Logroño pueblan su mensaje como quien llevara media vida examinándose, lo cual por otro lado es cierto en su caso. Y suena igual de segura cuando ataca la lección principal: su ambición de liderar el PP. Una pasarela hacia la aspiración nuclear: ser candidata a la Presidencia de la Comunidad. El anhelo de quien cree que La Rioja le cabe en la cabeza.

Así que sin miedo ingresa en el campo abierto que otros prefieren evitar. Despliega sus argumentos equilibrando las dosis: mitad de cautela, otra mitad de determinación. Y apuntala sus frases con una pluma negra de orden gigante (que luego emplea para garabatear sus respuestas en tarjetones con el logo municipal) pero evita recurrir a una hermosa libreta, de tapas color naranja. El simbólico color al que tanto debe. Si existe algún código oculto en la exhibición de tales signos, los periodistas nunca lo percibirán: su atención queda polarizada por las contundentes sentencias con aire de titular que va derramando. Frases que sobrevuelan la plaza del Ayuntamiento, cruzan la sede del PP y aterrizan en el Palacete, destino último de su anuncio. Que no es un anuncio cualquiera: cuando admite que entre sus planes se incluye la idea de convertirse en candidata de su partido a gobernar La Rioja, añade una coletilla significativa: «Por supuesto».

Prosigue la partida de naipes. La alcaldesa se marca un farol cuando rechaza compartir el dictamen según el cual el clima interno del PP ha vivido días mejores («Niego la mayor») y levanta una empalizada para contener cualquier dardo que le dirijan sus invisibles rivales. Un muro edificado a partir de dos conceptos: unidad e integración. Palabras que repite como si compusieran un salmo: el tipo de himno que uno ensaya ante el espejo para convencerse a sí mismo de que ha elegido el camino correcto. Hasta que logra un tono natural, convincente. Un discurso que Gamarra adorna con una referencia indisimulada hacia ese enemigo innombrable: la edad. Porque cuando alude machaconamente a que el PP se aboca a un congreso donde debería sancionarse la renovación generacional, en realidad está apuntando hacia el calendario. José Ignacio Ceniceros cumplirá en mayo 61 años; ella acaba de estrenar los 42.

Y Pedro Sanz luce 63 añitos recién inaugurados. Lo cual debería significar, de cumplirse la profecía de la alcaldesa, que ese congreso servirá también para despedir de su cargo al artífice máximo del actual PP. Asunto sobre el que Gamarra no se pronuncia. Sibilinamente, se concentra en acompañarse siempre en sus mensajes de invocaciones a la militancia. Los afiliados ocupan un lugar central en su estrategia cuando promete que no, que no llevará a las bases del PP a ningún sitio al que no quieran ir. Por ejemplo, hacia el enfrentamiento. Mucho menos hacia el cisma que algunos tanto temen. Así que el militante del PP cobra vida en esta estancia del Ayuntamiento que hace algunos años albergaba las ruedas de prensa de Gobierno y oposición, presidida hoy por un árbol de Navidad decorado por la propia Gamarra. El pulcro e impersonal espacio que ha elegido para escenificar que hay vida (política) más allá de Logroño. Como buena jugadora de cartas, acaba de doblar la apuesta sin perder la sonrisa. Y vuelve a su despacho disimulando (sin éxito) una satisfacción fronteriza con la euforia: comienza la conquista del nido ajeno.

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Dos veces Cuca.

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