Como quien no quiere la cosa, José Ignacio Ceniceros lanzó por Navidad una idea que soliviantó los ánimos del PP riojano. No, no era presidente por accidente venía a decir en aquella entrevista para Diario LA RIOJA: estaba aquí para quedarse o al menos eso ... pretendía. Lo cual equivalía a conquistar también el liderazgo interno. Ahora, aprovecha otra entrevista en este periódico para rematar a gol: a su juicio, quien presida el Gobierno regional en nombre de su partido debería ser también el líder interno. ¿Adiós a la bicefalia? Más bien, bienvenido al campo de batalla.

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Lo curioso es que Ceniceros desmiente su fama de dirigente extremadamente cauteloso en unas declaraciones que golpean en la línea de flotación del actual presidente, ese Pedro Sanz al que en teoría debía obediciencia. Ironía para observar que Sanz pasa mucho tiempo fuera de La Rioja (ojo: el argumento favorito de Sanz para atacar a César Luena), mordacidad cuando disculpa (¿Disculpa?) su ausencia del Día de La Rioja, ninguneo a un tal Emilio del Río En resumen: más madera en el PP riojano.

Que no lo necesita aunque tal vez agradezca que con estos episodios al menos se despejen algunas dudas. Los críticos a Ceniceros podrán alegar que precisamente esta entrevista sirve para probar uno de sus principales reproches: que el presidente del Gobierno de La Rioja está menos ocupado en esa responsabilidad que en batallar por el liderazgo del partido. Los afines al presidente subrayarán la hoja de servicios de su primer año y aludirán, como alude el propio interesado, que desempeñar los dos cargos era la teoría favorita de Pedro Sanz, así que no debería extrañar a nadie que su sucesor pretenda también acumular ambos puestos. Unos y otros coinciden en algo: desde que en aquella reunión interna del mes de mayo Ceniceros se envalentonó, los equilibrios internos empiezan a oscilar en dirección al Palacete.

Porque Ceniceros y su equipo pueden presumir de que les acompañan las grandes cifra económicas, de haber implantado un nuevo estilo en la política regional, de empatía con el resto de fuerzas políticas. Amparados en ese currículum, breve pero intenso, repiten la consigna: lo que toca ahora es liderar el partido. Y cuando formulan tal hipótesis, no miran tanto a Sanz como a Cuca Gamarra. Como si dieran al actual jefe del PP como descontado.

Desde luego, la clave es Gamarra. Hacia dónde inclinará sus pretensiones. Cuándo dará algún paso más allá de la declaración de intenciones. Cómo maneja en definitiva los tiempos. Y una duda al fondo: cuándo contestará Sanz a este rosario de desplantes de sus en teoría amigos o amigos de sus amigos. Qué respuesta dará por tantos desaires recibidos. Qué estará cavilando. Porque seguro que ya sabe lo que sin duda sabía hace un año, cuando se apartó del poder: que quien controla el Presupuesto, controla el BOR. Y que en una región tan pequeña como La Rioja, eso significa también controlar el día a día de muchos de sus habitantes. Significa controlar el futuro: el futuro adonde apunta Ceniceros. Donde no caben las bicefalias.

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