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Pilar Hidalgo
Lunes, 8 de agosto 2016, 20:48
El chopo centenario constituye uno de los símbolos de Sorzano. Enclavado en la plaza del pueblo, el icónico ejemplar se convierte además en las noches estivales en el punto de encuentro de los regantes de la localidad. Bajo su tupido follaje se reedita verano tras ... verano una curiosa tradición, cuyo origen se pierde en el tiempo.
Entre el 15 de junio y hasta pasado San Mateo, aquellos sorzaneros que al día siguiente quieren regar sus piezas se congregan minutos antes de las 22 horas bajo la frondosa copa de este árbol singular de La Rioja. La Junta de Regantes del Río Moncalvillo la integran siete vecinos. Cada uno acude un día de la semana a esta cita con el imprescindible cuaderno. La conversación fluye por otros derroteros que nada tienen que ver con el agua hasta que en la torre de la iglesia suena la última campanada que anuncia las 22 horas. Entonces, el representante de la junta abre el cuaderno y comienza a anotar los nombres de los que en la siguiente jornada desean hidratar sus tierras.
La lista la compone cada noche un número variable de personas. Todos riegan sus fincas con el agua que se libera de la Poza de la Villa, una construcción varias veces centenaria, y que se distribuye a través de «ríos» o acequias.
En el chopo acuerdan la hora de inicio de los riegos, cuántas acequias se abrirán y los turnos. Primero recibirán el agua las piezas situadas a más altura y las más bajas quedarán para el final. El primer regante abre el candado de la poza y el último, la cierra. «Cuando llueve, no se sale», señala el presidente de la Junta de Regantes del Río Moncalvillo, Javier Martínez 'Tachu'. La original «norma» lleva funcionando «toda la vida»; si bien hace alrededor de tres años se acordó imponer una multa de 30 euros a aquel que esparciese agua en sus campos sin haber obtenido antes permiso en el chopo. Más de uno ha tenido que afrontar la sanción.
Y eso que el riego en este municipio resulta realmente barato: regar durante un año hortalizas sale por sólo 10 euros (independientemente de la cantidad de agua que se emplee). El cereal y los árboles se rigen por un sistema de superficie. Echar agua a estos cultivos cuesta 3 euros por fanega. Una vez cotejado en el cuaderno el gasto realizado en el conjunto del año, la factura llega en febrero del siguiente ejercicio.
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