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Pablo Álvarez
Lunes, 25 de enero 2016, 00:02
Digamos que usted desea una equipación del Real Madrid para su churumbel. La tercera, que es azul y muy bonita. En la tienda oficial del club en Internet la tiene usted. El precio: 85 euros. Entrega a domicilio, ningún problema.
Pero ¿qué ocurre si en ... lugar de acudir usted a esa tienda oficial le da por ir a la mayor tienda virtual del mundo? Y no, no es Amazon. Se llama AliExpress, es filial de Alibaba. Le llaman «el amazon chino», pero es mucho más: es un imperio forjado alrededor de su fundador, Jack Ma, uno de los hombres más ricos de este planeta.
Si usted busca «Real Madrid» en esa tienda no tendrá gran cosa. Algún dibujo mal hecho de Cristiano que parece hecho para decorar un bazar egipcio, y poco más. Pero si se da usted cuenta, mientras escribe en la casilla de búsqueda de AliExpress el sistema le va sugiriendo resultados. Y para cuando usted ha escrito «Real», AliExpress ya le ha recomendado que busque «Real Madred kids». Así, con la 'e'. Y voilá, ahí está: la equipación del Madrid que usted quería, por alrededor de 12 euros. Y en «calidad Thai», que debe ser, según la jerga, de lo mejorcito.
«Sin saberlo»
AliExpress no es la única tienda en la que esto ocurre, pero es sin duda la más importante y la más representativa. Y el fenómeno es mundial y a escala. Un estudio reciente de Mark Monitor (una de las mayores consultoras sobre protección de marca del mundo) cifra en el 24% el porcentaje de compradores a nivel mundial que admiten haber comprado alguna falsificación por Internet. Muchos de ellos, eso sí, afirman que lo hicieron «sin saber que lo que compraban no era la marca original», aunque cuesta pensar que quien adquiere en China un artículo por una quinta parte de su coste en una tienda física no sospeche.
El volumen del negocio de esas tiendas ha hecho incluso que cambie el perfil del negocio de la falsificación. Hace unos años los artículos falsificados llegaban en grandes envíos, contenedores más fácilmente localizables a su entrada a un puerto occidental.
Pero el perfil está cambiando, y ahora cada vez más falsificaciones entran en forma de pequeños paquetes postales, envíos por correo que llegan por millones. Y que, por tanto, son casi imposibles de detectar.
Destruir y ya está
Y si se detectan, además, el consumidor no pierde nada... más que lo que le costó el artículo. En España no hay pena por comprar esos artículos para uso personal, cosa que sí ocurre en otros países europeos. Lo habitual es que todo se salde con la destrucción del paquete, y punto.
El fenómeno es creciente, y las compañías intentan poner una solución acudiendo a la cabeza: denunciando directamente a Alibaba o AliExpress.
El problema es que, a diferencia de otros negocios en la Red, la compañía china no vende sus propios artículos: sólo pone al consumidor en contacto con el vendedor. Y ése es un modo de funcionar mucho más difícil de controlar, porque el vendedor final es casi imposible de rastrear. Quizá por eso, en la red hay foros muy activos (como elrincondelcomprador.com) especializado en que los usuarios compartan sus experiencias y se aconsejen sobre vendedores, procedimientos y calidades.
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