Disidencia con vino de Rioja
Marcelino Izquierdo
Lunes, 28 de noviembre 2016, 19:40
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Marcelino Izquierdo
Lunes, 28 de noviembre 2016, 19:40
El primer chiste que escuché nada más aterrizar en La Habana salió de labios de un joven aparejador cubano al abrigo del Malecón, los mismos labios que habían trasegado botella y media de ron de caña: «¿Sabes cómo llamamos aquí a Fidel Castro? El tanga. Todos quieren que se caiga y nadie sabe cómo se sostiene». Muchos años después de aquel chiste casi eterno, Castro ha muerto, pero de viejo y en la cama, al igual que muchos dictadores a lo largo de la historia, Franco incluido.
¿Y ahora, qué?
«Cuando falte Fidel Castro, es posible que durante un tiempo se instale una especie de fidelismo en Cuba, ya que las estructuras del poder son muy herméticas y el régimen dejará las cosas ciertamente amarradas para que no se quiebre la continuidad», me explicaba en Logroño, años atrás, el disidente cubano Raúl Rivero, con dos copas de Rioja de por medio. Era, sin embargo, optimista este poeta y periodista desde hace más de una década exiliado en España sobre el futuro de su país: «Pero la unidad dentro del poder se irá resquebrajando paulatinamente, surgirán las disensiones internas, y todo desembocará en un régimen más aperturista».
Reputado intelectual anticastrista y poeta maldito de la isla rebelde, Rivero había sido invitado en el 2002 a participar en las Jornadas de Poesía en Español, que se celebran en Logroño desde hace casi dos décadas. La prohibición expresa del régimen de La Habana se lo impidió, pero aquello fue el inicio de un extraordinario vínculo.
Al año siguiente, el escritor nacido en la provincia de Camagüey fue encarcelado; y en prisión, aislado y enfermo, permaneció durante dos años hasta que las gestiones diplomáticas realizadas desde España me consta que también desde La Rioja hicieron fuerza sus amigos obligaron a su liberación e inmediato exilio en nuestro país.
«Con La Rioja me han pasado cosas misteriosas. Conocí al poeta Juanma González Zapatero en Cuba y, a partir de ahí, comencé a tener relación con gente de la cultura vinculada a la región; con Poti Foronda, con Alfonso Martínez Galilea... Esa amistad fue creciendo y creciendo hasta penetrar en el seno de mi familia. He recibido de La Rioja mucho afecto, cariño y solidaridad», afirmaba Raúl Rivero con una mezcla de emoción y sosiego, mientras apuraba un pitillo y su copa de tinto crianza en un café del Casco Antiguo logroñés.
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