Primera crisis de Ceniceros
El relevo de Burgos por Cuevas refuerza el desvaído flanco político del Consejo de Gobierno
Jorge Alacid
Viernes, 18 de marzo 2016, 11:36
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Jorge Alacid
Viernes, 18 de marzo 2016, 11:36
Como Carlos Sáinz, también José Ignacio Ceniceros trata de arrancarlo. Trata de arrancar un Gobierno con el motor gripado desde hace tiempo. Demasiado tiempo. Porque cunde el nerviosismo entre las filas del PP, estupefactos algunos de sus militantes y altos cargos con la timorata gestión ... gubernamental y se reclama alguna medida propia de los cirujanos de hierro. Hay quien añora el ritmo frenético y la estrategia de no hacer prisioneros que distinguió a su antecesor, Pedro Sanz; hay también quien, sin ir tan lejos, opina que el estilo Ceniceros amenaza con ser un estilo invisible, confiado el ejercicio de la política diaria a un grupo de consejeros donde no anida precisamente ese perfil, salvedad sea Conrado Escobar.
Así debería por lo tanto interpretarse esta primera crisis que lleva la firma de Ceniceros: sigilosamente, de espaldas a la opinión pública y negando las veces que hiciera falta que Carlos Cuevas calentaba ayer la banda para reemplazar desde hoy a Antonino Burgos, el presidente confirma su fama de dirigente cauteloso. Si la decisión es acertada se verá con el tiempo, aunque mejorar la endeble hoja de servicios que deja Burgos a sus espaldas no parece complicado; que la gestión del relevo se podía haber mejorado parece sin embargo evidente, porque desde Navidades el nombre de Cuevas salía de manera natural en cada conversación con esos mandatarios del PP que, en los aledaños del Palacete, exigían algo más de acción y no tantas buenas palabras. La desvaída presencia de su jefe en el Parlamento, donde permitía que la oposición socialista creciera por encima incluso de sus méritos naturales, alarmaba en la misma medida que algunos gestos internos (como el despido de antiguas colaboradoras del anterior equipo de Sanz) enfurecía a los guardianes de las esencias del PP riojano.
Y mientras se orquestaban todas estas maniobras, el principal interesado se encogía de hombros y guardaba silencio. Cuevas negaba expresamente que sus ambiciones pasaran por ocupar la cartera que se apresuraba a dejar vacante Burgos, pero luego desmentía esas declaraciones cuando en los pulsos librados en el seno de su formación tomaba partido por Ceniceros. Una táctica que enfriaba su relación con antiguos colegas de mil batallas, como el Gobierno del Ayuntamiento logroñés con Cuca Gamarra a la cabeza, y le alejaba también del radar de su otrora mentor, Pedro Sanz.
Bueno, pues ya está donde quería aunque no lo confesara: ya está Cuevas allí donde reclamaba su presencia (o la de un consejero con su perfil) ese amplio sector del PP preocupado por la deriva del Gobierno regional. Cuevas aporta al Ejecutivo su condición de secretario general, conectado por lo tanto con el corazón de La Rioja interior, donde se ventilan los apoyos decisivos que permiten gobernar o pasar a la oposición cuando se visitan las urnas. El móvil de Cuevas, poblado de contactos con alcaldes y concejales, se pone al servicio del Gobierno riojano para dotar a su agenda de un impulso que se antoja vital. No sólo porque otorgue otro dinamismo a la Consejería de Obras Públicas, donde por cierto se tramita la letra pequeña de las obras y servicios en los 174 municipios regionales, el pan nuestro de cada día de tantos y tantos ayuntamientos; también porque su incorporación al Consejo de Gobierno debería servir para recordar a sus nuevos compañeros, y también a su patrón, que la política no se ejerce sólo cuando toca elecciones. Y que las elecciones se ganan todas las mañanas, no sólo en campaña electoral.
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