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La muerte silenciosa

La muerte silenciosa

Los expertos coinciden en que la comunicación es clave para detectar y afrontar el 'bullying' prematuramente

LUIS JAVIER RUIZ

Sábado, 27 de febrero 2016, 21:04

Jokin Ceberio cogió la bicicleta y, en plena madrugada, salió de su casa. Era el 21 de septiembre del 2004. Cuatro días después tendría que haber celebrado su 14 cumpleaños. Aquella fiesta nunca llegó. Jokin, que estudiaba en el IES Talaia, pedaleó hasta la muralla de Hondarribia, donde vivía con su familia, y saltó al vacío.

Carla Díaz creció en Gijón. Estudiaba en el colegio Santo Ángel de la Guarda. El 11 de abril del 2013 salió de su casa para ir al instituto, pero nunca llegó. Caminó en dirección contraria, atravesó Gijón y, a sus 14 años, se arrojó al Cantábrico desde el acantilado de La Providencia.

Arancha vivía en el barrio de Usera (Madrid) con sus padres y su hermano pequeño. Estudiaba en el IES Ciudad de Jaén, cerca del Hospital 12 de Octubre. El pasado 20 de mayo se levantó, se tomó un Cola Cao, hizo las camas y se arrojó por el hueco de la escalera de una sexta planta. Pocos meses después la tragedia volvió a golpear en el sur de Madrid. Diego (11 años) estudiaba en el colegio Nuestra Señora de los Ángeles, en Villaverde. El 14 de octubre su madre le despertó a las 7.15 horas. Le dijo que se levantara mientras ella se duchaba. Diego lo hizo, pero su madre no lo volvió a ver con vida. Fue a la cocina y se arrojó al vacío desde la quinta planta de la vivienda de Leganés en la que vivía.

Los cuatro tenían problemas en el colegio. Los cuatro se quitaron la vida por la misma causa: no querían regresar a las aulas.

La Rioja no es ajena al acoso escolar, un problema que, también aquí, va en aumento. Cada vez hay más episodios y sólo en el último año la Asociación contra Acoso Escolar (ACAE) ha atendido en la región 20 casos de 'bullying'que su presidenta, Encarna García, califica de «graves, de los que llevan tiempo». No sólo eso. Las llamadas solicitando información se han disparado: «Cada vez hay más concienciación y eso es muy bueno», defiende García, que siempre se refiere al acoso escolar como la «muerte silenciosa».

Los datos de ACAE vienen a coincidir con los que se aportan desde la Consejería de Educación. Alberto Galiana, director general de Educación, apunta que a día de hoy se trabaja en 15 casos de acoso. Ese proceso de destilado se cierra en el Juzgado de Menores. Su titular, José María Labado, hace memoria para concluir que «en los últimos años» ha habido «tres o cuatro sentencias condenatorias» por acoso escolar, una conducta que se integra en la figura penal del delito contra la integridad moral. A esas condenas hay que sumar los conflictos que se han resuelto a través de la mediación, una vía menos traumática.

Sin datos regionales, las cifras nacionales del 'bullying'son escalofriantes: casi el 6 por ciento de los estudiantes han tenido relación con algún caso de acoso escolar. De ese 6 por ciento, el 90% han sido testigos de estas conductas; el 30% ha participado bien como víctima bien como agresor; entre el 25 y el 30% de los alumnos de primer ciclo de ESO ha sido víctima alguna vez de agresiones; y el 5,6% ha sido actor o paciente de una intimidación sistemática. Entre las víctimas, sólo 1 de cada 3 son capaces de denunciarlo.

Proceso repetitivo

Pero, ¿qué es el acoso escolar? Pilar Calvo, decana de los psicólogos de La Rioja y coordinadora de la división de psicología educativa del Consejo General de Psicología de España da la respuesta: «Se trata de un proceso en el que un alumno queda expuesto a las acciones repetitivas y violentas realizadas por otros con los que tiene una relación de poder». La clave es el concepto de repetición, insiste. «Eso es lo que permite diferenciar el acoso de otros conflictos que pueden aparecer entre iguales, en cualquier etapa educativa y que no son acoso», incide.

El último estudio en profundidad del acoso escolar en las aulas riojanas fue publicado hace una década. Aquel informe apuntaba que se manifestaba en burlas, agresiones físicas y amenazas que se producen, mayoritariamente, en el patio y en las propias aulas. También trazaba el perfil de la víctima y del acosador.

El primero era un varón de 13,8 años, con aspecto físico normal, capacidad intelectual media, sin dificultades de aprendizaje, tímido, retraído y sincero, que acata las normas, tiene capacidad de autocontrol y correctas habilidades sociales. Frente a él, el agresor también es varón, con una edad media de 13,9 años, suele ser repetidor de curso, tiene una capacidad intelectual media o media-baja, es provocador, agresivo e incapaz de autocontrolarse.

Frente a esos perfiles, desde ACAE Encarna García considera que cualquiera puede ser víctima o verdugo en cualquier momento. Tampoco el acoso escolar entiende de clases sociales, sostiene el juez de Menores de La Rioja y, aunque desde Educación Galiana insiste en que afecta tanto a la red pública como a la concertada, desde ACAE niegan la mayor. «En los centros públicos se actúa de manera inmediata mientras que en los concertados se intenta ocultar por el buen nombre del centro», explica Encarna García, que insiste en la necesidad de que todas las consejerías afronten el problema: «No saben cómo resolver esto y tiene que ser de manera inmediata. No puede ser que por aplicar un protocolo un caso se demore dos meses».

«No son bromas»

«Todos los casos son graves», abunda José María Labado desde su despacho del Palacio de Justicia de La Rioja. «Cada vez es mayor el acoso que se está produciendo y desde que se produce un caso es un problema grave. No se trata de bromas, que es lo que suelen decir muchos de los imputados». Labado recuerda que el ataque a la integridad moral «es compatible con otro tipo de delitos que pueden estar presentes como las coacciones, las lesiones, los daños, etc.» y que la respuesta judicial al problema es amplia: desde internamientos en los casos más graves, hasta trabajos en beneficio de la comunicad o libertad vigilada con ciertas obligaciones adicionales, órdenes de alejamiento, etc.

Víctima 'castigada'

Precisamente ese último castigo puede causar problemas adicionales y, denuncia Encarna García (ACAE), en ocasiones es la víctima la que acaba siendo 'castigada'. «Entendemos que hay que legislar contra el acoso y aplicar bien la Ley del Menor. Lo que no puede ser es que en muchas ocasiones sean los 'matones' los que se quedan en el colegio y las víctimas quienes tienen que cambiar».

Pero la clave en la lucha contra el acoso es, coinciden García y Pilar Calvo, un trabajo constante que se apoye en todos los recursos posibles, necesarios y disponibles. La decana de los psicólogos riojanos desgrana alguno de los factores que pueden activar las primeras alertas: «Niños en soledad, inseguros, con ciertos miedos, que cometen errores, que no han desarrollado vínculos con otros compañeros... Es algo que se puede ver desde un primer momento y, si se trabaja convenientemente, contribuiremos a que desarrollen competencias que les hagan sentir más seguros y a establecer una relación entre iguales», dice Calvo.

Así, la clave para frenar el acoso escolar es, para la psicóloga, «el desarrollo de competencias a lo largo de toda la escolarización. Una prevención que ha de estar integrada en la dinámica diaria de los centros», dice. Así, habla de desarrollar programas concretos en tutorías, fomentar la educación en valores, desarrollar la empatía y no solo la autoestima... Todo ello debe sumarse a «una estrecha comunicación entre las familias y el centro ya que, en caso de que se produzca una situación de abuso, se podrán cortar conductas agresivas entre alumnos y se facilita la actuación». Todo ello, recuerda Calvo, exige «profesionales preparados y bien formados en los equipos docentes», esto es, más recursos.

¿Y los padres? Desde ACAE la primera recomendación es que acudan al médico con el hijo y «sobre todo, documentar todo. Que quede constancia por escrito», recuerda. Pilar Calvo insiste en la comunicación: «Hay que estar atentos y eso exige tiempo y comunicación. Hay familias que ni comen ni cenan juntos o que lo hacen delante de una pantalla...», critica. «La comunicación es fundamental», reitera, «lo mismo que afrontar la frustración, poner límites y ni fomentar la tolerancia de la agresión ni la sumisión ante esas conductas».

Un trabajo complejo, constante y completo que Pilar Calvo cree «posible» para afrontar un problema que no es exclusivo de la juventud: «La violencia atañe a toda la sociedad y habría que controlarla en la televisión, en los medios, en Internet, en los videojuegos...».

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