Un grupo de trabajadores y miembros del comité de empresa sale de la planta de Altadis en Agoncillo para atender a los medios de comunicación. :: miguel herreros

«Parecemos números, no personas»

Los empleados vivieron ayer con tristeza y estupor el anuncio del cierre de la planta en la que muchos han trabajado décadas

Pilar Hidalgo

Miércoles, 20 de enero 2016, 10:10

Hacía mucho frío ayer en los exteriores de la fábrica de Altadis en el polígono de El Sequero, en el término de Agoncillo. Dentro de la planta también se habían quedado helados. Sobre las nueve y media de la mañana y, sin convocatoria previa, los ... trabajadores fueron llamados a una reunión en la que el jefe de las fábricas en Europa leía a todos los empleados una circular en inglés. Gracias a que el responsable de recursos humanos en España hizo las veces de traductor al castellano pudieron enterarse de que aquellas palabras incomprensibles significaban el anuncio del cierre de la filial riojana de Imperial Tobacco. «Ha sido muy inhumano cómo nos lo han dicho. Parecemos números en vez de personas, cuando llevamos aquí 40 años trabajando», afirmaba afligida Nati.

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Nati finalizó su turno a las dos de la tarde sin poder contener el llanto y escondiendo su tristeza tras unas grandes gafas de sol. Le venían recuerdos del día en que estrenó las instalaciones de Agoncillo. «Yo abrí esta fábrica hace cuatro décadas y yo la voy a cerrar».

La mañana había resultado una pesadilla. «El ambiente dentro de la empresa es de un auténtico 'shock'. Nadie se lo puede creer», reconocía el presidente del comité de empresa, Luis Enrique Medina. Lágrimas, gestos graves, de incredulidad, preocupación... En cambio, afuera casi nada advertía el infierno que se vivía dentro. Los camiones de los proveedores continuaban acercando puntuales su mercancía y los encargados del mantenimiento de los jardines podaban las ramas que se extralimitaban de la forma redondeada de las copas. Hasta que la llegada de cámaras, fotógrafos y periodistas evidenció que algo ocurría.

«En diciembre, compañeros nuestros asistieron a un comité europeo, que reúne a representantes de todas las fábricas del grupo y de la dirección, en el que dijeron que hasta septiembre no se preveía ningún cierre. Sí que comentaron que había sobrecapacidad en todas ellas, pero que estuviéramos tranquilos. Y de pronto te encuentras no con que vaya a haber cierres, sino con que cierran tu fábrica», se dolía Ramón Fenoy, un empleado con 20 años de trayectoria en Altadis que ayer se sentía «engañado».

«Asusta verte con 51 años, una edad complicada para recolocarte», admitía este técnico en electrónica cuyo único consuelo era que, al menos, esta especialidad aún cuenta con algo de demanda.

Peor pintan las cosas para Daniel Varona. Operario de producción desde hace dos décadas en Altadis, soplará próximamente 50 velas. «He pasado la mañana totalmente atascado. Piensas mucho y no sabes qué va a ser de ti ni de tus compañeros ni de tu vida ni de tu familia». De primeras y sin posibilidad de aferrarse a una prejubilación, la única alternativa que encuentra es «aceptar un despido o irme a la planta de Santander».

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El presidente del comité de empresa reclamaba un tiempo para digerir el anuncio, aunque él mismo sabía que no disponía de demasiado. El plazo hasta el cese definitivo de la actividad expira el 30 de junio. Menos de seis meses. «Es demasiado corto, no hay margen para nada. En otros casos dan un año y vas viendo qué necesitan los trabajadores. Pero ahora ponte a buscar soluciones de trabajo para 291 empleados de Altadis más los subcontratados», reflexionaba Medina.

Nati seguía sin dejar de pensar en el día en que cruzó el umbral de la planta de Agoncillo por primera vez, cuando contaba con bastantes años menos. «Yo no voy a tener problema porque me prejubilo, pero aquí hay un montón de gente joven que se queda sin trabajo y sin nada».

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