«El lector entenderá que uno haya ido sumando conchas y que a mi fe en el ramo de los titulares del departamento hoy conocido como Fomento le haya ocurrido como a Gran Williams en El increíble hombre menguante»
José Antonio Del Río
Viernes, 25 de noviembre 2016, 21:07
En materia de infraestructuras, riojano como soy, me declaro incrédulo, permítanmelo. Incrédulo empírico. Incrédulo agudo, de los de la escuela de Santo Tomás, de los de meter la mano en la llaga, de los de ver para creer. La procesión de una decena de ministros ... que he podido conocer de paso por esta tierra cosas de la profesión, nada personal, ministros todos de lengua larga y cartera corta, me invisten de tanta autoridad para no creer como a la madre Teresa para recibir el Nobel de la Paz. De Cosculluela a Ana Pastor, de Álvarez Cascos a Pepe Blanco, cada titular del Ministerio antes llamado de Obras Públicas ha regado sus visitas a esta región de medias verdades, cuando no de falsedades rotundas o representaciones falaces. Entre éstas últimas, aún se ríe a esta parte de Piqueras la que protagonizó Rafael Arias Salgado en abril de 1999 cuando se hizo retratar, con toda la corte celestial (perdón, regional) Pedro Sanz, Arancha Vallejo, Tomás López y José Luis Bermejo en lo que se vendió como un inicio de las obras de soterramiento del ferrocarril, pala tractora incluida alquilada ex profeso para la sesión incluida, cuya primera piedra aún hubo de esperar una década, ¡una década!, sin que trascendiera que alguno de los protagonistas se viera afectado por una eritrosis aguda.
Con semejantes antecedentes, el pretendido lector entenderá que uno haya ido sumando conchas y que a mi fe en el ramo de los titulares del departamento hoy conocido como Fomento (¿fomento de qué?, dicho sea de paso) le haya ocurrido como a Gran Williams en El increíble hombre menguante.
Así, el desdoblamiento de la 232, la liberación de la AP-68 (cuya concesión en mala hora amplió graciosamente el presidente Aznar), la activación del aeropuerto de Agoncillo o el tren del siglo XXI (llamémosle AVE, de altas prestaciones o de velocidad alta, como usted guste) me suena a patraña mendaz de político en campaña. Espero, todo lo más, componendas transitorias, apaños de medio pelo, trucos de birlibirloque sostenidos con el argumento de paleto acomplejado de que somos pocos, que esto es muy pequeño y, sobre todo, que quién va a pagar esa ronda, como si la que ha llenado de autovías, aves Andalucía o Extremadura o Valencia o... no lo hubiéramos pagado también los riojanos con la misma gracia con la que, calladitos, sin levantar nunca la voz, le hemos reído al señor ministro, a todos los señores ministros, el ninguneo.
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