María Félez
Domingo, 4 de diciembre 2016, 21:06
Uno nunca sabe cuándo va a ser ese momento en el que la vida va a dar un vuelco ni en qué sentido lo va a hacer. Después de vivir doce años en España, Dannis volvía a su Colombia natal. Había decidido montar un negocio ... allí con su marido. Su hija y su padre la iban a llevar en coche a Logroño, de allí cogería un autobús hasta Madrid y en la T4, un avión a Bogotá.
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«En el último minuto Jonathan decidió que me quedase yo en casa, que él acompañaba a mi mamá y a mi abuelo a la estación de Logroño», cuenta Erika. Aún, a veces, se pregunta qué sería de su vida si fuese ella la que hubiese cogido ese coche. Luego decide que es mejor dejar de pensar y seguir luchando por lo que a una le ha tocado vivir.
«Habíamos aparcado mal y por eso no esperaron a que saliese mi autobús, mi padre me dio su bendición y les dije que desde Madrid les volvía a llamar», recuerda Dannis. A la vuelta sucedió el trágico desenlace. Una camioneta de reparto les embistió. Rodrigo, el abuelo, murió en el acto; Jonathan quedó gravemente herido. En un primero momento fue trasladado al Hospital San Pedro y más tarde a Vitoria.
«El accidente fue a eso de las ocho y media de la mañana yo sabía que tenían que volver hacía las nueve o nueve y media y cuando pasó ese momento empecé a llamarles por teléfono. Daba llamada, pero nadie contestaba», recuerda aún con la resignación de quien ha revivido ese momento un millón de veces.
A eso de las doce sonó el teléfono de Erika. Era un médico del San Pedro. «En cuanto oí una voz con acento español sabía que algo había pasado, pero no me imaginaba que sería tan grave», cuenta.
Mientras, Dannis estaba a punto de embarcar. «Me llamó Erika y me dijo que habían tenido un accidente, que Jonathan estaba muy grave pero nada sobre mi papá», relata Dannis como si fuese ayer. «No nos dijeron que había fallecido hasta por la tarde», recuerda Erika.
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La vida dio la vuelta en el sentido menos esperado, Dannis nunca cogió ese avión a Bogotá y la ilusión de montar un nuevo negocio se convirtió en fuerza para sacar a la familia de su hija adelante. «No me podía ir dejando a mi niña con un bebé de dos años y semejante panorama», dice. Dos años después aún sigue a su lado.
«En Vitoria una médico me pidió que dejase de rezar, que era un milagro que mi marido saliese y que ella no creía en los milagros». «Yo sí», recuerda Erika que le contestó. Después de dos años de intenso trabajo que incluye operaciones vitales, mucha rehabilitación, varias horas a la semana de natación, logopedas... Jonathan ha vuelto a hablar y está dispuesto a aprender a leer.
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«Te cambia la vida de tal forma que crees que eres una persona diferente a la de antes del accidente», dice Erika. Dannis asiente. Casi ni pudo llorar la muerte de su padre. «En esos momentos priorizas y sabes que no puedes hundirte, que haces mucha falta...», dice. Han sido dos años de coraje, de fuerza para sacar adelante a Jonathan, de lágrimas incontroladas y escondidas bajo el cerrojo de una habitación. Tres vidas que cambiaron en un segundo trágico, ese segundo crucial en el que se decide hacia donde gira la vida.
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