Suele ocurrir que cuando salta una noticia, a los afectados les preocupe sobremanera conocer no tanto el impacto que se desprende de su publicación, sino esa cosa tan humana: quién te lo ha contado. Bendita curiosidad. Suele ocurrir también que el aburrimiento intrínseco a las ... labores parlamentarias invite a sus actores a matar moscas a golpe de reglamento, de modo que van pasando los días, el motor legislativo no termina de arrancar y la rutina también encalla en la zona burocrática del hemiciclo. Como si la abulia detectada entre los escaños amenazara con alcanzar a todo el edificio.

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Informe contra informe, el pulso administrativo puede acabar eclipsando la cuestión de fondo: si resulta o no pertinente tramitar en el Parlamento una ley que tutele la vida animal. Sobre la prioridad de semejante propuesta ya se debatió en pleno y allí se decidió que sí: que a sus señorías les parece que entre las cuestiones que más inquietan a los riojanos debe figurar un texto legislativo que procure satisfacción a la cabaña bovina, mientras que la tramitación de otros proyectos de calado siempre pueden esperar.

Por ejemplo, la mil veces prometida reforma del Estatuto: cuestión baladí, incomparablemente menor frente a la Ley de Protección Animal. Que juega a su favor con una baza incontestable: llegar avalada por 24.000 riojanos. Lo cual prueba que cuando se abre la puerta a la iniciativa popular, ganará siempre quien tenga las firmas más largas. Así entra en el Parlamento el nuevo sujeto histórico: la gente. Y así ocurre como tantas veces: que cuando alguien señale hacia la luna, haya quien se quede mirando hacia su dedo.

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