Estado en quedó el autobús siniestrado, con la parte derecha totalmente destrozada, justo en la que viajaba María.

«Vi el hueso de mi pierna salido, olía a gasolina y me arrastré hasta el quitamiedos»

María García Eguizábal, una prejanera de 22 años, se recupera en el San Pedro de las heridas sufridas en el accidente del autobús en Soria

Maite Mayayo

Jueves, 22 de septiembre 2016, 13:29

María García Eguizábal lo cuenta una y otra vez: a sus familiares, a sus amigos, a todos los que desde el martes a media tarde pasan por su habitación del Hospital San Pedro y la llaman por teléfono. María lo cuenta porque puede contarlo y ... con una jovial sonrisa que le llena su cara lo rememora una vez más para esta entrevista. «No pasa nada -dice para disculpar la intromisión periodística-. Todo el mundo me pregunta». Y es que María es una de las viajeras del autobús siniestrado en Soria. El mismo que el lunes colisionó contra un camión casi a ralentí por una avería en la A-15, cuando se dirigía a Madrid, pero no llegó... Se paró en Adradas igual que la vida de Beatriz Sáez Arjona (logroñesa de 27 años); otros tres domiciliados en La Rioja tuvieron más suerte y están hospitalizados. María García, una prejanera de 22 años que apura el último año de Psicología en la capital, iba en el vehículo y, a su pesar, es testigo involuntaria y privilegiada porque viajaba en primera fila y en la parte derecha, justo el lado que soportó el choque.

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«La semana pasada me desplacé a Madrid a dejar todas las cosas y volví el miércoles para las fiestas de mi pueblo, Préjano. El lunes cogí el autobús de regreso para empezar ya el curso. Me quedan las prácticas y el proyecto», introduce María.

«Iba en el primer asiento del lado derecho, en pasillo. Sé que la chica que murió debía ir por detrás pero no sé dónde», relata. Delante de ella se abría inmensa la luna del autocar que como en una pantalla de cine proyectó el brutal impacto a los ojos de María: «No sé qué estaba haciendo. Levanté los ojos, vi el camión encima y que nos chocábamos. Recuerdo el golpe. Oí el 'bum'. Los cristales se vinieron encima y también el techo me quedó muy cerca. Noté el volantazo del chófer y creo que eso nos salvó. Anduvimos unos metros más y nos paramos».

Dice María que todo ocurrió en apenas unos segundos, casi imperceptibles y sin apreciar el horror que surgió alrededor: ni los gritos de auxilio ni los llantos. Nada. Sólo silencio.

«Quise moverme pero llevaba el cinturón de seguridad. Me escurrí en mi asiento para salir y vi un corte profundo en la pierna izquierda». María creyó que no era nada pero al incorporarse, en ese instante, descubrió el intenso dolor y el hueso de su pierna derecha al aire... «Al apoyarme vi el hueso salido e intenté arrastrarme hasta el quitamiedos», prosigue. Quería guarecerse porque temió lo peor cuando detectó el fuerte olor a gasolina y cómo se derramaba.

Y allí, parapetada fue reconociendo lo que había pasado. Ahora sí el tiempo se hizo interminable, escuchó los gritos y los llantos y el ir y venir de gentes desconocidas. Miguel, de Mallorca, un chico a quien no había visto jamás, estuvo a su lado hasta que llegó la ambulancia. «Tumbada en el suelo miré hacia el autobús. Aún entonces creí que no había sido tan grave. Vi mi bolso y me acordé del móvil», cuenta. La Guardia Civil la sacó de su quitamiedos y el ruido de la hélice del helicóptero recién llegado para trasladar heridos le hizo reparar en que el accidente saldría en las noticias de la tele, así que decidió a llamar a casa: «Mamá no te asustes. Hemos tenido un accidente»...

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María fue evacuada al Hospital Santa Bárbara . Allí le operaron de la pierna derecha. Tiene rotas la tibia y el peroné. Cuando despertó los suyos estaban con ella. El martes por la tarde fue trasladada al San Pedro donde se recupera... ya casi en casa.

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