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TERI SÁENZ
Jueves, 26 de noviembre 2015, 19:58
El frente mediático y social conformado en La Rioja a favor del AVE no clama por colocar a la comunidad autónoma en el mapa de las comunicaciones donde otras hace tiempo que han inscrito su nombre con el mismo derecho. Ni tampoco es una reivindicación ... histórica por recortar distancias, dignificar conexiones y modernizar los trenes de siempre que llevan años dejando a la región varada en una tierra de nadie. No. O más bien: no sólo eso. Sino mucho más. Por encima de debates sobre sostenibilidad, coyunturas económicas o posibles alternativas que a cada minuto que pasa quedan más obsoletas, la demandada llegada de la alta velocidad es también la de la apertura de una puerta mucho más ancha. Tanto como hasta donde los raíles del AVE alcanzan y se extienden con diferentes nomenclaturas por encima de las fronteras nacionales.
Pensar el AVE del futuro no es democratizar la opción de subirse a un vagón que lleve a Madrid, Bilbao o Zaragoza más veces al día en un tiempo más corto. Porque la alta velocidad trasciende el localismo que en este caso atañe a La Rioja para inscribirse en un proyecto global vinculado al conjunto del país en cuanto a parte de Europa. El AVE por el que La Rioja sigue rogando a los gobiernos y los presupuestes generales (y comunitarios) es, en definitiva, una puerta abierta a un catálogo de posibilidades casi inagotable que conecta capitales.
En esa perspectiva obligatoriamente trasnacional, la conexión por ejemplo entre Logroño y la capital catalana a través del corredor Mediterráneo supondría también enlazar con el canal que se despliega desde allí al sur de Europa a través de la alta velocidad francesa. Ingresar en esa malla integral es subirse a un tren que hilvana su red directamente con París y expande los ramales a otros puntos neurálgicos del país vecino como Tolouse, Marsella y Lyon. La oferta de frecuencias y destinos hacia la capital francesa es más que generosa. Dos trenes diarios a París (hasta cuatro en el periodo estival) en escasamente seis horas con paradas en otras localidades de referencia como Gerona, Figueras, Perpiñán, Séte, Montpellier, Nimes o Valence. Y a un precio del billete por pasajero (desde 59 euros) que rebate las dudas que algunas voces plantean sobre el coste de un viaje de larga distancia en un tren con las más altas prestaciones.
El abanico abarca al resto de los destinos en suelo francés por donde discurre la alta velocidad y que, como en juego de hilvanes, permite la unión entre ellos y otro puñado de puntos neurálgicos de la cartografía europea. Llegar a París y poder seguir viaje en los mismos raíles hacia el norte en dirección a Lille. Y de allí a Bruselas y Lieja. O el Reino Unido y las principales ciudades holandesas. O tal vez apearse en Lyon y enfilar hacia el este para introducirse en Italia vía Turín y Milán. Y de ahí profundizar hacia el sur o tomar la dirección opuesta para seguir un entramado que cuartea Alemania y puede volver a París por alguna de las infinitas combinaciones que ofrece la alta velocidad en unas condiciones del siglo XXI.
Mercancías
La futura puesta en funcionamiento de la 'Y vasca' está llamada a expandir todavía un grado más el arco de posibilidades una vez que el AVE recale en la comunidad. La fusión a través de ese corredor abre la vía a una conexión vía Burdeos en dirección en este caso a Tours, Lemans y nuevamente al nudo parisino que, como en el caso del que discurre por el Mediterráneo, multiplica sus opciones en el damero global de la alta velocidad donde las 'fichas' fortalecen su protagonismo en función del que gana el resto.
No se trata sólo de acercar personas. También la economía viaja en vagones similares con paradas en los mercados más recurrentes. Frente a quienes sostienen que el AVE no necesariamente eleva el nivel de competitividad de las sociedades que conecta, el alza de las exportaciones y el papel preponderante que siguen ganando en el actual escenario económico invitan a repensar la tesis. En un tejido industrial como el riojano donde la UE sigue siendo uno de los principales destinos, la apuesta de los países vecinos por la alta velocidad es también la de la comunidad autónoma como raíl por el que hacer discurrrir la estrategia del crecimiento. Una reivindicación histórica capaz de evaluarse en una ecuación que conjuga las variables de tiempo y rentabilidad.
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