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Inés Gallastegui / Pablo García MAncha
Miércoles, 27 de enero 2016, 11:05
Fran Rivera ha armado el taco. Si lo que pretendía cuando publicó una fotografía suya toreando una vaquilla con su bebé de 5 meses en brazos era que hablasen de él aunque fuera mal, ha triunfado. El acoso y derribo contra el diestro sevillano fue ... trending topic en Twitter, pero sus colegas han estado al quite y se han apresurado a difundir sus propias imágenes de esa tradición inmemorial que, aseguran, jamás ha hecho mal a ningún niño.
Uno de esos compañeros toreros que ha decidido apoyarle ha sido el arnedano Diego Urdiales. El diestro riojano fundó hace unos años en Arnedo el Aula de Cultura Taurina con la idea de difundir los valores de la tauromaquia entre los más pequeños: «Nuestra idea no es hacer toreros; lo que queremos es que los jóvenes conozcan el hecho taurino de primera mano. Básicamente formar aficionados, que conozcan los distintos momentos de la corrida, el toro, sus encastes y comportamiento y todo lo que tiene que ver con la historia del toreo», explica el torero. Hace dos temporadas, en la presentación de la Feria de San Mateo, se celebró un festival en La Ribera en el que Pablo Hermoso de Mendoza presentó a su hijo de 16 años en público lidiando (sin muerte) un novillo de tres años, y después, el diestro de Arnedo invitó a varios de los alumnos de su aula a torear una becerra de dos años. Al final, tomó en brazos a su sobrino y dio una tanda a la vaquilla. «El riesgo es mínimo», explicó el torero y fue más explícito: «Infinitamente menor que cuando un niño empieza a esquiar o a bucear; o los padres que permiten que sus hijos monten en moto o les llevan en bicicleta por la ciudad. Lo que sucede es que como tiene que ver con el toreo se cargan las tintas de una forma muy interesada. Es lo de siempre».
Posibles consecuencias
Lo que probablemente no esperaba Paquirri era que su faena alcanzara dimensiones judiciales: la Fiscalía de Sevilla inició ayer un expediente en protección de la niña, después de que el Defensor del Menor le remitiese la fotografía y su conclusión de que el torero sometió a la pequeña a una «situación de riesgo innecesario».
¿Y qué es un riesgo innecesario? Los defensores del matador buscaron ayer ejemplos de niños en evidente peligro con el consentimiento y a menudo el entusiasmo manifiesto de sus progenitores. La foto de Michael Jackson columpiando a su hijo Blanket por la ventana de un hotel de Berlín fue desempolvada. Se recordó que los pequeños castellers que coronan las torres humanas en Cataluña llevan casco desde que en 2006 murió una chica de 12 años a consecuencia de una fatal caída. Salió a relucir el anuncio de una cría que se troncha de risa haciendo loopings en una avioneta, y el vídeo de un chaval deslizándose por una pista de esquí como pasajero de la tabla de snowboard de su padre.
Tradiciones a desterrar
El fiscal superior del País Vasco, Juan Calparsoro, lo tiene claro: la línea se cruza cuando el progenitor somete al menor a un peligro que resulta inaceptable para el conjunto de los ciudadanos. «El riesgo de viajar en coche o en avión está asumido socialmente. Está permitido ir en bici con un niño pequeño, pero si el padre está borracho, circula de noche y el niño no lleva casco ni sillita, le está sometiendo a un riesgo innecesario. Una vaquilla puede matar», recuerda. El fiscal considera que hay un cierto margen para ponderar este tipo de conductas.
Lo que no sirve, a su juicio, es escudarse en la tradición, como ha hecho Fran Rivera. «Las tradiciones están para cambiarlas. La sociedad evoluciona», zanja el representante del ministerio público, quien pone el ejemplo de costumbres ancestrales pero muy criticadas como el Toro de la Vega de Tordesillas (Valladolid) o el Día de los Gansos de Lekeitio (Bizkaia), fiesta que en 2014 sustituyó a los animales por bichos de goma.
Da lo mismo que los Rivera lleven cinco o cincuenta generaciones toreando becerras con bebés en brazos. «El interés del menor prevalece sobre las opiniones, gustos o costumbres de los progenitores», advierte el fiscal vasco, quien recuerda el caso de aquel padre que se llevó a su hijo de 10 años al encierro de San Fermín. La madre lo denunció y un juez lo privó temporalmente del régimen de visitas.
¿Qué consecuencias podría acarrearle a Francisco Rivera la difusión de la fotografía?
La niña no ha sufrido lesiones. Si el padre solo lo ha hecho una vez y no vuelve a hacerlo, no creo que tenga consecuencias jurídicas. Un juez podría acordar, a instancias del fiscal o de otros familiares de la niña, la prohibición de actuaciones que puedan suponer un perjuicio para la menor. Si reincide, estaría incumpliendo los deberes de protección del menor inherentes a la patria potestad y podría perderla.
El ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Alfonso Alonso, opinó ayer que bastaría «un toque de atención» al matador para zanjar el asunto. Pero tal cosa no existe en Derecho. Tampoco se espera una denuncia familiar: la mujer de Rivera y madre de la pequeña, Lourdes Montes, le expresó ayer su apoyo en público a través de un collage en el que agradece el «compañerismo» de los toreros.
Una foto para provocar
El juez de Menores de Granada Emilio Calatayud no escurre el bulto. «Eso se ha hecho toda la vida, sobre todo en el campo. No sé qué grado de seguridad tiene el diestro cuando torea una vaquilla, pero supongo que completa. Sin embargo, legalmente es reprochable y la ley ampara a esa niña», zanja el magistrado, convencido de que en ocasiones la legislación española es tan restrictiva en la protección de los menores que limita en exceso la libertad de los padres. Calatayud, además, menciona otra amenaza para la pequeña que nada tiene que ver con el peligro de una cornada o un pisotón de la vaca: la vulneración de su derecho al honor y la intimidad, al difundirse su imagen y su nombre en una red social. Sin embargo, cree que todo quedará en un revolcón. «¿Es que a Mariano Rajoy le ha pasado algo por darle una colleja a su hijo en aquel programa de radio?», se pregunta.
Y lanza además una idea sugerente: «No descarto que Rivera lo haya hecho a posta para generar debate, para provocar a los antitaurinos. Seguramente ha pensado:si Carolina Bescansa se lleva su bebé al Congreso de los Diputados, ¿por qué no puedo llevar yo al mío la plaza?».
El ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, echa un capote a Paquirri: «Me parece que publicó la foto desde el afecto y el cariño, porque está orgulloso de su familia y de lo que ha heredado». Sin embargo, el psicólogo navarro considera que se equivocó: «Si en ese momento se resbala, la niña se le cae y la vaquilla le da un mínimo golpecito... ¡Qué responsabilidad!».
«Puedes hacer estallar petardos, cazar, torear... pero nunca con niños. Nunca hay que ponerlos en riesgo concluye el psicólogo. Y te lo dice un señor de Navarra que ha corrido muchísimos encierros y nunca llevaría a su hija a uno».
Urra lamenta el «linchamiento» del diestro en las redes sociales. «Se han mezclado las críticas por la foto con el debate sobre los toros y el debate político. Esto no va de toros. Lo importante es la niña», advierte.
Quienes defienden sin ambages a Rivera son sus colegas. La Unión de Toreros emitió un comunicado para mostrar su «total apoyo» al diestro y enmarcó las críticas en una «campaña antitaurina».
«La alegría que tengo es que el mundo del toro interesa a mucha más gente de la que pensaba. Lo malo sería la indiferencia», comenta con sorna Eduardo Dávila Miura, uno de los espadas que colgó una foto suya toreando con una de sus hijas. Al torero sevillano le sorprendió saber que la Fiscalía investiga los hechos. «Me parece una barbaridad, con la de cosas que hay que hacer para proteger de verdad a los niños», lamenta.
Álex Esplá, hijo y nieto de toreros, no tenía uso de razón la primera vez que su padre lo llevó a torear. «Son sensaciones bonitas que uno recuerda con mucho cariño asegura. Nos hemos convertido en personas normales, con valores; no nos hemos quedado tarados ni traumados. Al contrario, admiramos y queremos todavía más el mundo del toro». El diestro alicantino no comprende la repentina preocupación por el bienestar de la pequeña Carmen «por parte de la misma gente que el pasado verano, cuando Fran sufrió una cogida, le deseaba la muerte».
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