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LUIS JAVIER RUIZ
Martes, 5 de enero 2016, 19:59
La quinta del 86. Esa fue la 'cosecha' con la que se estrenó la primera generación española netamente europea. Nativos europeos diríamos ahora en un forzado paralelismo con los digitales del siglo XXI. El 1 de enero de 1986 España ingresaba en el ... selecto club de la bandera azul y estrellas amarillas. Durante este 2016 se celebrará el trigésimo aniversario de aquella incorporación que para muchos fue el punto y final al proceso de modernización del país.
Adrián Olave, José Sergio Kim, Eva Galilea, Nacho Oroz y Ana Jimeno cumplirán 30 años durante este 2016. Nunca han vivido fuera de Europa y quizá por eso no tengan idealizada la imagen de esa entidad supranacional. Es más, quizá por eso, porque son nativos europeos, se muestran especialmente críticos y negativos con la Unión Europea. Hablar de Europa, para los cinco, es más hablar de cuestiones económicas que de políticas sociales. Esa pretendida unión se ha podido conseguir a nivel económico, gubernamental o normativo, pero no social. «Cuando estás fuera no dices que eres europeo, dices que vives en La Rioja o que eres de España, pero no te defines como europeo», apela Ana Jimeno, un argumento que recibe el visto bueno de sus compañeros de mesa.
Y eso que, a grandes rasgos y en una primera aproximación a lo que les sugiere la Unión Europea, casi todos trazan una perspectiva amable. «Vino bien a España y sirve para que todos los países vayan en la misma dirección», dice Nacho Oroz; «Viajar sin pasaporte, la tarjeta sanitaria; estudiar fuera de España...», apelan Ana Jimeno y Eva Galilea, que apostilla que «ahora que vamos creciendo la idea del grupo económico no es tan divertida como al principio». Ahí se torna un poco el argumentario: Adrián Olave pone sobre la mesa la unión monetaria. «Nos dieron unos calendarios con la conversión de las pesetas al euro y nos acabaron engañando. Nos la metieron doblada», sentencia gráficamente. José Sergio Kim es, quizá, el menos convencido de todos: «Para poder estar dentro de esa comunidad España tendría que estar a la altura del resto de Europa y no lo está». El tema del euro es el que enciende el debate. La conclusión es compartida por todos: «Todo subió al doble de su precio y los sueldos no se equipararon».
Intentando reconducir el debate, sobre la mesa se pone el sentimiento europeo. ¿Se sienten más europeos quienes lo han mamado desde la cuna que quienes, durante años, aspiraron a esa condición? La respuesta es negativa. El, digamos, modelo estadounidense, no se replica en Europa. «El americano, por ejemplo, siempre se siente americano. Aquí, igual cuando hablas con un americano puedes decir que eres de Europa. Tenemos más interiorizada la nacionalidad de cada país», dice Eva, a la que secunda Ana: «Te puedes sentir europeo, pero cuando sales fuera dices que eres de La Rioja o de España, no de Europa».
A la construcción de ese sentimiento tampoco ayudan las instituciones europeas. O al menos así lo entienden ellos. «Está todo un poco lejos», dice Adrián en un arranque de sinceridad: «Me cuesta entender lo que sucede aquí, como para entender lo de allí». No es el único que siente esa distancia: «Visité las instituciones, las conozco, pero tendría complicado explicárselas a un niño de Primaria», asume Eva. Eso sí, todos son conscientes de que es en Bruselas donde se maridan los platos que luego nos sirven aquí. «Obviamente sabemos que tienen mucha importancia y repercusión en nosotros», apunta Ana antes de que Adrián exponga sus dudas: «No son capaces de ponerse de acuerdo para gobernar aquí, como para ponerse de acuerdo cuando hay un montón de países».
El debate va y viene: pasa de la Educación y las becas a la seguridad; de la ausencia de fronteras a la legislación compartida, pero la economía se infiltra en todas las conversaciones... hasta que surge el estereotipo más obvio a nivel comunitario, la dicotomía por excelencia: los países del norte y los del sur... y por ende la sombra de Angela Merkel. «A los del sur nos meten a todos en el mismo saco y quienes tienen más fuerza a la hora de decidir son los más ricos», apela Eva que no duda en abrir el melón que nadie quiere tocar. «¿Salir de Europa? Creo que es un viaje que incluso tendríamos que intentar. Si nunca hubiéramos entrado siempre habríamos sido el sector servicios de Europa». Ahí se calienta el debate: Adrián destaca la capacidad exportadora de España, Eva insiste en que la marca España tiene mal marketing en la UE y José Sergio cree que España no ha sabido vender su marca.
No todo es negativo. Los cinco coinciden en que, llegado el momento, no tendrían ningún problema en moverse por Europa en busca de un trabajo. No se sentirán como en casa -al menos no inicialmente- pero todos contemplan el territorio de la UE como un escenario laboral propio.
¿Qué le pides a la UE? El más gráfico es Nacho: «Que se venga a cenar a casa, porque no la conozco mucho. Que se dé a conocer», dice desatando las carcajadas de todos.
Para Adrián es prioritario «que todos los países se pongan a remar en la misma dirección» mientras que, en línea con él, Eva pide que «cuando los de arriba se pongan a hilar, lo hagan hasta el final y que las grandes decisiones beneficien al ciudadano». Ana también es clara: «Que cuando hagan las políticas tengan en cuenta cuál es la situación de cada país». José Sergio también lo tiene claro: «Si vamos a estar todos dentro de una misma comunidad, que se funcione así de verdad y que lo que funcione en un país funcione en los demás. No puede haber 28 estilos diferentes».
El 29 de febrero Eva saldrá de cuentas y nacerá Zoe. ¿Será más europea? «Solo espero que tenga la misma libertad de viajar y de vivir que tenemos ahora».
Una Europa de mínimos.
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