«Es un problema de enorme magnitud social que exige medidas proporcionadas»

Presidente de QSDglobal

Roberto G. Lastra

Sábado, 29 de octubre 2016, 23:14

Emocionó y encogió el corazón a millones de personas con 'Quién sabe dónde', el programa de telerealidad, pero de servicio público, que batió récords de audiencia en TVE en la década de los 90. Premiado, imitado e idolatrado por las miles de familias a las ... que ayudó, Paco Lobatón sigue, 20 años después, al pie del cañón en su lucha por mejorar los protocolos de búsqueda de los desaparecidos y la atención a las familias. Hoy, alejado de los focos, o casi, y de los sacrificios del 'share' televisivo, lidera QSDglobal, Fundación Europea por las Personas Desaparecidas.

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Bajo el epígrafe de personas desaparecidas se oculta un drama de dimensiones monumentales. ¿Hay consciencia de esa terrible realidad?

Yo creo que socialmente no hay una plena consciencia precisamente porque faltan datos precisos con la magnitud tal cual es plenamente dibujada para que la sociedad sea consciente. Solo cuando se conocen las realidades se les puede hacer frente de una manera consecuente.

¿Y por parte de la Administración?

Hay que hablar con matices porque las asociaciones de familias que se pusieron en marcha a finales de los 90 han venido reclamando muchas cosas de la Administración y ésta no ha dado una respuesta adecuada y ha ido posponiendo siempre las soluciones. Últimamente yo diría que sí hay el inicio de un cambio por parte de la Administración y, de hecho, nuestra fundación pudo suscribir un convenio en marzo pasado con tres ministerios -Interior, Justicia y Asuntos Sociales- y Justicia se ha comprometido a abrir todas sus oficinas de atención a las víctimas a las familias de desaparecidas.

Históricamente los familiares se han quejado de falta de medios, poco tacto, descoordinación... ¿Esas son aún las asignaturas pendientes?

Vamos por orden. Como decía lo primero son los datos, porque hay que conocer con precisión el número de desapariciones, las casuísticas a las que responden, su distribución geográfica, sociológica... Esa es una prioridad y otra sería la unificación de los protocolos, pero además de ser comunes, tienen que ser conocidos y compartidos también con las policías autonómicas y las locales. Como tercer pilar tendríamos la atención a las familias, donde como he dicho se ha dado un paso, pero quedan otros muchos por dar, y eso pasa por la formación. Y más allá de los protocolos, efectivamente hay que ir a unidades especializadas de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Este es un problema de enorme magnitud social que requiere de las medidas que se tomen sean proporcionadas.

¿Esas son las prioridades de QSDglobal?

Claro, pero porque son las de las familias de personas desaparecidas.

Autocrítica urgente

Desde hace unos meses el caso de Diana Quer ha devuelto a la máxima actualidad el problema. ¿Es positivo ese circo mediático?

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No se puede hablar de una forma de tratamiento, sino de muchas y algunas, efectivamente, no son precisamente un modelo. Creo que se impone una reflexión urgente y, además, a fondo por parte de la profesión periodística y de los medios de comunicación. Hay que hacer un ejercicio de autocrítica porque hay que pensar que lo primero, cuando desaparece una persona, debe ser, por encima de cualquier otra cosa, contribuir a que aparezca. En nombre de la audacia informativa no se pueden publicar cosas que puedan alterar la investigación y ser dañinas para esa prioridad. No se puede tampoco criminalizar ni estigmatizar a la persona desaparecida porque se está cavando un vacío enorme delante de ella y de la posibilidad de que si vuelve se pueda reincorporar con normalidad y con todos sus derechos a la vida que llevaba.

Sin embargo, la actitud de sus padres también ha contribuido, ¿no?

En el comportamiento de las familias hay que ser siempre muy indulgente por el sufrimiento que provoca una desaparición. Ellos creo que no son en rigor culpables de que su hija esté desaparecida, más bien son tributarios de un sufrimiento y víctimas de un hecho dramático que conforme pasan los días lo es un poco más.

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Su asociación organizó el otro día una batida en Monesterio en busca de Manuel Chavero, desaparecida desde julio. Como el de Diana Quer, parece que pinta mal. ¿Se puede mantener la esperanza?

Yo he constatado en estos veinte años que las familias jamás dan por perdida una batalla de búsqueda y hacen verdad un principio que yo he tratado de traducir en una máxima: 'Mientras no hay una evidencia de muerte, hay esperanza de vida'.

¿Y cuando ha pasado un periodo mucho más prolongado? Por ejemplo, aquí en La Rioja, no hay pista alguna de dos mujeres, una desaparecida en Logroño en el 2008; y otra, en Calahorra en el 2003.

Yo he hablado esta semana con una madre de Lanzarote cuyo hijo lleva desaparecido 43 años y esta madre mantiene la intención de buscar y la esperanza de tener algún eco o alguna noticia de lo que ha pasado.

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En un sentido o en otro, ¿no?

Efectivamente, en un sentido o en otro. En algunos casos las familias prefieren tener noticia de un final, aunque sea el fin del fin y encontrar a su familiar fallecido a vivir en la incertidumbre permanente.

No quiero olvidarme de las redes sociales. ¿Son un apoyo imprescindible hoy en día o un exceso de ruido disperso y peligroso al viralizar incluso casos falsos?

No, en este momento, sin duda, son imprescindibles. Dicho esto no podemos olvidar que no dejan de ser una herramienta, un canal por el que tú puedes hacer circular agua limpia de beber o veneno para matar. Hoy no podemos articular un sistema de búsqueda y de apoyo a la familia e incluso a la investigación para que entre toda la maravilla que supone la colaboración ciudadana sin las redes sociales. Otra cosa es que hay que hacerlo respetando una serie de pautas básicas y teniendo en cuenta ese hándicap de su dispersión. Por ello, en la fundación estamos en el principio de la puesta en marcha de una plataforma interactiva, porque no nos conformamos con tener una web, en la que se canalicen y confluyan las acciones de familias y asociaciones y complementarlo, en un ejercicio transmedia, con el trabajo que hacen los medios de comunicación convencionales, televisión, radio y prensa.

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