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Pablo Álvarez
Miércoles, 18 de mayo 2016, 20:41
Una sociedad de consumo se sostiene (o debería sostenerse) sobre el principio de que el consumidor toma decisiones informadas acerca de lo que compra. Así lo protege la ley: de hecho, muchas son las sentencias que anulan importantes contratos (el último, el de las cláusulas ... suelo de la banca) precisamente porque no estaba acreditado que el comprador supiera exactamente lo que estaba firmando.
Y, sin embargo, hay un consumo que hacen el cien por cien de los hogares españoles y en el que prácticamente la mitad de los consumidores no entiende qué esta pagando ni por qué paga más o menos ni en concepto de qué.
Es la electricidad. No es que sea una novedad: lo que ha pasado con la electricidad, su consumo y la evolución de sus precios en España en las últimas décadas es para nota. Sobre todo en el ultimo lustro, en el que el precio de la electricidad se ha multiplicado sin que hubiera problemas de abastecimiento y en un momento en el que la demanda era menor que nunca.
Que para el común de los mortales eso es un arcano incomprensible es cierto. Y que se trata de un mercado incomprensible se traslada a lo más básico, al único contacto que un consumidor tiene con la compañía que le suministra: la factura.
Lo decía días atrás la Comisión Nacional de Mercados y Competencia, la CNMC, el órgano público encargado de velar por la competencia en España. Pues bien, según un estudio de la Comisión, prácticamente la mitad de los españoles no entiende la factura de la luz. No es ya que esté más o menos de acuerdo con ella: es que no la entiende. Y así, claro, aquello de las decisiones informadas simplemente salta por los aires.
Quizá la primera causa de perplejidad sea que en realidad el consumo es un porcentaje minoritario de lo que uno paga. Iberdrola, por ejemplo, advierte a sus consumidores en un gráfico en sus facturas de esa realidad: la mayoría del recibo mensual se debe a «impuestos y otros recargos». Entender ese «otros recargos» exige poco menos que un máster en el sistema eléctrico y en las erráticas decisiones políticas que nos han llevado a donde estamos: una factura el 60% más cara que hace unos años, y con advertencias de nuevas subidas en lontananza.
Pero es que ni siquiera la facturación del consumo está clara. Y la última reforma tampoco ha ayudado precisamente a ello. Con un sistema de coste variable según cada hora de cada día del mes, saber cuánto cuesta la electricidad es tarea complicada. Uno puede mirar esa variación en la página web de Red Eléctrica Española, pero lo que allí se encuentra no es precisamente fácil de comprender.
Y para terminar de complicarlo, resulta que la llegada de los contadores inteligentes, ésos que por fin hacen que se nos facture en tiempo real lo que realmente consumimos (y no una especie de estimación) ha hecho que las comercializadoras lancen múltiples planes de descuentos horarios y tarifas valle para intentar aumentar su cuota de mercado.
¿Cómo se puede esperar, de ese modo, que un consumidor que no termina de comprender su factura opte por un contrato en teoría «mejor» para él? La propia CNMC lanza unos cuantos consejos para quien busque mejorar su tarifa eléctrica. Aunque básicamente se resumen en uno, informarse. Aunque sea complicado:
1.- Compare. Si le resulta complicado entender las ofertas (y le resultará) use aplicaciones como el comparador de ofertas que tiene en marcha la propia CNMC.
2.- Bono social. Verifique si tiene derecho al «bono social eléctrico», que conlleva un precio más barato..
3.- Lea. El contrato, se entiende. Sobre todo, si en él se incluyen otros servicios adicionales (mantenimientos, por ejemplo). Y lea si el contrato tiene compromiso de permanencia o penalizaciones por cancelación.
5.- Sin prisa. Si le llaman o recibe a un comercial en su puerta, no firme a toda prisa. Pida una copia, lea con atención, tómese su tiempo. Y que le vuelvan a llamar.
6.- Sin datos. Los datos bancarios o personales no se dan a nadie, hasta que no esté seguro de que va a contratar.
7.- Por Internet. Si contrata en la Red, guarde copia de todo.
8.- Desistimiento. Si ha firmado en su casa, por teléfono o por Internet, tiene usted 14 días para cambiar de opinión, sin tener que justificarlo. Que el vendedor le informe de cómo debería hacerlo.
9.- Comparación continua. No se conforme, y revise el mercado continuamente.
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